miércoles, 29 de mayo de 2013

Dos lámparas en el cielo

Cuando era bien jovencita, leí una pequeña historia que me aportó una gran enseñanza y que ahora me gustaría compartir con quienes se detengan en este blog.

He buscado el origen de esta historia sin encontrarlo. Creí haberlo leído en Las Florecillas de San Francisco, pero no he conseguido dar con ella en este libro; así que si alguno conoce su ubicación, agradecería que me lo hiciera saber. Pero, puesto que hasta ahora no he podido localizarla, la relataré con mis propias palabras. He aquí la historia:

Había una vez un anciano fraile que todos los días emprendía un largo camino para ir a predicar sobre la bondad de Dios a los habitantes de diferentes aldeas. El camino era pesado, pero nada impedía que lo hiciera para llevar la luz a sus hermanos. Mientras caminaba por los descampados y los montes, gustaba de ir charlando con Dios; e incluso había tomado la decisión de ofrecerle algún tipo de sacrificio para brindarle una prueba de su amor así como de la disciplina que adoptaba diariamente para no quedarse anclado en la pereza o en la falta de resistencia. Su sacrificio consistía en limitarse a disfrutar de la visión del agua de un pozo que encontraba a mitad de un camino seco y difícil; un pozo que parecía llamarle para ofrecerle su clara y pura agua con la que calmar su sed. Pero no, nuestro fraile no bebía, disciplinándose de esta manera y ofreciendo su sacrificio a Dios para que todos sus hermanos alcazaran la Luz. A veces era difícil vencer la tentación pues el camino no siempre resultaba placentero; especialmente cuando apretaba el sol sobre el pobre anciano; pero nada le hacía claudicar de su ofrecimiento. Miraba el pozo, imaginaba las cristalinas aguas que estaban escondidas en su profundo interior, y decidía seguir avanzando. Una vez emprendido el camino nuevamente, elevaba los ojos al cielo, y entonces era cuando podía vislumbrar la complacencia del Padre en su sacrificio, pues una luz aparecía en el cielo para confirmarlo. Aquel regalo conseguía superar cualquier sufrimiento por la sed, y el anciano fraile seguía su camino radiante de gozo.

Un día se le adjudicó una tarea diferente. Un novicio debía acompañarle para aprender todo lo que el anciano le enseñara. El novicio tenía un mandato muy claro: hacer todo lo que su maestro de ese día hiciera. El anciano lo miró con ternura y le animó a emprender el camino, que de sobra sabía era muy fatigoso pero lleno de recompensas. El novicio siguió todas las instrucciones del hermano, sin quejarse ni una sola vez; aceptó los silencios del anciano fraile ante aquellos que no sólo no querían escuchar su predicación sino que se burlaban de él; aceptó el caminar constante para ir a un lugar y otro ofreciendo la luz para quien quisiera ver; aceptó la generosidad que le hacía al viejo ofrecer ayuda a quien la necesitara aunque aquello implicara un esfuerzo de sus manos ya cansadas. El novicio siguió en todo momento el ejemplo de quien aquel día había sido constituido en su maestro.

A la vuelta, el camino se hacía más largo que a la ida, pues el cansancio acumulado pesaba sobre el muchacho, que miraba asombrado cómo el viejo era capaz de soportar la fatiga de aquella ruta tan seca y difícil sin que brotara la más mínima queja.

Llegados al pozo, el joven novicio no pudo reprimir su gozo a la vista de aquel agua que prometía ser fresca y abundante, y que él tanto, tantísimo necesitaba. Pero, como buen discípulo, bien supo reprimir sus ansias, esperando que fuera su maestro el primero en tomar el agua. El anciano miró el pozo, miró al discípulo, y elevó sus ojos al cielo emitiendo una oración que sólo el Padre podía escuchar:

- "Lo siento, Señor, hoy no puedo ofrecerte mi regalo. El pobre muchacho está desfallecido y me da tanta pena, que no puedo obligarle a soportar mi sacrificio. Perdona a tu humilde y necio siervo este acto de cobardía".

