martes, 8 de febrero de 2011

La escucha activa

Para mantener buenas relaciones, para ampliar nuestro conocimiento, para no perdernos lo que de verdad se nos está diciendo existe un buen consejo: aprender a escuchar. Es algo muy desagradable asistir a una conversación en la que todo el mundo habla a la vez; algo muy común en esos debates televisivos tan de moda. Como puede verse en esos debates, resulta del todo imposible seguir lo que cada invitado está intentando expresar.

Sí, creo que todos estamos de acuerdo en que esto es algo desagradable. Pero existe una forma de no escucha que resulta muy educada aparentemente pero que no lo es, y me refiero al silencio. A veces uno habla y habla, y no acaba de saber si quien está junto a él recibe o no las palabras pronunciadas. Y ahí vamos con lo de la ESCUCHA ACTIVA.

Escuchar no es sólo permanecer en silencio, puesto que si uno no manifiesta con gestos o con pequeñas muestras de cierto asentiento o fórmulas de sorpresa, bien pudiera suceder que quien permanece tan "respetuosamente" callado no esté escuchando en absoluto, y eso es, como mínimo, una falta de respeto por mucha fórmula educada aparente que muestre.

La escuha activa es total y absolutamente necesaria. Telefónicamente solemos ejercerla para informar a nuestro interlocutor que seguimos ahí, que no nos hemos ido; pero "en vivo y en directo" a veces parecemos no dar tanta importancia a esta funición llamada en lingüística "conativa" porque es la encargada de que no se interrumpa la conexión.

Quien escucha tiene que mostrar que realmente lo está haciendo; de otra manera, se asemeja a esos niños que parecen estar estudiando, pero que cuando coges su libro, dentro tienen una maravillosa revista que nada tiene que ver con la materia de estudio.

Las personas además de hablar y escuchar necesitamos sentirnos escuchados, y para ello tenemos que verlo de manera concreta y clara. La escucha activa hace que miremos a nuestro interlocutor, nos fijemos en él y tomemos interés en lo que nos esté diciendo, en lugar de permanecer impertérritos sin mostrar ningún aprecio a lo que se está comentando.

Esto no quiere decir que la persona que escucha tenga que estar de acuerdo con lo que le están diciendo, pero sí debe mostrar interés en ello y manifestarlo de alguna forma.

La conversación en la que se da habla y escucha no debe de constituir un monólogo sino una interacción entre dos personas con líneas de pensamiento semejantes o contrarias, eso es lo de menos, pero dos personas respetuosas la una para con la otra y que escuchan con interés y gestos visuales y sonoros... no lo olvidemos.