¡Cuántos miedos tenemos! Y lo importante no es ya el miedo en sí, sumamente lógico en muchas circunstancias; sino, nuestra forma de enfrentarnos a él. Desgraciadamente muchas veces la forma elegida es la menos indicada: la huida.
La imagen nos lo dice claramente: nos acostumbramos a huir de los fantasmas, en vez de encararlos y descubrir su verdadera naturaleza, que incluso podría ser mucho más benigna de lo que creemos.
Nos lo han dicho repetidas veces: la única forma de superar el miedo es enfrentarse a él. Pero, claro, por más y más veces que nos lo repitan, la tendencia en dirección contraria parece podernos.
Tendríamos que ser capaces de pararnos a pensar y actuar con inteligencia. Ya conocemos la historia del avestruz, que por más que oculte su cabeza para no ver los peligros que la acechan, la realidad está ahí y sólo existe una manera de combatirla: ¡conocerla! De esta manera, enfrentándonos a aquello que tememos, podemos descubrir nuestras verdaderas capacidades, nuestra valía, nuestra fuerza. El miedo, usado adecuadamente, puede ser un excelente motivador. En vez de huir, afronta.