lunes, 17 de octubre de 2011

¿Medidas ilícitas contra el mal?

Hace días vi la película Valkiria, una nueva versión que cuenta uno de los atentados más famosos cometidos contra Hitler. El caso es que, independientemente de los valores cinematográficos de la cinta, me impresionó un dato que mencionaban en ella; se decía que Hitler había sufrido 15 atentados infructuosos. Aquello me dejó perpleja puesto que no sabía que habían sido tantos. Buscando en Google (herramienta muy rica y poderosa) averigué que algunos opinan que oficialmente probados hubo 9 atentados, pero otros incluso aseguran que se especula con la posibilidad de que se hubieran producido 42 a lo largo de su vida.

Pero bueno, vamos a lo que vamos. Independientemente de la exactitud del número, lo que parece claro es que hubo un número alto de atentados contra él, lo que prueba que además de sus seguidores también había muchos que no estaban conformes con el daño que estaba haciendo al resto de la humanidad y buscaban formas de detenerlo.

El caso es que, como yo tiendo a valorar todo buscando una respuesta religiosa, metafísica o como quiera llamársele, me cuestioné algo que me dejó muy preocupada. Me pregunté por qué Dios había permitido tantos fracasos a la hora de intentar matar a alguien que estaba provocando tanto mal. Y entonces me vino una respuesta a la mente que me ha dado mucho que pensar:


"Nunca consentiré medidas ilícitas contra el mal"


Me quedé perpleja, pero bien mirado es algo muy lógico, y eso me ha hecho pensar mucho más. Es verdad que no podemos utilizar aquellos mismos medios con los que no estamos de acuerdo. Por ejemplo, en mi opinión, no podemos usar la pena de muerte amparándonos en su supuesta legalidad para castigar un crimen.

El caso es que a los pocos días vi otra película que trataba también de este mismo problema: de cómo combatir el mal con medidas éticas en vez de con medidas reprobables. La película en este caso se titulaba Reglas de Compromiso y contaba el juicio a un militar al que se acusaba de haber disparado contra una multitud pacífica. Lo curioso del caso es que dos altos cargos conocían y tenían pruebas de que aquella multitud estaba armada y disparaba a matar en contra del supuesto pacifismo que se decía mostraban; pero, para no tener problemas políticos y para no quedarse sin su puesto de trabajo, deciden, uno de motu propio y otro bajo coacción, ocultar las pruebas. Entonces, volví a pensar en aquellas palabras: "Nunca consentiré medidas ilícitas contra el mal", y lo vi mucho más claro.

Combatir el mal supone mucho esfuerzo; esfuerzo moral, físico y mental. Aplicar la justicia no es nada fácil en un mundo, que digamos lo que digamos, no la valora, sino que siempre pretende que esté de su parte en lugar de buscar la parte objetiva y la responsabilidad humana.

No hay que confundir la espada que lleva la justicia en su mano con comportamientos agresivos, sino con la que llama a la claridad y a la acción, pero una acción ética, una acción valorada, una acción que parte del conocimiento y de la valentía, no de la copia de aquello que uno pretende combatir, y mucho menos de la cobardía que busca el beneficio propio en vez de la justicia.

Tampoco hay que confundir los ojos vendados de esta figura con la falta de visión, sino con la profunda y penetrante visión interior que no se deja engañar ni engatusar por lo aparente.

Es verdad, ponerse del lado del bien implica muchos riesgos y mucho trabajo, así como mucha sabiduría y buen hacer. No parece resultar nada fácil, pero... ¡quién dijo que lo fuera!