jueves, 30 de abril de 2009

Meditación a través de una visión personal de los Chacras

Hoy vamos a hacer una meditación distinta, fijándonos, más o menos, en lo que se conoce como chacras. Y digo más o menos porque responde a una apreciación personal. Osho, en alguna ocasión hablando de los chacras, dijo algo que me interesó mucho. Dijo que uno no se centrara en la ubicación o en el color o en el número que los entendidos asignaban a los chacras; que para descubrir la verdad, uno debe experimentar por sí mismo, y no sólo seguir los dictados de los demás. La verdad es más amplia, y lo que alguien ve verde otro puede verlo azul; ¿cuál es el color verdadero? Seguro que es mucho más de lo que cada uno logra distinguir.

Para quien se esté preguntando qué es esto de los chacras, diré que para mí serían unas zonas que nos hacen centrarnos en la relación y la comunicación que existe entre nuestro cuerpo y el Cuerpo Espitual más allá de nosotros; Divinidad, Energía Espiritual, como tú decidas llamarlo. Son zonas que nos hacen conscientes de determinados aspectos nuestros que deberíamos utilizar como una relación y una comunicación con algo mucho más profundo y amplio de lo que formamos parte y de donde venimos. Son puntos que nos hacen conscientes de determinados aspectos que, a través de esta meditación, intentaremos ir viendo.


¡Comenzamos!


Cierra los ojos y haz algunas inspiraciones y expiraciones suaves. No las fuerces; no pretendas que tengan una determinada duración; déjate fluir, sin más.

Encima de tu cabeza, imagina un haz de luz que te va atravesando, desde la cabeza hasta los pies. Poco a poco te va iluminando, dentro y fuera. Es una luz que te produce tranquilidad. Déjate envolver por ella y sentirte en tu propio elemento al experimentar tu cuerpo en unión con el Universo.

Imagina una luz en la base de tu columna vertebral; una luz justo en la base que te sustenta. Elige tú el color y la potencia. Si la luz es débil, permite que se vaya intensificando poco a poco. ¿Qué te podria sugerir este centro de tu cuerpo? ¿Te das cuenta de qué está representando? La base de la columna es donde te sustentas. Gracias a ella, puedes sostenerte sobre tus pies. Tus pies se posan sobre la tierra, nutriéndose como las raíces de un árbol. ¿Te sientes bien asentado sobre la tierra? ¿Recibes el sustento necesario? Si crees que algo falla en este nivel, que tus necesidades básicas no están cubiertas o peligran, intensifica la potencia de la luz y ve haciéndola más y más fuerte. Siéntete en conexión con tu base, con tus cimientos.

Ahora vas a ascender un poquito por tu cuerpo, y te vas a colocar en los genitales y en el vientre, en algún punto que abarque estos lugares, y vas a ver una luz que se expande desde ahí mismo. Los genitales y el vientre nos llevan a nuestro origen fruto de una relación. Allí se unieron las semillas de nuestros padres, junto con la de Dios, y en el vientre de tu madre tuviste tu primera acogida, tu primer hogar. Nos habla de la relación primera, de la relación básica. Allí te nutrías y allí decides tú nutrir en cada acto de amor que realizas. Nuevamente fíjate en la intensidad de la luz y en el color; y gradúala hasta convertirla en un potente y amoroso color.

Sigue ascendiendo y colócate en tu abdomen, en tu plexo solar. Fíjate en todo lo que alberga esta zona del cuerpo; el aparato digestivo es de suma importancia; el estómago, la vesicula, el hígado... ¿A qué te remiten todos estos órganos en tu vida cotidiana? Sí, a las relaciones con los demás y al malestar que a veces pueden provocarte sus presiones. Ya no se trata de una relación íntima como la anterior, sino que está más enfocada a lo exterior y se ha ampliado a un círculo más extenso de relaciones (amigos, compañeros, electricistas, fontaneros, dependientes, funcionarios públicos...). Ante cada encuentro con ellos, se produce una situación que puede llevarte a sentir molestias en el estómago, bilis, incluso vómitos; porque te pueden estar transmitiendo ideas molestas para ti. El estómago se nos encoge ante algo que nos da miedo. Te percatas de que en este punto medio, las relaciones se han ampliado tanto que se han complicado, y tú debes serenarte. Respira tranquilamente y céntrate en la luz y en el color que tú veas o elijas. Haz que esa luz cada vez sea más diáfana y acogedora; permite que fluya y se mueva entre todas las tensiones como un junco en el río que, sencillamente, se dobla permitiendo las oscilaciones sin quebrarse al no oponer resistencia. Que esa luz te ilumine y se irradie hacia el exterior. La luz elimina la confusión; mímala y trátala con cariño expandiéndola con suavidad.

Llegamos ahora al centro del corazón, donde está albergado el amor. Irradia amor a través de una luminosa luz hacia todos, incluido tú mismo. Las luces tienen una doble dirección. Céntrate en el corazón de manera amorosa, sin condiciones, con apertura total; no permitas que nada bloquee la luz que se expande. ¡Es tan necesaria esta luz! Ayuda con tu meditación a que se expanda a todo el mundo, incluido tú mismo.

