jueves, 30 de abril de 2009

Meditación a través de una visión personal de los Chacras

Hoy vamos a hacer una meditación distinta, fijándonos, más o menos, en lo que se conoce como chacras. Y digo más o menos porque responde a una apreciación personal. Osho, en alguna ocasión hablando de los chacras, dijo algo que me interesó mucho. Dijo que uno no se centrara en la ubicación o en el color o en el número que los entendidos asignaban a los chacras; que para descubrir la verdad, uno debe experimentar por sí mismo, y no sólo seguir los dictados de los demás. La verdad es más amplia, y lo que alguien ve verde otro puede verlo azul; ¿cuál es el color verdadero? Seguro que es mucho más de lo que cada uno logra distinguir.

Para quien se esté preguntando qué es esto de los chacras, diré que para mí serían unas zonas que nos hacen centrarnos en la relación y la comunicación que existe entre nuestro cuerpo y el Cuerpo Espitual más allá de nosotros; Divinidad, Energía Espiritual, como tú decidas llamarlo. Son zonas que nos hacen conscientes de determinados aspectos nuestros que deberíamos utilizar como una relación y una comunicación con algo mucho más profundo y amplio de lo que formamos parte y de donde venimos. Son puntos que nos hacen conscientes de determinados aspectos que, a través de esta meditación, intentaremos ir viendo.


¡Comenzamos!


Cierra los ojos y haz algunas inspiraciones y expiraciones suaves. No las fuerces; no pretendas que tengan una determinada duración; déjate fluir, sin más.

Encima de tu cabeza, imagina un haz de luz que te va atravesando, desde la cabeza hasta los pies. Poco a poco te va iluminando, dentro y fuera. Es una luz que te produce tranquilidad. Déjate envolver por ella y sentirte en tu propio elemento al experimentar tu cuerpo en unión con el Universo.

Imagina una luz en la base de tu columna vertebral; una luz justo en la base que te sustenta. Elige tú el color y la potencia. Si la luz es débil, permite que se vaya intensificando poco a poco. ¿Qué te podria sugerir este centro de tu cuerpo? ¿Te das cuenta de qué está representando? La base de la columna es donde te sustentas. Gracias a ella, puedes sostenerte sobre tus pies. Tus pies se posan sobre la tierra, nutriéndose como las raíces de un árbol. ¿Te sientes bien asentado sobre la tierra? ¿Recibes el sustento necesario? Si crees que algo falla en este nivel, que tus necesidades básicas no están cubiertas o peligran, intensifica la potencia de la luz y ve haciéndola más y más fuerte. Siéntete en conexión con tu base, con tus cimientos.

Ahora vas a ascender un poquito por tu cuerpo, y te vas a colocar en los genitales y en el vientre, en algún punto que abarque estos lugares, y vas a ver una luz que se expande desde ahí mismo. Los genitales y el vientre nos llevan a nuestro origen fruto de una relación. Allí se unieron las semillas de nuestros padres, junto con la de Dios, y en el vientre de tu madre tuviste tu primera acogida, tu primer hogar. Nos habla de la relación primera, de la relación básica. Allí te nutrías y allí decides tú nutrir en cada acto de amor que realizas. Nuevamente fíjate en la intensidad de la luz y en el color; y gradúala hasta convertirla en un potente y amoroso color.

Sigue ascendiendo y colócate en tu abdomen, en tu plexo solar. Fíjate en todo lo que alberga esta zona del cuerpo; el aparato digestivo es de suma importancia; el estómago, la vesicula, el hígado... ¿A qué te remiten todos estos órganos en tu vida cotidiana? Sí, a las relaciones con los demás y al malestar que a veces pueden provocarte sus presiones. Ya no se trata de una relación íntima como la anterior, sino que está más enfocada a lo exterior y se ha ampliado a un círculo más extenso de relaciones (amigos, compañeros, electricistas, fontaneros, dependientes, funcionarios públicos...). Ante cada encuentro con ellos, se produce una situación que puede llevarte a sentir molestias en el estómago, bilis, incluso vómitos; porque te pueden estar transmitiendo ideas molestas para ti. El estómago se nos encoge ante algo que nos da miedo. Te percatas de que en este punto medio, las relaciones se han ampliado tanto que se han complicado, y tú debes serenarte. Respira tranquilamente y céntrate en la luz y en el color que tú veas o elijas. Haz que esa luz cada vez sea más diáfana y acogedora; permite que fluya y se mueva entre todas las tensiones como un junco en el río que, sencillamente, se dobla permitiendo las oscilaciones sin quebrarse al no oponer resistencia. Que esa luz te ilumine y se irradie hacia el exterior. La luz elimina la confusión; mímala y trátala con cariño expandiéndola con suavidad.

Llegamos ahora al centro del corazón, donde está albergado el amor. Irradia amor a través de una luminosa luz hacia todos, incluido tú mismo. Las luces tienen una doble dirección. Céntrate en el corazón de manera amorosa, sin condiciones, con apertura total; no permitas que nada bloquee la luz que se expande. ¡Es tan necesaria esta luz! Ayuda con tu meditación a que se expanda a todo el mundo, incluido tú mismo.

En la garganta imagina otro punto de luz. Ahí está tu capacidad para la expresión. Si eres de los que de vez en cuando no les salen las palabras o se les atropellan, te vendría muy bien dedicar un tiempo a que la luz te penetre y se expanda hacia fuera a traves de este chacra de la garganta. Expresarse sin violencia, dándose el tiempo adecuado y vocalizando de manera clara. Expresar y comunicar; permitir a su vez la expresión y la comunicación del entorno, sin que tu hablar no enmudezca al otro. Permite que la luz se vaya volviendo más y más diáfana y potente.

Para expresarse uno debe tener las ideas claras; así que vamos al punto situado en el entrecejo, el famoso "tercer ojo", la vía del entendimiento. ¡Entender facilita tanto las cosas! Imagina en ese punto una hermosa piedra preciosa: un diamante, un brillante, con sus múltiples facetas, desplegando luz por todas partes; una luz que cada vez se amplifica más. Ábrete al entendimiento.

Y situáte por encima de tu cabeza; por el lugar donde apareció la primera luz que imaginaste en esta meditación. La Luz que te conecta con tu Creador. Permite la conexión de manera voluntaria y disfruta de esa sensación, dejándote nutrir por ella.

Ya te has iluminado totalmente. Agradece, reverencia. Respira pausadamente, hazlo unas tres veces, y en la última coge un aire que te despierte y te conduzca a tus ocupaciones cotidianas. ¡Ahora abre los ojos y muévete!


NOTA: Para quienes estén interesados, pueden visitar la página de la que extraje la primera imagen de este post y que, aunque esté dirigida a las mujeres, creo que bien pueden beneficiarse tanto hombres como mujeres: