
La Feria de las Vanidades se llama esta carta. Y sí, nos habla de esa vida social en la que damos más importancia a las vanidades (a lo superfluo que desaparece) que a lo profundo y a lo verdadero (que permanece).
La vida social forma parte de nuestra esencia, pues como he dicho al principio, somos seres sociales que necesitamos relacionarnos los unos con los otros. Pero el problema surge cuando este intercambio no obedece a valores nobles sino a gusto por la ostentanción, por el cotilleo, o por que los demás vean lo que somos en apariencia más que lo que llevamos verdaderamente en nuestro interior. Y es entonces cuando la vida social se convierte en un teatro de variedades, más que en una realidad.
A veces la vida social sirve para llenar un vacío interno o bien un vacío en las propias relaciones con otros. Y así la cosa no puede ir bien. Lo principal es darse cuenta de lo que uno es, de lo que son los otros, de lo que es el mundo, y estar dispuesto a actuar en consecuencia y no sólo como un paseante que busca un mero divertimento.
Esta carta, en el fondo, nos confronta con algo muy importante: la Verdad.