Y entonces, se acercó y bebió del pozo; lo que nunca hizo en tantos años de soledad y dureza del camino, lo hizo al mirar a su joven compañero, quien se abalanzó lleno de contento a disfrutar de un agua tan fresca y pura.

Apenado, tras lo que él consideraba un acto de debilidad, elevó los ojos al cielo, y, para su sorpresa, en aquella ocasión no hubo una luz en el cielo, sino que dos bien potentes iluminaban la bóveda celeste afirmando la complacencia de un Padre que prefiere la generosidad al sacrificio.


miércoles, 22 de mayo de 2013

La maldición de Casandra

"La Vestal", por Frederic Leighton
Puede que algunos no sepan quién era Casandra. La leyenda nos cuenta que Casandra era una hija del rey de Troya, Príamo. Parece ser que a Casandra se le concedió el don de la profecía, pero ese don fue acompañado por una terrible maldición: vería la verdad, pero nadie la creería. Bueno, conociendo el final de Troya, queda claro que tuvo que ser muy doloroso poder advertir de las consecuencias de tantos desaguisados, pero ser al mismo tiempo completamente impotente para que los demás le hicieran algo de caso.

A veces sucede esto, y es doloroso. No es que quienes interpretan diversos oráculos tengan la certeza absoluta de que éstos son bien comprendidos por quien intenta traducirlos, pero, detenerse a considerarlos puede marcar una gran diferencia en las consecuencias de determinadas decisiones.

He aprendido a respetar y considerar lo que se pregunta con sinceridad. He aprendido a ser cauta y no pontificar, pero sí defiendo la búsqueda de ayuda. Y también he aprendido a aceptar que aquellos a los que se pretende ayudar decidan no escuchar, o incluso hacer justo lo contrario de lo que se les aconseja.

No me gusta que se nos trate como marionetas, y por tanto, no creo que haya que obedecer ciegamente ciertos consejos si no corresponden en absoluto con lo que uno piensa; pero también creo que saberse aconsejar y ponderar los avisos recibidos puede ser una gran muestra de sabiduría y humildad con buenas consecuencias.

A veces duele cuando se concede tanto crédito a quien dice conocer ciertas cosas, y tan poco a otros por prejuicios infundados -tanto en uno como otro sentido-. Se oye decir: "lo ha dicho el profesor don Fulano", y por tanto tiene que ser cierto. Pero desgraciadamente, ese profesor, al igual que la persona que de forma sincera navega a través del misterio puede no saber claramente de lo que habla. Poner en cuestión, está bien; pero saber escuchar lo considero primordial para luego ejercer el libre albedrío de manera más consciente.

Por desgracia, mucho me temo que la maldicion de Casandra no murió con ella. Escuchar y respetar ¿está a la orden del día?


viernes, 17 de mayo de 2013

38 - EL VAMPIRO

El vampiro es una imagen bien conocida en nuestra cultura -y que además ha tenido mucho éxito en el mundo cinematográfico, por ejemplo-. De sobra sabemos a qué se dedica un vampiro: chupa la sangre de otros para conservar su propia vida.

Muchos al leer esta definición estarán pensando en personas que les rodean que siempre parecen querer extraer de ellas toda su fuerza. Sin embargo, seguro que son pocos los que se paren a considerar la posibilidad de que sean ellos los que estén ejerciendo de vampiros y no sólo sean unos meros receptores vampirizados. Por tanto, lo primero a la hora de determinar el significado de una carta para nosotros, hay que pararse a considerar honestamente todas las posibilidades.

No es bueno ni abusar de los otros ni dejarse vampirizar. Pero uno tiene que darse cuenta de ello, y para eso necesita hacerse muy consciente. Ya sabemos que en las películas de vampiros, las personas suelen ser mordidas de noche y por tanto ni se dan cuenta de que ellas mismas se han convertido en lo mismo que aquel que las mordió.