En la garganta imagina otro punto de luz. Ahí está tu capacidad para la expresión. Si eres de los que de vez en cuando no les salen las palabras o se les atropellan, te vendría muy bien dedicar un tiempo a que la luz te penetre y se expanda hacia fuera a traves de este chacra de la garganta. Expresarse sin violencia, dándose el tiempo adecuado y vocalizando de manera clara. Expresar y comunicar; permitir a su vez la expresión y la comunicación del entorno, sin que tu hablar no enmudezca al otro. Permite que la luz se vaya volviendo más y más diáfana y potente.

Para expresarse uno debe tener las ideas claras; así que vamos al punto situado en el entrecejo, el famoso "tercer ojo", la vía del entendimiento. ¡Entender facilita tanto las cosas! Imagina en ese punto una hermosa piedra preciosa: un diamante, un brillante, con sus múltiples facetas, desplegando luz por todas partes; una luz que cada vez se amplifica más. Ábrete al entendimiento.

Y situáte por encima de tu cabeza; por el lugar donde apareció la primera luz que imaginaste en esta meditación. La Luz que te conecta con tu Creador. Permite la conexión de manera voluntaria y disfruta de esa sensación, dejándote nutrir por ella.

Ya te has iluminado totalmente. Agradece, reverencia. Respira pausadamente, hazlo unas tres veces, y en la última coge un aire que te despierte y te conduzca a tus ocupaciones cotidianas. ¡Ahora abre los ojos y muévete!


NOTA: Para quienes estén interesados, pueden visitar la página de la que extraje la primera imagen de este post y que, aunque esté dirigida a las mujeres, creo que bien pueden beneficiarse tanto hombres como mujeres:

martes, 28 de abril de 2009

Dos de Oros (Rider Waite) y Dos de Arco Iris (Tarot Zen de Osho).- Meditando con las Cartas del Tarot

Llegamos al Dos de Oros. Como sabemos, los Oros representan el mundo concreto, lo material, la Tierra, lo pragmático.

En la baraja Rider Waite, el Dos de Oros está representado por una figura que parece jugar con dos pentáculos. Hay que advertir que esos dos pentáculos están rodeados por el símbolo del infinito. ¿Qué te sugiere esta carta en tu meditación?

Las dos monedas serían esas oportunidades concretas con las que uno se encuentra; unas oportunidades que se mueven en el infinito de nuestra existencia. La figura juega con ellas, mirando unas veces a una y otras veces a la otra; intenta mantenerlas en equilibrio. ¿Estará atravesando una situación en la que se requiere buen tacto y diplomacia?

Fijémonos en el fondo. Un mar embrabecido hace que dos naves tengan que hacer equilibrios para no sucumbir a la fuerza del temporal. Una de las naves es más grande que la otra, por tanto, puede que maneje mejor la situación. Ya sabemos que el agua nos habla de emociones y sentimientos; así que un mar embrabecido nos dice que las emociones pudieran encontrarse a flor de piel y a punto de estallar. Por eso es necesaria la diplomacia. Como los barcos del fondo, no todas las personas resisten de igual manera los embites emocionales; y a veces uno maneja un barco más poderoso que otras. La figura tiene que mediar, conciliar, equilibrar; sin perder la paciencia, jugando dulcemente, para permitir que pase el temporal y que no traiga como resultado un recuento de víctimas.


Osho y Ma Deva Padma nos muestran una figura un tanto similar. El nombre que recibe este Dos del Arco Iris es MOMENTO A MOMENTO. Y aquí podemos ver una figura que va equilibrándose por un camino descendente que podríamos considerar un puente.

Al fondo vemos una ciudad aparentemente estable. Pero el personaje sabe muy bien que la vida trae vaivenes y que conviene siempre estar atento a cualquier cambio súbito.

La figura pone toda su atención en cada paso que da, y ni siquiera contempla la ciudad en la lejanía; decide equilibrar su peso y transitar el camino que puede conducirle a ella o a una nueva; transitarlo con cuidado, con tiento, con concentración, y siempre, siempre, manteniendo el equilibrio.

jueves, 23 de abril de 2009

Una Constelación Familiar

Hace ya un tiempo, publiqué aquí una entrada, titulada "El alma vive y habla", en el que trataba sobre un tipo de terapia llamado Terapia Sistémica o Constelaciones Familiares. Si no conocéis nada sobre este tema, os recomiendo que leáis aquella entrada para obtener una visión sobre las mismas (podéis acceder fácilmente haciendo un click en el nombre de la entrada).

En esta ocasión, me gustaría relatar una Constelación en la que yo participé como ayudante, por el interés que creo puede despertar y la ayuda que podría aportar. Me gustaría mostrar en esta entrada un ejemplo práctico de lo que es una Constelación, lo que se siente, cómo funciona, porque, repito una vez más, creo puede servir de mucha ayuda.

Por supuesto, no voy a relatar todo el contenido de esta Constelación en particular, pero sí me gustaría mostrar una parte importante de la misma. Tampoco diré nombres de las personas implicadas, aunque no me resisto a rendir un tributo al personaje que me tocó interpretar pues debo decir que me ayudó mucho; me hizo pensar, me hizo sentir y experimentar cosas que nunca imaginé. ¡Gracias, de todo corazón!

