sábado, 29 de noviembre de 2008

¿Quién fuiste en una vida anterior?


Cuando uno piensa en la posibilidad de la reencarnación, normalmente se hace preguntas sobre quién ha podido ser en otra vida: ¿una persona con poder?, ¿alguien tratado injustamente?


¿Quienes hemos sido en otras vidas?

Algo que creo sucede con demasiada frecuencia es que uno suele suponer que, o bien ha sido alguien "importantísimo" (a los ojos del mundo, claro, porque importantes o lo somos todos o no lo somos ninguno), o bien ha sufrido graves injusticias perpetradas, curiosamente, por otros.

Es decir, uno suele creer que fue el Emperad
or o la Emperatriz de un gran imperio, o que fue quemado en la hoguera por sus ideas heréricas que lo situaban fuera de una determinada sociedad. Sin embargo, son poquísimos los que piensan que podrían haber sido los verdugos de aquellas víctimas, ¿o no? También es verdad que algunos se plantean esto último en demasía, lo cual es igual de exagerado.

Brian Weiss, en una entrevista que vi por YouTube, contaba algo que me hizo mucha gracia. Decía que uno de sus clientes estaba convencido de que había sido Napoleón. Curiosamente, cuando le ayudó a hacer una regresión, lo que se vió es que se trataba de un soldado raso que había luchado a las órdenes de Napoleón. De ese dato, por supuesto, Weiss pudo extraer muchas conclusiones, y es de desear que el protagonista de esta historia también haya sido capaz de hacerlo.

Llega un momento que ves tantos Napoleón, Miguel Ángel, María Magdalena y demás por el mundo, que te cuestionas ¡cómo es posible! Mi experiencia con las regresiones no va por ahí. Me explico.

Normalmente, lo que uno percibe es una sensación y un resumen de lo que vino a aprender con esa vida. Por ejemplo, podría suceder que se tuviera la sensación de haber sido alguien con poder, pero no necesariamente determinar el cargo político o el nombre. Podría suceder, también, que quien experimenta una regresión se identifique con determinados papeles que resultan de alguna manera arquetípicos para la persona, y se sintiera en consonancia con lo que representa Napoleón
, Miguel Ángel o María Magdalena, pero sin que ellos mismos lo hubieran sido necesariamente. Como siempre y como en todo, la prudencia y un cierto distanciamiento ofrecen una objetividad necesaria.

En cualquier caso, considero nocivo creerse a pie juntillas un determinado papel, pues eso creo que sitúa a la persona en la experiencia del ego más que en su trascendencia. Y cuando uno hace una regresión, la idea es que pretende extraer conclusiones que le permiten trascender y no sencillamente revivir hechos ya sucedidos (ya los vivió, no hace falta que los repita).

La regresión puede ayudar muchísimo cuando se contempla de este modo. Así uno puede considerar múltiples puntos de vista que le sirven de ayuda en su actual situación, pero que no lo encadenan a una repetición ab
surda y sin objeto alguno.

Si uno no lo hace con esta intención, puede que su ego se infle en demasía, o bien su espíritu fatalista de eterna víctima se amplifique, o bien puede generar personalidades inflexibles que consideran tienen todos los datos sobre un tema y no permiten ninguna opinión en contra (si uno fue Napoleón, ¡qué le vas a
decir tú que él no sepa de cómo disponía sus ejércitos!). Pero es que resulta que nuestras vidas son limitadas e, incluso habiendo sido Napoleón, seguro que se te escapaban infinidad de detalles, ¿o no?


martes, 25 de noviembre de 2008

Impotencia en el Symbolon: Meditando con las cartas del Tarot

A la hora de utilizar Cartas en nuestras meditaciones o consultas, tenemos que tener en cuenta que no todas hacen alusión a aspectos considerados positivos, como la alegría y el buen humor; sino que, también, aparecen cartas que aluden a situaciones consideradas problemáticas, defectos que hay que vencer, cuestiones que hay que resolver. Pero eso es lo importante, saber que se nos señalan estos aspectos menos deseados, precisamente, para que nos hagamos conscientes de su existencia y nos pogamos manos a la obra para resolverlos con la ayuda de Dios.