La consciencia; ser consciente y darnos cuénta de qué permitimos que nos hagan y qué obligaciones imponemos a los demás. Puede que ahí esté la clave para solucionar muchos conflictos.


viernes, 10 de mayo de 2013

El estado intermedio


Es curioso pero por mucho que hablemos los seres humanos de humildad, objetividad y demás, el caso es que desde siempre el ser humano se ha colocado como el centro de la creación. Tanto desde un punto de vista religioso como desde otro absolutamente ateo, el ser humano se considera el centro: la criatura mejor lograda del universo. Y si no lo dice de una manera tan abierta, sus hechos manifiestan esta idea. Le prepotencia del ser humano le hace despreciar tanto lo que a su juicio está por debajo de él (como piensan  también muchas personas religiosas), como lo que está por encima (el caso esta vez de quienes no contemplan la posibilidad de seres superiores a él mismo tan propio de muchos declarados ateos).

Bien, parece claro pues que el ser humano se ha considerado el centro. Y parece incluso que no es que Dios hiciera al ser humano a imagen y semejanza de su Creador; es que los humanos nos hemos propuesto hacer a Dios a imagen nuestra, y así le colocamos los atributos ya sea de un Hombre Superior o de una Mujer Divina; sin pararnos a considerar que si bien Dios tiene un aspecto humano es mucho más que humano pues en su naturaleza tiene que haber aspectos que ni siquiera podemos alcanzar a comprender.

¿Es realmente el hombre/mujer el centro de la creación? Me gusta mucho la versión filosófica que nos ofrece Ken Wilber, autor que desde que leí su Breve historia de todas las cosas, mucho me ha dado que pensar. Una de las ideas que apunta es dónde se sitúa el hombre en la creación, y lo coloca en un estadio intermedio entre lo animal y lo divino. Justo en medio estaría el hombre. Sería, a mi manera de ver, como un árbol bien anclado a la tierra, pero que se alza hacia el cielo. El hombre, el ser humano tiene su lugar y parece ser el intermedio; no nos equivoquemos ni despreciándonos por lo que somos ni arrogándonos lo que aún no somos; pues constituimos un camino que aún ha de hacerse. Y eso, conocer quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde podemos llegar, creo que es lo que constituye nuestra fuente de humildad que nos eleva en nuestra realidad.

No podemos ver el mundo sólo bajo nuestra perspectiva. Somos un proceso con enorme responsabilidad en nuestro crecimiento, pero sin la arrogancia del que se cree perfecto.


viernes, 3 de mayo de 2013

Querido Papi...


Querido Papi,

Viniste a este mundo un 3 de mayo de 1929. Recuerdo que cuando cumpliste 80 años estabas muy agradecido y emocionado porque nunca habías creido que pudieras llegar a esa edad. Sólo te concedieron tres años más; y aunque a mí me duela profundamente tu partida, entiendo que otros te requirieran para hacerles feliz allá donde estés ahora, y hacerte a ti aún más grande. Te hablo en singular, pero sabes que es en plural como debería hacerlo; pero quizá los demás no deseen hacer público sus sentimientos; yo lo que deseo es hacer pública tu bondad en tu existencia terrenal, y por eso te hablo y te escribo públicamente.

No me imagino un padre mejor que tú para mí. Lamento no haberte demostrado mi amor y mi respeto con más frecuencia; por eso ahora lo hago aquí; al fin y al cabo tú fuiste un estímulo para que yo escribiera (mami también lo fue, y ahora lo es mi marido, así que no puedo defraudaros).

Sé que te fuiste con El más grande. ¡Estoy segura de ello, porque no podría ser de otra manera! Nos dejaste muy tristes, pero te honramos siendo lo mejor que sabemos ser. Nunca dejarás de estar en nuestros corazones. Quiero que lo sepa todo el mundo. Gracias por tu cariño constante, gracias por tu presencia, y gracias por querernos tanto a todos y a cada uno de nosotros, empezando por tu mujer a la que amaste verdaderamente.

¡¡¡Feliz cumpleaños, papi querido!!!