En una larga sesión de Terapia Sistémica, acudimos varias personas para desarrollar por una parte nuestras propias Constelaciones (las que hacían alusión a nuestras vida y nuestras familias), así como nos prestábamos a interpetar cualquier papel que otro de nuestros compañeros nos solicitara para representar su Constelación. Lo que voy a relatar hace alusión a este segundo caso; yo no conocía a los miembros de aquella familia.

Antes de comenzar la sesión, suele pedirse al Constelador (la persona que pide una Constelación para ella y su familia) que exponga cuál es el problema que pretende solucionar. Tras esto, se le pide que elija entre los presentes a diferentes personas para representar los papeles que se le van pidiendo. El Constelador empezó a seleccionar a diferentes compañeros, y, para mi asombro, a mí me escogió para representar a su abuela. Quiero señalar nuevamente que yo no conocía a su familia; de hecho había conocido al Constelador en aquellas sesiones y debo admitir que le estoy muy agradecida por la contribución que tuvo en las mías.

Cuando se inició la selección de personajes, de repente me sentí muy mal; verdaderamente mal, pero esperé a que se nos hubiera elegido a todos. Creo recordar que ese malestar tan extraño me vino antes de ser yo seleccionada. Tan mal me encontraba que antes de iniciar la Constelación propiamente dicha, tuve que ausentarme e intentar recuperarme en el aseo. No sabía decir qué me ocurría pero sentía una fuerte angustia que me dificultaba la respiración, taquicardia, las piernas me flaqueaban y experimentaba un fuerte temblor. Pensé que no podría seguir, pero lo hice, y ¡cuánto agradezco la fuerza para hacerlo!

Cuando alguien interpreta el papel de otra persona en una Constelación, uno siente lo que esa persona sentía. No se trata de una "posesión", ni mucho menos; nunca se pierde la conciencia de uno mismo, pero se experimenta -además- lo que aquella persona sentía, y poco a poco va entendiendo lo que le ocurrió sin que nadie se lo diga.

Ya de vuelta en la sala, iniciamos la sesión, para lo cual cada personaje fuimos colocados de una determinada manera y, a partir de ahí, cada uno empezó a actuar como sentía que debía hacerlo y nos movíamos en la dirección que algo nos decía debíamos movernos.

Aquella mujer a la que yo representaba había estado casada con un buen hombre, tenía tres hijos (un hijo y dos hijas). Y, curiosamente, ante el amor de su familia, ella sentía una opresiva sensación de asfixia. Se resistía a tanto amor; sentía como si tiraran de ella con unos hilos tensos que le desagradaban y sólo quería huir. De hecho, cuando se le permitía moverse, se desplazaba rápidamente hacia la muerte.

Experimentaba una opresión grandísima ante las llamadas de los hijos. Quien mayor tranquilidad le reportaba era el marido, pero necesitaba huir de los hijos. Del hijo mayor, aquella mujer sabía que se iba a sacrificar, porque iba a asumir una responsabilidad que sólo a ella corespondía; y por eso le agobiaba tanto, pues aumentaba la culpa que sentía en su interior y que mucho más adelante se desveló (aquel hijo murió en la guerra). Su hija pequeña le agarraba con fuerza por el cuello, pues la llamaba a que se quedara con ella y que no se dirigiera hacia la muerte (aquella mujer había muerto a los dos días del nacimiento de esta hija a causa de un edema en la garganta). La hija mediana mostraba reproches hacia su madre con una fuerte mirada intimidatoria (probablemente la culpara de su falta de correspondencia al amor que se le mostraba y por el drama provocado).

Cuando se le permitía morir, sentía una mayor tranquilidad, pero no total, ni mucho menos, pues su famlia seguía ejerciendo presión sobre ella; y así fue como se desveló el secreto de familia.

Se me colocó junto a quien hacía de marido de aquella mujer. Empecé a experimentar un temblor en el cuello y sentía toda la opresión de aquellos hijos como si tiraran de mí. Entonces, de repente, mi cuello se fue doblando hacia abajo y mi cabeza fue cayendo de forma muy fuerte hacia abajo. Era como si alguien me la bajara y me obligara a mirar a un punto concreto del suelo; cada vez más y más inclinada la cabeza. Imaginé (por lo que sabía de otras Constelaciones) que aquella mujer miraba a algún aborto que hubiera tenido, pero supe que no era así. Vi agua, y sentí un niño en el agua; luego me di cuenta de que era una niña, y automáticamente sentí que aquella mujer había matado a aquella otra niña, pero no asesinado; probablemente, jugando con la niña y siendo niña ella también, se le cayó a un pozo y murió. Se trataba de su hermana.

En apariencia siempre guardó este secreto en su interior; pero siempre se sintió culpable; culpable por no haber permitido que su hermana gozara de la creación de una familia como ella pudo tener y por eso no podia sentirse libre con los suyos; porque por su sentimiento de culpa sentía que no merecía la felicidad (con lo cual estaba dañando a su nueva familia; es decir, además de no corregir el error, lo aumentaba).

