miércoles, 26 de octubre de 2011

15 - LA VERBALIZACIÓN DE LAS EMOCIONES

Qué difícil resulta en muchas ocasiones expresar los sentimientos. Queremos hacerlo pero no podemos, bien porque no sabemos expresar adecuadamente aquello que sentimos, bien porque quien nos escucha tampoco logra entendernos. Y es en esos momentos cuando ese Mercurio alado nos viene a ayudar y a pedirnos que nos soltemos.

Para expresar algo de nuestro interior, lo primero que necesitamos es reconocerlo. ¿Ves la luna eclipsada en el cielo? Eso nos indica que algo nos mantiene ciegos a lo que de verdad sentimos; no queremos verlo y por eso nos tapamos los ojos en señal de duelo, pero es un duelo que más que tristeza indica falta de claridad.

Mercurio, ese mensajero celestial, ese ángel que todos llevamos dentro, nos dice que lo primero que tenemos que hacer es recapacitar y querer ver. Para eso está él; si imaginas un interlocutor sincero puede que te sea más fácil entablar una conversación con esa parte profunda de ti que muchas veces ocultas a los demás, y lo que es más peligroso, a ti mismo.

Sí, a veces esta tarea es necesario realizarla en soledad; otras, nos viene bien alguien que nos escuche con atención y sin juzgarnos. Pero lo importante es abrir el corazón y la mente, y hacerlo a la vez para descubrir lo que realmente nos mueve; para luego, poder verbalizarlo, poder expresarlo abiertamente y de forma serena.

Se necesita una gran claridad para poder mostrar al exterior todo lo que llevamos dentro. Es una tarea que merece la pena, pues de otro modo, bien pudieran manifestarse nuestras necesidades emocionales en enfermedades que nada bueno aportan.

¡Resulta tan necesario expresar correctamente las emociones, en lugar de aumentar los equívocos con cada palabra no dicha o dicha malamente!



lunes, 17 de octubre de 2011

¿Medidas ilícitas contra el mal?

Hace días vi la película Valkiria, una nueva versión que cuenta uno de los atentados más famosos cometidos contra Hitler. El caso es que, independientemente de los valores cinematográficos de la cinta, me impresionó un dato que mencionaban en ella; se decía que Hitler había sufrido 15 atentados infructuosos. Aquello me dejó perpleja puesto que no sabía que habían sido tantos. Buscando en Google (herramienta muy rica y poderosa) averigué que algunos opinan que oficialmente probados hubo 9 atentados, pero otros incluso aseguran que se especula con la posibilidad de que se hubieran producido 42 a lo largo de su vida.

Pero bueno, vamos a lo que vamos. Independientemente de la exactitud del número, lo que parece claro es que hubo un número alto de atentados contra él, lo que prueba que además de sus seguidores también había muchos que no estaban conformes con el daño que estaba haciendo al resto de la humanidad y buscaban formas de detenerlo.

El caso es que, como yo tiendo a valorar todo buscando una respuesta religiosa, metafísica o como quiera llamársele, me cuestioné algo que me dejó muy preocupada. Me pregunté por qué Dios había permitido tantos fracasos a la hora de intentar matar a alguien que estaba provocando tanto mal. Y entonces me vino una respuesta a la mente que me ha dado mucho que pensar:


"Nunca consentiré medidas ilícitas contra el mal"


Me quedé perpleja, pero bien mirado es algo muy lógico, y eso me ha hecho pensar mucho más. Es verdad que no podemos utilizar aquellos mismos medios con los que no estamos de acuerdo. Por ejemplo, en mi opinión, no podemos usar la pena de muerte amparándonos en su supuesta legalidad para castigar un crimen.

El caso es que a los pocos días vi otra película que trataba también de este mismo problema: de cómo combatir el mal con medidas éticas en vez de con medidas reprobables. La película en este caso se titulaba Reglas de Compromiso y contaba el juicio a un militar al que se acusaba de haber disparado contra una multitud pacífica. Lo curioso del caso es que dos altos cargos conocían y tenían pruebas de que aquella multitud estaba armada y disparaba a matar en contra del supuesto pacifismo que se decía mostraban; pero, para no tener problemas políticos y para no quedarse sin su puesto de trabajo, deciden, uno de motu propio y otro bajo coacción, ocultar las pruebas. Entonces, volví a pensar en aquellas palabras: "Nunca consentiré medidas ilícitas contra el mal", y lo vi mucho más claro.

Combatir el mal supone mucho esfuerzo; esfuerzo moral, físico y mental. Aplicar la justicia no es nada fácil en un mundo, que digamos lo que digamos, no la valora, sino que siempre pretende que esté de su parte en lugar de buscar la parte objetiva y la responsabilidad humana.

No hay que confundir la espada que lleva la justicia en su mano con comportamientos agresivos, sino con la que llama a la claridad y a la acción, pero una acción ética, una acción valorada, una acción que parte del conocimiento y de la valentía, no de la copia de aquello que uno pretende combatir, y mucho menos de la cobardía que busca el beneficio propio en vez de la justicia.

Tampoco hay que confundir los ojos vendados de esta figura con la falta de visión, sino con la profunda y penetrante visión interior que no se deja engañar ni engatusar por lo aparente.

Es verdad, ponerse del lado del bien implica muchos riesgos y mucho trabajo, así como mucha sabiduría y buen hacer. No parece resultar nada fácil, pero... ¡quién dijo que lo fuera!



jueves, 6 de octubre de 2011

El Ocho del Arco Iris en el Tarot Zen de Osho

El Ocho del Arco Iris me parece una carta muy hermosa. Se llama LO SIMPLE Y LO ORDINARIO, y nos hace un llamamiento hacia la vida sencilla; esa que todos anhelamos pero que, a veces, se malinterpreta y termina por perder valor para muchas personas. 

En la vida hay que saber disfrutar de la sencillez. ¿De qué te valen los actos públicos de homenaje si en tu interior estás insatisfecho? Lo importante no son esos actos, lo importante es tu esencia, y en la vida sencilla puedes encontrarla porque no hay lugar al que huir; se trata de vivirla con alegría, con esa sensación de plenitud que da la satisfacción.

No estamos hablando de contar a los vecinos que estuvimos aquí o allá, viendo esto o aquello; se trata de saber disfrutarlo de verdad, no por la imagen, no por el prestigio, sino por la pura realidad. Y el mayor disfrute está en lo sencillo más que en lo complicado; en aquello que no requiere vanos esfuerzos sino el prestarse a vivir el momento.

Agradece y valora la vida sencilla y no te ahogues en vanas pretensiones que te alejan de ti mismo.