Los animales me enseñan a vivir en plenitud. Ellos disfrutan de la vida y miran con curiosidad el más mínimo acontecimiento. Expresan sus emociones, afectos o disgustos sin enjuiciarlos ni buscar segundas intenciones; simplemente sienten y expresan lo que sienten con sinceridad, con aplastante verdad.
Todas las criaturas de Dios podemos aprender y enseñar. Es bueno tenerlo en cuenta.