La IMPOTENCIA es una característica que no suele agradarnos nada. Son muchas las veces en que el ser humano se encuentra impotente; pero, a veces, esta impotencia es más una sensación que una realidad. Las Cartas del Symbolon de Peter Orban, Ingrid Zinnel y Thea Séller ofrecen muestras muy valiosas en este sentido.

La primera que vamos a ver es la denominada LA CARGA. Un hombre asciende con dificultad una montaña llena de pedruscos y flores con espinas. El hombre está encorvado por el peso de una piedra que acarrea a sus espaldas. En lo alto, un sol lo ilumina pero él no tiene fuerzas para darse cuenta de su luz, sino que sencillamente soporta el calor como una carga más.

¿Cuántas veces nos hemos sentido así en la vida? Hemos acarreado pesos, nuestros o de otros, como abrumadoras obligaciones que hay que sobrellevar y permitir que nos acompañen todo el tiempo. No somos capaces, muchas veces, de encontrar la solución, sencillamente porque ni nos detenemos a mirar otras vías. Se nos ha dicho que la vida es muy dura y hacemos caso a este criterio. También se nos ha dicho que cuando Dios cierra una puerta abre una ventana, sin embargo, nos cuesta muchisimo más asimilar este pensamiento.

Probablemente si este hombre dejara un momentito tan pesada piedra en el suelo, podría alzar su mirada y contemplar otros aspectos de su vida. Y, entonces, gracias a la potente iluminación del sol, incluso podría percibir un camino más suave para emprender su viaje y llevar la piedra hasta la meta de la mejor manera posible.

Nadie dice que la piedra, y otras más que sin duda van acompañándonos en nuestro camino, no sea real; pero para obtener éxito, hay que llevarla con maestría y elegancia; hay que concederse descansos que restauren nuestras fuerzas; y hay que buscar ayuda en el Cielo de donde viene nuestra fuerza.



La segunda carta recibe el nombre de LA DEPRESIÓN. Una palabra excesivamente de moda en nuestros días. Quien más quien menos vive sus momentos de total abrumación y encerramiento. De repente uno, bien por algún hecho que le marca, o bien por simple desidia, se encuentra abúlico, sin ganas de hacer nada, tan sólo de sentarse a mirar su propio ombligo y consumirse en tan triste empeño.

Ahí estamos, en la cueva de la tristeza, de la desesperación, de la falta de sueños e iniciativas. Y para colmo, en la roca de tan horrible cueva, vemos esculpidas imágenes que parecen retratos petrificados de nosotros mismos en un estado tan poco apetecible. Así, cuando uno levanta la vista (en los escasísimos momentos que lo hace), ¿qué es lo que ve?, su vivo reflejo de desesperanza, y la pena, entonces, se amplía.

Cuando el hombre, aunque sólo sea por puro aburrimiento, se decida a mirar al fondo de la cueva, descubrirá lo que ahora no sospecha; que en lugar de más oscuridad, existe la salida a la alegría. Pero para eso tiene que decidir viajar a su propio interior, reconocer con absoluta sinceridad qué le sucede, sin buscar amigos títeres que le devuelvan sus miserias como un triste eco; y, luego, volver la mirada en otra dirección para descubrir las nuevas y fascinantes rutas.


Y, por último, nos detenemos en esta carta llamada LA CAUTIVIDAD. Seguro que en alguna que otra ocasión te has sentido atrapado en un problema. Cuando uno se da cuenta de esta realidad, su primer impulso suele ser desembarazarse del mismo tan pronto como pueda; y al igual que hace esta triste figura de la carta, se dedica a tirar con fuerza de las rejas, sin percatarse de que con esta actitud lo único que hace es agravar la situación. ¿Por qué? Fijate bien.