Para arreglar aquello, se dispuso que otro personaje encarnara a la hermana muerta. Aquella mujer a la que yo representaba no podía mirarla; estaba enfrente y no se atrevía (mis ojos no conseguían) centrarse en ella; hasta que ella le explicó que no pasaba nada, que no había nada que perdonar, que una cosa era la responsabilidad de una acción y otra muy distinta la culpabilidad pues ella no había querido hacerlo. Su hermana la quería, y yo, en representación de aquella mujer le pedí perdón, pero ella me hizo comprender que no era necesario, que “me” perdonaba, claro que sí, que lo entendía todo SIN NINGUNA AMARGURA. Entonces empecé a sentirme muy bien con ella. Era una dulzura tan grande la de ese encuentro. Creo recordar que fue entonces cuando ese malestar que había experimentado desde el inicio de la Constelación y que tan sólo se había atenuado remitió por completo.

La Constelación fue más larga; por diversas circunstancias hubo de ser interrumpida y continuarse otro día, y en aquel día tuve el gozo de sentir la paz de esta mujer, de cómo veía a sus hijos ahora, y cómo podía amar a su marido. De como observaba con dulzura el dolor de sus hijas, pero sin sufrimiento pues sabía que el tiempo pondría las cosas en su lugar y que lo que no pudieron entender en su momento lo aceptarían finalmente y se liberarían.

Guardo un recuerdo muy vivo de toda aquella experiencia, y le doy las gracias a Dios en primer lugar y a aquella mujer por permitirme una experiencia que tanto me enseñó.

lunes, 20 de abril de 2009

El Dos Nubes (Osho Zen) y el Dos de Espadas (Rider Waite).- Meditando con las Cartas del Tarot

¡Uy, qué desasosegante que es esta imagen, verdad! Y si leemos el título, entonces la impresión todavía se vuelve un poquito más desagradable, el Dos de Nubes en el Tarot Zen de Osho (el palo que nos habla de la razón, de la mente, del pensamiento) recibe el nombre de ESQUIZOFRENIA. Pero vayamos por partes.

Ya que hablamos de la mente, la carta nos puede estar indicando la importancia que se le da a ésta. Así uno no para de hacerse cábalas y más cábalas, de realizar análisis meticulosos y volverlos a realizar, de ampliar tanto su campo de posibles decisiones desde un punto intelectual que acaba por no saber a qué carta quedarse finalmente.

Nos habla de una persona que quiere alcanzar la montaña del lado izquierdo y también la del derecho pero que no acaba de decidirse cuál elegir primero. Por eso vive una "esquizofrenia", porque lo ve todo pero no se dispone a la acción concreta y determinada. Y, hay momentos, en que uno tiene que decidirse a actuar y ver hacia dónde le lleva esa actuación, porque no es cosa de seguir analizando eternamente sin tomar nunca ninguna decisión.

La duda forma parte de la vida, pues el resultado siempre es inseguro; dudar es lógico, pero habitar en su castillo de manera permanente nos asemejaría al príncipe Hamlet y no parece que tal papel constituya un excelente ejemplo a seguir. Pensar, ver con claridad, y luego... ¡lanzarse!


En el Tarot Rider Waite, el Dos de Espadas nos muestra a una figura con los ojos vendados y que sostiene dos espadas en alto apuntando en direcciones contrarias. Al fondo la luna hace alusión a la confusión de la figura. Por otra parte, el personaje está sentado en una silla (¿de piedra?) dando la espalda a un plácido mar con pequeñas rocas en forma de islas.

La duda, la confusión y la incapacidad para analizar una situación determinada. Ante esta carta uno debe preguntarse por qué no quiere ver la realidad, por qué no quiere enfrentarse a sus verdaderos sentimientos. El personaje parece incapaz de decidir la dirección adecuada, pero todo sería más fácil si se limitara a mirar de frente y, sobre todo, mirar en su interior para comprobar cuáles son en verdad sus deseos; pues, a veces, uno sencillamente los esconde tras una confusión mental para permanecer en la aparente seguridad de la inacción.

La razón, por sí sola, no va a conseguir nada pues deberá completarse con la intuición, y ésta sólo funciona con los sentimientos al descubierto.

sábado, 18 de abril de 2009

Una ceramista amiga: Alicia López Tarrida


En esta ocasión, me gustaría daros a conocer el blog de una amiga que nos visita de vez en cuando, bajo nombres misteriosos pero hermosos, y que, además de escribir bien, realiza unas obras de esas que tienen "arte".



Su nombre es Alicia López Tarrida y, en su perfil, se define como "ceramista independiente".

Podéis visitarla en su blog "MAGIA DE HADAS", donde podréis contemplar una selección de su obra, así como los textos que la acompañan y que no tienen desperdicio.



Y, por supuesto, quien desee hacerle un encarguito, seguro que estará encantada de poder enviaros un trocito de su corazón en forma artística.

¡Ni que decir tiene que las imágines que acompañan este mini-post son de las cerámicas de Alicia! ¡A que son bonitas!

viernes, 17 de abril de 2009

Consejo para un lector de Tarot





Ayuda a ver.

Ayuda a comprender.

