jueves, 28 de junio de 2012

¡Eres lo mejor de mi vida!


¡¡¡Te amo!!!

¡Y doy gracias a Dios y a la Virgen por ti, 
y les pido que te bendigan por todo el amor que me das!


viernes, 22 de junio de 2012

Fricciones y uniones a la luz de la Meditación

Sentada, busco la tranquilidad de la meditación para obtener alguna respuesta. ¿Cuál es el problema hoy? ¿Qué deseo plantear en mi meditación? Porque sí, hoy deseo una respuesta concreta que me ayude a entender el porqué de las desuniones, de los desencuentros, de los conflictos. Necesito encontrar el para qué de los mismos. Y busco la respuesta a través de la meditación.

Para ello, primero me siento con calma, planteo la pregunta y espero que venga una respuesta. Hoy ésta llega en forma de imágenes.

Veo como cae la lluvia sobre la tierra. A causa de ella, la tierra se transforma en lodo. No entiendo el significado de lo que veo pero no me impaciento, y sigo esperando a ver qué sucede.

Al observar la escena con más detenimiento, me doy cuenta de que más que simple lodo, lo que se ve es la unión de la hierba con la tierra. Por efecto de la lluvia, desaparecen los límites de lo que era por un lado simple tierra y por el otro briznas de hierba, para mostrarse unidos los dos elementos; deja de haber fronteras.

Y es entonces cuando empiezo a entender.

Las emociones, las aparentes tristezas logran despertar el nexo de unión que se nos ocultaba. Las emociones permiten que surja una mezcla nueva que hay que saber ver y valorar, en vez de despreciar.

En la meditación parecen decirme cómo a veces las lágrimas pudieran servir para provocar la unión y despertar el amor adormecido. También me aclaran que sería preferible llegar a ese estado sin necesidad de esta profunda crisis interna, y a menudo externa al estar implicados más individuos; pero la condición humana parece exigir algunos de estos momentos por nuestra propia obcecación.

Si valoráramos la unión de forma constante, no habría necesidad de que las dificultades se presentaran  para recordarnos su existencia y belleza.


viernes, 15 de junio de 2012

22 - LA LIBERACIÓN

Aunque esta carta reciba el nombre de LA LIBERACIÓN, a mí me gusta más llamarla LA MADUREZ; veamos por qué.

La imagen nos muestra una mujer emergiendo de un huevo. Y es que, aunque estemos confortablemente creciendo dentro del cascarón, llega un momento en que necesitamos romper la cáscara y salir al exterior para continuar nuestro desarrollo. A veces duele mucho hacerlo y tratamos de demorar la decisión, pero entonces, es la misma cáscara la que empieza a resquebrajarse para obligar al inquilino a que cambie de lugar

¿Y qué se encuentra nuestro recién nacido? Un paisaje que en principio parece no ofrecerle demasiadas seguridades. El hielo lo invade todo, aunque cuando nuestro personaje se decida a mirar más hacia adelante, verá que hay hermosos árboles emergiendo de la tierra y aspirando al cielo. Un cielo invadido por pájaros que vuelan juntos, y una luna que empieza a crecer también. 

Pasado el miedo del comienzo, la figura aprenderá que ahora puede ser libre; que la libertad supone un esfuerzo, pero que éste merece la pena; y que por mucho miedo que tenga, será capaz de superarlo porque no puede evitar la ley del crecimiento.

Entonces, cuando se haya habituado a su nuevo hogar, percibirá su pasado con amor pero sin ataduras, pues ha conseguido liberarse de aquello que la tenia presa. 

Uno no puede seguir siendo niño siempre; tiene que aprender a caminar por sí mismo, llevando lo aprendido del pasado pero sabiendo a la vez desapegarse en cierto modo de él. El crecimiento lleva la semilla del pasado para dar origen a nuevos comienzos. Sólo falta valor para lograr culminar con éxito el proceso, porque en el fondo todos sabemos que la vida no tiene vuelta atrás, sino un continuo movimiento hacia más y más allá. Enriquecerlo con las experiencias del pasado es bueno, pero no bloquearlo porque entonces, ¿dónde quedaría la evolución a la que somos llamados desde el nacimiento?

sábado, 9 de junio de 2012

Abrahán: la fe y el amor

Supongo que es de todos conocida la historia de Abrahán y el desenlace sobre el sacrificio de su hijo Isaac. Mucho me ha dado que pensar esta historia y desde hace tiempo me pregunto qué habría sucedido si Abrahán no hubiera mostrado esa disposición a ejecutar el aparente mandato del Señor. Vamos a ver por partes tal y como yo entiendo esto. Por supuesto, no digo que no pueda estar equivocada, pero en la senda espiritual de cada uno, me parece bueno cuestionarse y valorar lo que para nosotros pueda o no tener relevancia y hacernos mejores personas y mejores seres espirituales.

Normalmente se considera que Abrahán superó con éxito una fuerte prueba de fe. Sí, Dios le había concedido aquel hijo que tanto deseaba y le había prometido que, a través de él, su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Y, de repente, el Señor le pide que sacrifique a aquél hijo. ¿Qué pensaría Abrahán de esta petición? No es mi labor explicar su pensamiento porque, entre otras cosas, pertenecía a una cultura de la antigüedad con otros puntos de vista diferentes a los nuestros; y, además, no puedo saberlo con seguridad. Pero sí puedo exponer mi propio pensamiento. En primer lugar, creo que me parecería terrible que el Dios en el que creo me pidiera algo que desde mi punto de vista actual es abominable; y eso me llevaría a dudar de que procediera de Dios esa petición, pues, gracias a la venida de Jesucristo, pudimos descubrir a un Dios Padre atento y compasivo, por tanto esta petición me resultaría muy difícil de aceptar porque iría en contra de la bondad de Dios.

Entiendo que Abrahán viera las cosas de otra manera y se sometiera ante su Creador pues su forma de verlo implicaba acatarlo; y además sabía que Dios tiene pleno poder y sabe por qué hace las cosas, así que no iba a ser él quien le contradijera aunque aquello le supusiera un gran dolor. Por otra parte, en su época se sacrificaban animales a la divinidad; y en otras culturas, me temo que había incluso sacrificios humanos, así que este mandato no sería tan abominable para él como para nosotros aunque le doliera profundamente.


Sobre las dudas con respecto a la herencia que tras la muerte de Isaac se veía bastante difícil, la fe de Abrahán le decía que Dios todo lo podía, así que probablemente ese fuera el menor de los problemas, aunque casi todos los estudios posteriores basen la prueba de su fe en esto más que en el sacrificio de su hijo como tal, sin tener en cuenta las consecuencias de tal final. ¡Qué pena que valoremos más las consecuencias dinásticas que el dolor por un ser único para un padre (y por tanto, único para Dios también)!


En la Biblia se nos dice cómo Dios envió un ángel para detener la mano de Abrahán cuando éste se disponía a ejecutar el sacrificio. Su fe había sido más que probada y había superado con creces el desafío. Pero yo sigo preguntándome, ¿qué hubiera pasado si Abrahán decidiera no obedecer? ¿Habría sido rechazado por su Creador? Estoy segura de que no. Creo que Dios habría visto la bondad en el corazón de Abrahán más que su desconfianza hacia su Creador. Habría comprendido que como ser humano que era no podía terminar con la vida de otro ser igual a él, otro ser procedente de la Divinidad. Habría visto ese amor hacia una criatura desvalida y, creo yo, que hubiera valorado muy ampliamente la decisión de Abrahán de no sacrificar a ese niño inocente y ponerse en peligro de ser desterrado de su Dios si lo hacía por amor; por supuesto, sólo si lo hacía por amor y no por la desconfianza sobre el cumplimiento o no de las promesas de un vasto linaje. 

El amor, no el egoísmo, creo yo que es lo que realmente conmueve el corazón de Dios. Y esto me lleva a pensar que, si Abrahán hubiera rechazado el mandato de Dios, Él no se lo habría tenido en cuento sino que incluso estimaría en alto grado el gran peligro al que se enfrentaba sólo por amor: la separación de su Creador antes que el sacrificio de una de sus criaturas. Al fin y al cabo, ¡quien ama a la criatura no puede más que amar profundamente a su Creador!

domingo, 3 de junio de 2012

Esa constante insatisfacción

Con las lecturas de Tarot, a menudo me doy cuenta de algo que nos afecta quizá más a los habitantes de un mundo bien surtido como el nuestro que a los que tienen la desgracia de carecer incluso de lo básico, y es lo siguiente: nuestra constante insatisfacción

Sí, con demasiada frecuencia parece faltarnos algo y, sin embargo, con la misma frecuencia o más olvidamos valorar lo que sí tenemos y que normalmente constituye mucho más que aquello que nos falta.

Un cierto grado de insatisfacción es bueno puesto que nos ayuda a progresar, nos motiva para seguir avanzando y alcanzar nuevas metas;  pero el problema está cuando alimentamos tanto ese sentimiento de frustración que termina por llevarnos a una excesiva decepción.

Es verdad que hay problemas, no podemos negarlo; es verdad que no lo tenemos todo al completo (además, ¿seríamos capaces de asimilarlo?); pero también es cierto que muchas más veces de las deseadas no sabemos apreciar lo que tenemos y nos buscamos más problemas de los que nos corresponden. Y cuando llego a este punto en mi pensamiento, me pregunto: ¿Será que no sabemos convivir con la felicidad?