La reja tapa una hermosa ventana de piedra cuidadosamente edificada. A cada empujón que la figura da a la reja, va agrietando las rocas de la base. ¿Conseguirá romper así la roca y salir de su poco amada cautividad? Puede que sí, pero, en este caso, lo más probable es que si fuerza mucho la situación lo único que consiga es romper su base y tener que afrontar un terrible frío nocturno... porque ¿es la reja el único problema de este Joker que ha perdido su sonrisa?

A lo mejor, el problema que lo acucia era necesario para darse cuenta de quién es él y cuáles son sus posibilidades. A lo mejor está ahí para que pueda darse cuenta de cuándo se pone él mismo en peligro por no saber actuar conscientemente. A lo mejor está ahí para que descubra el valor de la libertad; una libertad conquistada de manera adulta y no como una reacción exagerada y pueril.




viernes, 21 de noviembre de 2008

LOS TRES CAMINOS - Segundo y Tercer Camino


Desde el nuevo lugar de seguridad que había encontrado, rió, rió de buena gana ante aquel descubrimiento, y la esperanza volvió a anidar en ella. Y siguió avanzando. Volvió a escuchar las voces de los deportistas e imaginó lo que pensarían de ella, pero no le importaba, estaba disfrutando de su paseo.

Empezó a mirar con atención, y vio los árboles de tan variados colores. El otoño dejaba su hermosa marca en el suelo. Y entonces surgió otro camino. Era de gravilla y sobre él una alfombra de hojas lo hacía apenas visible. No habían terminado los problemas. Tras el éxito reciente, un nuevo desafío surgía. Las hojas podían ser peligrosas. Pero ella acababa de vencer una prueba y esta segunda que se le proponía no acabaría en derrota; ahora lo sabía. Ahora sí que lo sabía.

Cuando iniciara su primera aventura se vio inmersa en el problema y, aunque no sabía si saldría con bien o no del desafío, recorrió el camino; ahora las cosas habían mejorado, ahora sabía que podía vencer si caminaba con cuidado y mantenía la esperanza.

En esta segunda ocasión, sólo le quedaba aplicar sus conocimientos y actuar muy cuidadosamente. Incluso le dio tiempo a disfrutar de la experiencia. La primera vez había experimentado algo muy semejante al terror en alguno de los momentos, pero ahora sabía que podía lograrlo, podía llegar a un terreno más seguro.

Y así fue. La satisfacción resplandeció en su rostro. Aquella tarde estaba resultando muy fructífera. Había conseguido sortear ya dos dificultades. Sí, había hecho bien en salir aquella desapacible tarde. La naturaleza le había enseñado todo lo que necesitaba saber para sortear las dificultades de su vida. Por supuesto que había pasado por momentos terribles, pero ahí estaba, viva y dispuesta a emprender nuevos caminos. Ya conocía la experiencia. ¿Cómo pudo haberla olvidado? Había que cruzar el bosque para contemplarlo luego con perspectiva.

El segundo camino le había hablado muy claro; ella tenía recursos para sortear las dificultades, sólo hacía falta ponerlos en práctica y saber que siempre podría alcanzar la meta.

El día estaba siendo fructífero. Ahora disfrutaba contemplando los árboles, las fuentes, los estanques, todo era hermoso. Siguió caminando; el final del parque estaba ya cerca, y siguió caminando.

La salida era fácil, había dos caminos para escoger. Uno, el más cómodo, era el que siempre había tomado desde que lo visitaba. Pero entonces vio el otro. Estaba cubierto de hojarasca. No podía saber qué es lo que había debajo. ¿Tierra? ¿Grava? ¿Asfalto? Ya no importaba. Y sin pensarlo dos veces, tomó la decisión; el nuevo resultaba más atractivo para ella.