Pero,

no marques el destino de nadie.

martes, 14 de abril de 2009

Una visión diferente sobre los Diez Mandamientos

Hace bastante tiempo, envié este extracto del libro "Conversaciones con Dios", a NORA para que lo publicase si así le parecía en su fantástico blog "Dios Laico", cosa que por cierto así hizo. El otro día se me ocurrió que a lo mejor no era tan mala idea volver a publicarlo en esta ocasión aquí, pues yo creo que es un texto que ofrece muchos puntos para la reflexión. Aquí lo tenéis:

Extracto del libro "Conversaciones con Dios" de Neale Donald Walsch.


Walsch: ¿Cuál es el auténtico camino hacia Dios? ¿La renuncia, como creen los yoguis? ¿Y el llamado sufrimiento? ¿Es el sufrimiento y el servicio la vía para llegar a Dios, como afirman muchos ascetas? ¿Ganaremos el cielo si «somos buenos», como enseñan tantas religiones? ¿O bien somos libres de actuar como queramos, de violar o ignorar cualquier norma, de dejar de lado todas las enseñanzas tradicionales, de sumergirse en la satisfacción inmoderada de todos los deseos, para así hallar el nirvana, como afirman muchos filósofos de la Nueva Era? ¿Cuál es el camino: unos patrones morales estrictos, o hacer lo que a uno le venga en gana? ¿Cuál: los valores tradicionales, o improvisar sobre la marcha? ¿Cuál: los Diez Mandamientos, o las Siete Etapas de la Iluminación?

DIOS:

Tienes una gran necesidad de que sea un camino u otro, ¿no? ¿No podrían ser todos ellos?

Walsch: No lo sé. Es lo que te pregunto.

DIOS:

Te contestare, pues, del modo que mejor puedas entenderlo; aunque déjame que te diga que la respuesta está dentro de ti. Se lo digo a todos aquellos que escuchan Mis palabras y buscan Mi Verdad.

Se manifiesta a todo corazón que se pregunte seriamente cuál es el camino hacia Dios; a cada uno le es dada una sincera Verdad. Ven a Mí por el camino de tu corazón, no a través del viaje de tu mente. Nunca Me encontrarás en tu mente.

Para conocer realmente a Dios has de apartarte de tu mente.

Pero tu pregunta requiere una respuesta, y no quiero alejarme de la cuestión.

Empezaré con una afirmación que te asustará, y que quizá ofenda la sensibilidad de mucha gente. No existen los Diez Mandamientos, ni nada parecido.

Walsch: ¡Dios mio! ¿No?

DIOS:

No. ¿Quien habría de mandarlos? ¿Yo? ¿Y para qué se necesitarían tales mandamientos? Cualquier cosa que yo quiera, es. N'est ce pas? Entonces, ¿para qué hace falta mandar nada?

Y, si yo hubiera promulgado mandamientos, ¿no se cumplirían automáticamente? ¿Cómo podría querer que algo fuera tan mal que Yo lo mandara, y luego me sentara y observara que no era así?

¿Que clase de rey haría eso? ¿Qué clase de gobernante?

Pero déjame que te diga que Yo tampoco soy un rey ni un gobernante. Soy, simple y asombrosamente, el Creador. Pero el Creador no gobierna, sino que sencillamente crea; crea y sigue creando.

Yo os he creado a vosotros -y os he bendecido- a imagen y semejanza mía. Y os he hecho ciertas promesas y he establecido ciertos compromisos con vosotros. Os he dicho, en un lenguaje sencillo, qué pasará con vosotros cuando seáis uno conmigo.

Tú eres un buscador sincero, como lo era Moisés. Tambien él, como sabes, se alzó frente a Mí pidiéndome respuestas. “Oh, Dios de Mis Padres -clamaba-, Dios mío, dígnate mostrarte a mí. Dame una señal que yo pueda contar a mi pueblo! ¿Cómo podemos saber que somos los elegidos?”

Y Yo acudí a Moisés, tal como ahora he acudido a ti, con una divina alianza -una eterna promesa-, un compromiso cierto y seguro. “¿Cómo puedo estar seguro?”, preguntaba Moisés quejumbrosamente. “Porque Yo te lo he dicho -le respondí-. Tienes la Palabra de Dios”.

Y la palabra de Dios no era un mandamiento, sino una alianza. Estos, pues, son los...

DIEZ COMPROMISOS

Sabrás que has emprendido el camino hacia Dios, y sabrás que has encontrado a Dios, porque se darán estas señales, estas indicaciones, estos cambios en ti:

1. Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma. Y no tendrás más Dios que Yo. Dejarás de rendir culto al amor humano, o al éxito, al dinero o al poder, ni a ningún símbolo de éstos. Apartarás de ti esas cosas como un niño aparta los juguetes. No porque sean indignas, sino porque se te habrán quedado pequeñas.

Y sabrás que has emprendido el camino hacia Dios porque:

2. No usarás el nombre de Dios en vano. Ni me invocarás para frivolidades. Entenderás el poder de las palabras y de los pensamientos, y no pensarás en invocar el nombre de Dios de una manera impía. No utilizarás Mi nombre en vano porque no podrás hacerlo, puesto que Mi nombre -el Gran «Yo Soy»- nunca se usa en vano (es decir, sin resultado), ni puede usarse. Y cuando hayas encontrado a Dios, lo sabrás.

