Desde niña me llamó siempre la atención este texto bíblico en el que se relata la vocación de Samuel. Hoy he querido transcribirlo aquí para que tengamos siempre en cuenta la llamada y la respuesta.
El
joven Samuel estaba al servicio del Señor con Elí. La palabra del
Señor era rara en aquel tiempo, y no eran frecuentes las visiones.
Un día, estaba Elí recostado
en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse y no podía
ver.
La lámpara de Dios todavía no se había apagado. Samuel estaba durmiendo en el santuario del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.
El Señor llamó a Samuel:
-¡Samuel! ¡Samuel!
Él respondió:
"Aquí estoy".
Fue corriendo adonde estaba
Elí y le dijo:
-"Aquí estoy, porque me has llamado".
Elí respondió:
-"No te he llamado; vuelve a acostarte".
Y Samuel fue a acostarse.
Pero el Señor lo llamó otra vez:
-¡Samuel!
Samuel se levantó, fue adonde estaba Elí
y le dijo:
- "Aquí estoy, porque me has llamado".
Respondió Elí:
-"No te he llamado, hijo mío; vuelve
a acostarte".
Samuel no conocía todavía al Señor. No se le había revelado aún la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel:
-¡Samuel!
Él se levantó, fue adonde estaba Elí
y le dijo:
-"Aquí estoy, porque me has llamado".
Comprendió entonces
Elí que era el Señor quien llamaba al joven, y le dijo:
-"Ve a acostarte,
y si te llaman, dices: "Habla, Señor, que tu siervo escucha".
Samuel fue y se acostó en su sitio.
Vino el Señor, se acercó, y lo llamó como las otras veces:
-"¡Samuel, Samuel!"
Samuel respondió:
-"Habla, Señor, que tu siervo escucha".
1 Sm 3, 1-10