¿Por qué elegía ahora aquel camino desconocido y no el que, por conocerlo de antemano, podía depararle la seguridad reconfortante? ¿Por qué añadir una nueva emoción a aquella tarde en la que ya había puesto a prueba su valor? La respuesta acudió con más presteza de la imaginada: ¡¡¡la diversión!!! Ahora quería disfrutar con el placer de lo desconocido; ahora, por fin, sabía que contaba con todos los recursos para acometer su nueva tarea con éxito.


La naturaleza había hablado y ella había escuchado su voz.


martes, 18 de noviembre de 2008

LOS TRES CAMINOS - Primer Camino


El viento golpeaba con fuerza, lo que hacía difícil la buena sujeción del paraguas. Había decidido salir a dar un paseo en el preciso momento en que las nubes descargaban un enorme aguacero. En realidad la situación no debiera haberla tomado por sorpresa, de sobra sabía que llovía desde el día anterior; durante la noche, el sonido de la lluvia no había dejado de mecer sus sueños, sin embargo no estaba dispuesta a que aquella circunstancia estorbara su decisión.

Necesitaba ejercitarse; si permanecía un solo minuto más en la casa, terminaría por anquilosarse sin remedio. A pesar del temporal encaminó sus pasos hacia el parque que hacía los oficios de un pequeño bosque en plena ciudad. Imaginó que nadie sería tan loco como ella, ¿a qué aventurarse en un día tan desapacible como aquél? Se equivocaba. Un grupo de deportistas entrenaba como si de cualquier otro día se tratara. Quizá la lluvia no fuera tan fiera como ella creyera.

Decidió esquivar a la gente. Necesitaba soledad para poner sus pensamientos en orden. Últimamente la vida la había golpeado con fuerza; tanto, que más de una vez temió romperse; sin embargo, ahí estaba, caminando a pesar del viento y de la lluvia. Los concejales de su ciudad habían pensando que aquel parque precisaba caminos de asfalto que impidieran a quienes los transitaran en los días de invierno ser alcanzados por el barro; por tanto, el parque no representaba ningún peligro para los viandantes y, por supuesto, tampoco para ella.

Pero no todo era asfalto; gracias a Dios, algunos de los caminos que podían elegirse no contaban con semejante escudo, y fue hacia ellos donde dirigió sus pasos. Deseaba sentir la tierra bajo sus pies; estaba más que harta del duro asfalto de su ciudad y ansiaba un contacto verdadero con la naturaleza.

A ambos lados del camino unos árboles, fuertes y robustos, acompañaban su paseo, y ella decidió dirigirles también a ellos sus pensamientos. En el camino se habían ido formando múltiples charcos que podían ser detectados sin ninguna dificultad por cualquiera que se adentrara en la vereda; ella también los vio pero pensó que aquellas otras partes sobre las que el agua no podía verse ofrecerían buen cobijo para sus pies. No fue así, cuando adelantó su pierna y posó uno de su pies en aquel lugar pudo comprobar que todo estaba enlodado.

Cuando el terreno no resultaba resbaladizo, parecía que quisiera tragarse a quien lo hollara. Aun así, ella siguió caminando. Iba bien equipada con sus nuevas botas de agua. Siguió y siguió avanzando.

Contrariamente a lo que había imaginado, el camino se hacía más y más difícil, y llegó un momento en que dudó sobre las posibilidades de alcanzar con éxito la carretera de asfalto que podía vislumbrar a lo lejos, demasiado lejos. Un instante de miedo hizo que volviera su rostro hacia el principio del enlodado camino; quizá fuera mejor retroceder, casi podría asegurar que las cosas cada vez iban a complicarse más y que, por mucho que lo intentara, no alcanzaría su meta. Había sido una tontería meterse por aquel lodazal; ningún ser con un mínimo de cordura lo habría hecho. ¡Pero deseaba tanto sentir la tierra!