Y te daré también estas otras señales:

3. Te acordarás de reservarme un día, al que llamarás santo. Esto, para que lo que hagas no se quede en ilusión, sino que te haga recordar quién y qué eres. Y, luego, pronto llamarás a cada día Domingo, y a cada momento santo.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre; y sabrás que eres el Hijo de Dios cuando honres a tu Padre/Madre Dios en todo lo que digas, hagas o pienses. Y en la medida en que honres a tu Padre/Madre Dios, y a tu padre y tu madre en la Tierra (pues ellos te han dado la vida) , así también honrarás a todo el mundo.

5. Sabrás que has encontrado a Dios cuando sepas que no asesinarás (es decir, que no matarás deliberadamente y sin causa), pues, aunque sepas que en ningun caso puedes acabar con otra vida (toda vida es eterna), no querrás poner fin a ninguna encarnación concreta, ni cambiar ninguna energía vital de una forma a otra, sin la más sagrada justificación. Tu nuevo respeto por la vida hará que respetes todas las formas de vida -incluyendo las plantas y animales-, y sólo las alterarás si es en aras de un bien mayor.

Y también te enviaré estas otras señales, para que sepas que te hallas en el camino:

6. No mancharás la pureza del amor con la falta de honradez y el engaño, puesto que eso es adulterio. Te prometo que, cuando hayas encontrado a Dios, no cometerás adulterio.

7. No tomarás lo que no sea tuyo, ni cometerás fraude ni estafa, ni harás daño a otro para poseer algo, puesto que eso sería robar. Te prometo que, cuando hayas encontrado a Dios, no robarás.

Ni tampoco...

8. ... dirás algo que no sea verdad,- y por to tanto, no levantarás falso testimonio.

Ni tampoco...

9. ... codiciarás a la esposa de tu prójimo; ya que, ¿por qué ibas a querer a la esposa de tu prójimo si sabes que todas las demás son tus esposas?

Ni tampoco...

10. ... codiciarás los bienes de tu prójimo; ya que, ¿por qué ibas a querer los bienes de tu prójimo si sabes que todos los bienes pueden ser tuyos, y que todos los bienes pertenecen al mundo?

Sabrás que has encontrado el camino hacia Dios cuando veas estas señales, pues te prometo que nadie que realmente busque a Dios hará estas cosas durante mucho tiempo; sería imposible que continuara realizando estas conductas.

Éstas son vuestras libertades, no vuestras restricciones: éstos son mis compromisos, no mis mandamientos; puesto queDios no manda sobre lo que ha creado,sino que simplemente dice a sus hijos: así es como sabréis que llegáis a casa.

Moisés preguntaba sinceramente: “¿Cómo puedo saberlo? Dame una señal”. Formulaba la misma pregunta que te planteas ahora. La misma cuestión que plantea todo el mundo, en cualquier lugar, desde el principio de los tiempos. Mi respuesta es igualmente eterna. Pero nunca ha sido, ni nunca será, un mandamiento. ¿A quien iba a mandar? ¿Y a quién iba a castigar si mis mandamientos no se cumplían?

Sólo a Mí mismo.



jueves, 9 de abril de 2009

El Maestro

(Aprovechando la celebración de esta Semana Santa del año 2009, vuelvo a publicar un texto escrito por mí que guarda mucha relación con los sucesos que se conmemoran en esta época del año).

Raquel estaba exultante; su alegría no conocía límites y por eso se puso a danzar al tiempo que golpeaba el pandero que en muchas ocasiones la acompañaba. Él había vuelto a actuar, y esta vez lo había hecho en su presencia. Una multitud se había reunido en la montaña para poderlo escuchar; a Raquel también le gustaba hacerlo y en muchas ocasiones su lugar favorito era colocarse a sus pies y mirarlo embelesada; Él entonces sonreía, con esa sonrisa amplia que provenía de la dulzura de su corazón; y, al mismo tiempo que lo hacía, seguía instruyendo a las gentes que acudían a oírlo. Hablaba con total confianza de su Padre, el Padre que decía ser de todos. A Raquel le gustaba el sonido de su voz, pero lo que más le entusiasmaba era saberse junto a alguien tan especial como Él, que podía curar enfermedades y dar de comer a sus amigos, como en aquel momento lo había hecho. Raquel no se preguntó cómo podía ser posible que los panes y los peces siguieran sobrando a pesar de todos los hombres y mujeres que allí estaban, sólo le interesaba constatar que estaban en buenas manos, que aquel en el que habían puesto su confianza era capaz de alimentarlos, y ella, Raquel, se encontraba entre sus amigos elegidos, ¡qué más podía pedir! El peligro ya no existía, pues Él siempre confiaba, el Maestro, Jesús, el hombre que amaba cuando hablaba.

Sin embargo, un día llegó el tormento. Raquel lo había visto en sus momentos de triunfo, aquellos en que las multitudes lo aclamaban y buscaban con desesperación. Ahora aquella búsqueda se había trocado en odio y Raquel no podía entender la razón. Seguro que no había de qué preocuparse; muchas veces les había instruido sobre el cuidado amoroso del Padre sobre sus criaturas, así que no había de qué preocuparse.