La mirada hacia atrás le reveló que tantas posibilidades tenía de retornar como de seguir avanzando, y decidió lo segundo. A pesar de todo continuaría; si nuevas complicaciones surgían en aquel trayecto, las sortearía como pudiera. Por otra parte, ¿qué era lo peor que podía ocurrirle? Si se caía, ya estaba preparada para el golpe, así que éste, con un poco de suerte, resultaría poco dañino. No, sólo quedaba una solución: avanzar, seguir avanzando; las cosas no podían ser tan malas. Claro que cuando dirigía su mirada hacia delante, tenía que admitir que todavía le quedaba un largo trecho y que no estaba en absoluto segura de lograr vencerlo con éxito. Sólo tenía un medio de afrontar aquella dificultad, ir despacio, midiendo sus pasos, reconociendo cuidadosamente el terreno. Aquella atención apenas le dejaba tiempo para otra cosa más. Ya ni siquiera podía ver el camino de asfalto a lo lejos, sólo le quedaba la lucha que enfrentaba ante el que tenía ante sí.

Y, de repente, allí estaba, lo había conseguido. Sus pies pisaban terreno duro. Lo había logrado. Entonces lo hizo. Sobre la seguridad del nuevo terreno miró hacia el que acababa de atravesar. Nadie hubiera dicho que fuera tan pequeño, pero mientras estaba dentro le había parecido inmenso. Igual que sus problemas. La vida la había llevado por un camino lleno de pruebas del que no podía ver la salida, pero el paseo le había enseñado algo, ni las pruebas eran tan duras ni el camino era tan largo. Se dio cuenta de que mientras estuviera dentro de él sólo le quedaba tomar la resolución que había tomado aquella tarde: proseguir, con cuidado, con ánimo, proseguir.

CONTINUARÁ...

viernes, 14 de noviembre de 2008

LA TEMPLANZA (Rider Waite) y LA INTEGRACIÓN (Osho Zen): Meditando con las Cartas del Tarot

El Arcano número XIV en el Tarot Rider Waite recibe el nombre de LA TEMPLANZA, y qué duda cabe que su imagen es muchísimo más reconfortante que el número que le antecede.


Si vemos el recorrido de los diferentes Arcanos Mayores, desde el número 0 hasta el XXI, podríamos considerarlo como el progreso del ser humano, y por tanto, empieza sin complicaciones, pero, a medida que transcurre el tiempo, van apareciendo muchos aspectos que hay que ir integrando. Y, precisamente Osho, en su Tarot Zen, llama a esta carta INTEGRACIÓN.

En la baraja Rider Waite, se nos muestra la figura de un ángel con sus alas abiertas, un hermoso halo, y una luz en lo que podríamos imaginar como alusión al famoso tercer ojo. En su corazón lleva un triángulo como símbolo de unión entre lo material y lo espiritual; una tarea acometida por los ángeles que nos comunican los mensajes del Cielo.

El ángel porta en sus manos dos copas, y vierte el líquido sanador y purificador de una copa en la otra. Trae la curación del cielo a la tierra. Se trata del Ángel Sanador que cura cualquier quiebra, ya sea debido a una mala salud física como a una mental o espiritual.

Esta carta nos habla de armonía y de curación. Si nos fijamos en sus pies, vemos que uno se introduce en el agua, mientras el otro se apoya en la tierra; es decir, el ángel sabe asentarse sobre los dos elementos y los armoniza dedicándoles un tiempo y una paciencia amorosa. El agua, en el Tarot, simboliza las emociones; y la tierra nos habla del elemento pragmático donde nos apoyamos. A veces luchamos encarnizadamente entre estos dos elementos, sin darnos cuenta de lo mucho que contribuyen el uno en el otro como amigos, en lugar de enemigos.

El ángel nos trae esa paz sanadora, sin prisas y sin pausas. La armonía como fuente en la que debe sustentarse la vida.

Ma Deva Padma, en el Tarot Zen de Osho nos lo recuerda con sus diseños para reflejar esta INTEGRACIÓN.

El ser humano vive en una dualidad que tiene que comprender y ajustar. Al fin y al cabo ¿qué es la enfermedad sino la quiebra de la armonía? El Arcano número XIV, nos habla de una sanación que puede darse a través del restablecimiento de la armonía. El Ángel Sanador que veíamos en los diseños Rider Waite, y ahora en éste de Ma Deva Padma.

Diferentes símbolos nos hablan de esa integración que es necesario alcanzar, como vemos en esa hermosa piedra preciosa que brilla mostrando todos los colores del espectro luminoso.

La figura lleva en sus manos el símbolo del yin y el yang, como unión de los opuestos. El lado que representa el yin, sostiene un puntito del yang en sí mismo, y viceversa. Ahí está el equilibrio. El sol y la luna no son tan opuestos como parece; al fin y al cabo la luna se nutre de la luz del sol, y el sol puede, con la pequeña ayuda de la luna, reflejarse sobre la Tierra. El águila como símbolo del poder y la fortaleza, puede encontrar su punto de unión con el cisne, como símbolo de la pureza. La serpiente enroscada, símbolo de curación, de la muerte y la resurrección a través de sus mudas y de su enroscamiento en un ciclo sin fin.

Integrar en vez de oponer. Ésa es la lección.


martes, 11 de noviembre de 2008

La Soledad



La soledad no consiste en no tener a nadie con quien hablar,
la soledad es, más bien, no tener a nadie en quien confiar.


viernes, 7 de noviembre de 2008

"Déjà-vu"


Cuando yo tenía unos diez años, en una ocasión nuestros padres nos regalaron a mi hermana y a mí un juego llamado "Las Estrellas Chinas", se trataba de un tablero con unas fichas y que se desarrollaba de una forma parecida a las "Damas".

Al poco tiempo unos amigos de mis padres vinieron a verles y trajeron a sus hijas con ellos. Lógicamente, allí sacamos nuestro flamante tablero de Estrellas Chinas y nos pusimos a jugar.

Entonces sucedió algo que nunca pude olvidar. En un momento del juego, me di cuenta con una claridad rotunda de que aquella misma imagen con todas alrededor del tablero y realizando unos movimientos determinados ya la había visto yo. Incluso al mover una de las fichas, sabía que no era una buena jugada, pero algo me impedía rectificar. Las miré a todas, miré el tablero, miré las fichas, y cada vez tenía más y más claro que todo aquello, en aquella misma disposición, yo ya lo había vivido.

Me quedé muy pensativa y traté de hallar una respuesta que me aclarara una experiencia tan singular. La que me vino de manera lógica fue que seguramente confundía lo que habíamos vivido aquella tarde con otro acontecimiento anterior. Pero cuando analicé todo más detenidamente, me di cuenta de que eso era imposible:

1.- El juego no lo teníamos antes; nos lo acababan de regalar.
2.- Las niñas que habían venido, no eran una visita habitual, y no habían tenido la oportunidad de conocer este tablero previamente.

La sensación que experimenté me acompañó mucho tiempo. Con los años supe que aquella experiencia tenía un nombre: "Déjà Vu" (lo ya visto antes). Y muchas personas hablaban de experiencias similares: las visitas a determinados lugares por primera vez y experimentar la sensación clara de conocerlos y haber estado allí antes son un ejemplo muy común.

Para este fenómeno se han buscado multitud de respuestas; incluso hay quienes más o menos vienen a decir que se trata de comparaciones y recreaciones de otros acontecimientos similares. Yo no puedo estar de acuerdo con esta explicación porque mi vivencia lo desmiente; sé muy bien lo que experimenté y no había posibilidad de comparación posible.