Pero no fue así. Lo maltrataron, lo llevaron por las calles, lo dañaron hasta el extremo de aflorar la sangre; y luego, luego la cruz. El grito de Raquel retumbó entre aquella muchedumbre que demostraba los más diversos estados de ánimo; los había desesperados, resignados, amedrentados, y una gran parte de ellos dejó mostrar el odio más escondido que en ellos anidaba, y lo dirigían hacia Él, hacia el hombre que les enseñaba con parábolas, hacia el hombre que curaba sus enfermedades, perdonaba sus pecados, hacia el hombre que los amaba como sólo Él podía hacerlo. El grito de Raquel seguía sonando. Y los ojos del Maestro se clavaron en los de ella; eran unos ojos compasivos aun en el dolor. ¿Por qué la miraba? En aquel momento le pareció a la niña que no sólo la miraba a ella, sino que contemplaba con el mismo amor personalizado a cada uno de los individuos que allí se encontraban asistiendo a su martirio. ¿Cómo podía amarlos a todos, si muchos de ellos habían sido la causa de semejante atrocidad? Pero así era el Maestro. En sus ojos vio la compasión por ellos: no sabían lo que hacían; y en sus ojos vio la compasión por ella: no podía comprender, pero algún día lo haría. ¡Confía!

Cuando terminó el tormento, Raquel se internó por las calles de Jerusalén; y entonces se dio cuenta del cambio: ahora tenía miedo. Mientras el Maestro estaba con ellos, Raquel se sentía cuidada y protegida; tenía un gran amigo; alguien que conocía cara a cara al Dios Padre al que los judíos no podían nombrar. Nadie podía hacerle daño; estaban en buenas manos. Pero ahora, todos eran enemigos. No quería que nadie la tocara; miraba al suelo asustada pues al cielo no quería dirigir sus ojos; ¿cómo podía ser posible que su Padre hubiera permitido todo aquello? ¿Por qué los había alimentado a ellos y no lo había salvado a Él? Los apretujones le desagradaban, no quería sentir la mano de nadie sobre ella, y cuando la tocaban, algo se retorcía de miedo en su interior. Estaba en territorio enemigo. Hasta que una mano la tocó, una mano suave que no la hizo retroceder sino que detuvo el horror por un momento. Alzó los ojos y lo vio: su mirada era la de siempre, llena de amor. Pero no podía ser, estaba muerto, venía del Calvario, allí lo había dejado ya muerto. ¡Confía! Volvió a decirle con los ojos, y se marchó.

Luego supo que otros lo habían visto, se contaban todo tipo de experiencias, pero para Raquel el tormento de la crucifixión había sido más fuerte que cualquier esperanza que pudieran darle. No lo había vuelto a ver; sólo había sido en aquel momento, y luego, nada. No entendía por qué su Padre querido lo había abandonado. ¿Cuál era la razón? Raquel perdió la alegría y perdió la juventud en un día.

* * *

En la isla griega era conocida por "la judía"; algunos la miraban con recelo por esa seriedad que manifestaba. Raquel no se integraba en ningún grupo, aunque acudía a las reuniones de muchos. Escuchaba en silencio, a veces hacía gestos con la cabeza, pero callaba. También allí se hababa del Maestro, y muchos seguían su doctrina. Muchos se atrevían a hablar de Él y de su pensamiento sin haberle conocido como ella lo había hecho.

Cuando miró a lo alto de la colina, divisó el templo de Apolo, y hacia él se encaminó. La colina del Gólgota seguía en su pensamiento; no podía librarse de aquella aterradora imagen. Ahora quería contrarrestarla con la visita al templo lleno de luz y color. Y entró. La figura del dios era hermosa. Apolo tenía todos los atributos de la belleza; no era un padre, pero al menos, nadie parecía quererlo torturar. Sería más fácil seguir aquellos caminos que los que le dictaba su corazón, pero entonces se dio cuenta. Apolo no era un hombre, mientras que su Maestro sí lo era, y aunque no pudiera entender aquel aparente abandono de Dios, su Padre, en aquel momento supo que nunca dejaría de amarlo, de reverenciarlo y de seguirlo. Recordó la mano sobre su hombro, pero no le dio crédito. Aun así supo que nunca abandonaría el amor a su Maestro, y aunque siguiera preguntándose una y otra vez ¿por qué?, seguiría estando a su lado

* * *

Los años pasaron para Raquel; ya vieja, recuperó su dulzura. Ahora le gustaba observar a los jovencitos como ella fuera tiempo atrás. Algunos le preguntaban si era verdad que lo había conocido, y ella decía que sí, y hablaban sobre Él, sobre lo que decía, y lo que hacía, sobre como miraba y sonreía, y por encima de todo, sobre como amaba.

Y Raquel en su vejez se atrevió a levantar los ojos al cielo y buscar la respuesta que tanto se empeñaba en aclarar. Volvía una y otra vez hacia ese Padre que no podía entender, y otra vez lo oyó. La palabra decía: "¡Confía, niña, confía!"

lunes, 6 de abril de 2009

Ases en el Tarot Zen de Osho.- Meditando con las Cartas del Tarot

Como ya vimos anteriormente, en el Tarot Zen de Osho, los Arcanos Menores reciben unos nombres distintos y, según mi modo de ver estas cartas, considero que su significado suele ser expresado en una línea más espiritual, y, por tanto, más abstracta que la mostrada en otros Tarots. Vamos a ver más detenidamente los Ases.


Empezamos por el As del Arco Iris (Oros en el Tarot tradicional); es decir, empezamos por el palo que Osho asigna a lo FÍSICO, y encontramos la carta llamada PLENITUD.

Vemos una figura rodeada de flores; pero no sólo eso, en su interior también las lleva.

La Carta nos recuerda que no podemos estar vacíos; incluso, aunque en algún momento nuestro entorno nos pueda parecer desierto, nunca debemos olvidar las flores que llevamos dentro.
Nos habla de una persona que es en sí misma fruto. Nos habla de alguien que tiene en sí misma la capacidad de regeneración. Vaya donde vaya, lleva la semilla de la fructificación dentro, ¿qué ha de temer, entonces? Su vida genera vida y éxito; nada ni nadie puede eliminar la semilla de la vida que fructifica.

El As del Fuego, de la ACCIÓN, de la Energía (As de Bastos en el Tarot tradicional), nos lleva al interior de cada uno, y, ¿qué hay allí? Nuestra esencia, la semilla de nuestro Creador.

Esta carta nos está dirigiendo hacia la fuerza que habita en nuestro interior; nos dice que es hora de ponerla en marcha. En vez de fijarnos en lo que nos rodea, deberíamos más bien focalizarnos en nuestra propia fuerza. ¿Dónde vas a encontrar mejor ayuda que en tu propio centro interior?

Además, nos pide que nos centremos equilibrando nuestra razón y nuestro corazón. No se trata de que desplacemos la fuerza de la mente al corazón o viceversa, sino que sepamos estar equilibrados para que ésta no se disipe por uno u otro de los lados, sino que, de manera unificada, la energía se concentre en el punto medio de la existencia.


El As de Nubes, hace referencia a la MENTE, y recibe el nombre de CONSCIENCIA. (En el Tarot tradicional estaríamos hablando del As de Espadas).
La mente ha de estar serena y abierta para obtener claridad. Nuevamente se trata de una carta que nos pide centrarnos en vez de dispersarnos; centrarnos para poder analizar, libres de prejuicios y preocupaciones, y poder ir al verdadero fondo de cualquier cuestión que se nos plantee.

La Carta nos mueve a una actitud serena a la hora de ponerse a meditar, a pensar, a desarrollar ese "tercer ojo" situado en el entrecejo que nos permitirá ver la realidad.

El As del Agua, el de las Emociones (As de Copas en el Tarot tradicional), se titula FLUIR. Podemos ver a una figura que se desplaza tranquilamente por el agua. No va contra la corriente sino que permite que la marea la mueva sin oponer la persona resistencias.

¿Cuántas veces te niegas al amor? ¿Cuántos obstáculos pones a la hora de dar y recibir expresiones de afecto? ¿Por qué fuerzas tanto tu corazón?
El agua sabe cómo manejarse; no temas zambullirte en ella pues ya sabemos que las emociones son agua que debe ser liberada y nunca estancada. Se trata del agua en su naturaleza esencial, por tanto, ni sobreactuará ni se estancará si tú permites que fluya libremente. Los excesos no son la verdadera naturaleza de las emociones, sino que surgen por intentar controlarlos sin confiar en los verdaderos sentimientos.

Confía en el proceso de la vida; si somos hechos de amor, ¿por qué temer tanto a la propia naturaleza?

viernes, 3 de abril de 2009

¿Efectos paranormales?



Una vez más, traigo a este blog a un amigo mío muy querido (y también vuestro, si lo deseáis); se trata de Paramahansa Yogananda. En una de sus conferencias aborda un tema que, por lo bien explicado que está, no me resisto a transcribirlo. Aquí lo tenéis:

"Cuando hablo acerca de estos asuntos,
mi conocimiento no proviene
de lo que he leído o estudiado,
sino de mi propia experiencia directa
sobre la Verdad.


Podrás pensar que es extraño, pero,
cuando hablo, estoy viendo,
en ese preciso momento,
todo lo que estoy describiendo.


¿Por qué no habría de ser así?


A través de un equipo de rayos X,
se puede ver la estructura ósea
y todos los órganos del cuerpo.

Sin duda alguna,
la conciencia humana cuenta con
poderes de percepción

mucho mayores que cualquier máquina.


Una pequeña radio
-que carece de cerebro-
puede penetrar el éter y recibir mensajes
enviados desde kilómetros de distancia.


Nuestra conciencia es mucho más sensible que una radio,
cuando aprendemos a sintonizarla con cuidado.

Más allá del cuerpo y de todos los pensamientos identificados con él,
se encuentra el sutil mundo interior,
que está vitalmente relacionado con este mundo.

Podrás contemplar este mundo interno
cuando hayas avanzado espiritualmente".


Paramahansa Yogananda, El Amante Cósmico