Entre las diversas explicaciones, yo me quedo con una que me parece ciertamente acogedora y aclaratoria. Algunos dicen (Brian Weiss es uno de ellos) que se trata de una confirmación de que estás siguiendo el camino destinado para ti. Desde entonces, estas experiencias tienen para mí una sensación de tranquilidad en vez de turbación, pues me confirman que, al menos, algo estoy haciendo bien; y eso, en determinados momentos, cuando la duda nos cerca y nos sentimos abatidos, es algo muy pero que muy de agradecer.

martes, 4 de noviembre de 2008

El Arcano XIII: La Muerte (Rider) y La Transformación (Osho).- Meditando con las Cartas del Tarot

Hoy vamos a hablar de una de esas cartas que normalmente echan para atrás. Se trata del Arcano Número XIII, cuyo sólo nombre o imagen provoca todo tipo de terror.

Me gusta
ría señalar que el miedo que inspira no está totalmente justificado, pues no se trata de la muerte física, aquello a lo que todos temen cuando aparece en una consulta. Se trata de un final, eso sí; de un final bastante definitivo en el que algo se abandona para comenzar nuevamente en otra dirección. ¿Esto es malo? ¿Es bueno? Pues todo depende de a qué final esté haciendo referencia esta carta. Si se anuncia el final de un trabajo en el que alguien no acaba de encajar ni de sentirse a gusto, es algo para felicitarse. Si se trata de alguien que hasta el momento ha transitado por la vida dando tumbos de aquí para allá y sin encontrarse; la Carta número XIII podría indicarle que por fin está en el camino de la madurez, dejando atrás sus dudas y sus vacilaciones.

La Muerte anuncia un final; un final hasta cierto punto definitivo, pero algo termina para dar paso a otra cosa nueva. En realidad podríamos considerarla como el anuncio de una transición. Algo semejante a la Rueda de la Fortuna, pues también indica un cambio; pero quizá más drástico y rotundo.

De cualquier manera, parece algo generalizado el hecho de que los finales, aunque sean positivos y necesarios, no acaban de gustar porque inspiran temor. Al fin y al cabo, mal que bien, uno termina por acostumbrarse a sus circunstancias y no le acaba de convencer el hecho de tener que zanjarlas. En esta carta, eso queda muy bien reflejado; ante la imagen de la Muerte galopando en su caballo, unos se aterran, otros se someten, etc., etc. Terminar el colegio, para muchos es una tragedia porque tienen que abandonar a sus amigos y empezar en un nuevo lugar del que todavía no conocen nada; pero ¿seguirían disfrutando de la vida de colegial una vez cumplidos los 50 años?; ¡seguro que no!

Osho nos muestra una visión más positiva en su interpretación para este Arcano. El nombre ya lo dice todo: LA TRANSFORMACIÓN.

En las cartas de Osho, diseñadas por Ma Deva Padma, vemos una figura sentada sobre algo que parece una flor. Si miramos más detenidamente, veremos una cabeza tumbada sobre la flor. Esa flor podría ser un loto, ya que nace en el fango pero se convierte en pura belleza iluminada.

La figura que está sentada, podemos ver que cuenta con múltiples brazos, con los que sostiene diversos elementos simbólicos. El mismo Osho nos dice que la espada es un utensilio que sirve para cortar lo falso, lo ilusorio. En otra de sus manos, la figura lleva una serpiente que, aunque en nuestra cultura suele estar mal vista, hemos olvidado un significado importante de la misma: es símbolo de rejuvenecimiento a través de sus cambios de piel. En otra de sus manos lleva una cadena, como símbolo de las ataduras que se abandonan. También sostiene el símbolo que ya resulta muy familiar del yin y el yang, como la unión de los opuestos; la unión de lo complementario. La flor, como una nueva vida radiante y esplendorosa. Y por último, el hermoso Ave Fénix que renace de sus cenizas más fuerte y vigoroso.

Para transformarse, uno debe dejarse ir, dejar que algo termine para renacer. Me gustaría terminar con estas frases de Osho: "La transformación viene como la muerte, a su propio tiempo. Y, como la muerte, te toma de una dimensión a la siguiente".