miércoles, 28 de marzo de 2012

Los defensores de Jesús


Me llama la atención que en un mundo cristiano que pone en tela de juicio a Jesús, confundiendo a la persona con sus supuestos seguidores, sean diversos intelectuales de otras culturas los que parezcan empeñados en colocarlo en el lugar que se merece. Uno de estos autores es Deepak Chopra, médico y escritor indio de reconocido prestigio, no exento de polémica, pero eso es algo lógico ante cualquier personaje que suscite interés.

En su libro, El Tercer Jesús,  Chopra nos ayuda a reflexionar sobre la figura de Jesús y su aportación al mundo terrenal y espiritual, partiendo, por supuesto, de sus ideas orientales. No es que comparta en su totalidad el pensamiento de este autor y la forma de entender frases de Jesús, pero sí me emociona y me alegra que valore el encuentro personal con esas ideas, en vez del puramente dogmático, y que anime al lector a promover ese encuentro. ¿Qué puede estar diciéndonos a cada uno de nosotros aquellas frases pronunciadas hace más de dos mil años y que, sin embargo, no han perdido actualidad?

Son muchos los que no se acercarían a unas Evangelios que consideran lectura exclusiva para un determinado sector de la población, y que, sin embargo, sí están dispuestos a leerlo bajo otras denominaciones. Me parece una buena opción. Por supuesto, soy una enamorada del conocimiento, y, por tanto, creo que lo mejor sería imbuirse de una cultura que nos permita leer, por ejemplo, ambos libros, para poder extraer nuestras propias conclusiones; pero sea cual sea la decisión personal de cada uno, agradezco que personas aparentemente alejadas del Cristianismo lo den a conocer de una manera tan respetuosa.

Me gustaría citar un pequeñísimo extracto de este libro, que precisamente ando leyendo ahora. Creo que el autor ha estado muy acertado en estas explicaciones, como digo, fuera del dogmatismo y centrándonos en la problemática del hombre y su relación con la Divinidad.

Dice Deepak Chopra a propósito de la oración:

Opino que Jesús valora la oración como proceso de crecimiento interno. No dice que en lugar de confiar en Dios de manera implícita, debamos rezarle. Pero si entendemos a Jesús como un maestro de la iluminación, la oración sirve a ese propósito. Cuando rezamos a un Dios omnisciente, unimos nuestra conciencia a la conciencia pura. Esta conexión se vuelve más intema a medida que se progresa por el camino.
Al principio puedes ofrecerle amor a Dios porque sientes un amor genuino por Él, o quizá porque sabes que las oraciones deben contener amor. Ese amor menguará, como ocurre con cualquier relación, pero con el tiempo, ese amor se vuelve más profundo y revela misterios que antes no contemplabas. La oración es una manera de mantener vivo este proceso y monitorizarlo a medida que pasa.
Cuando nos expresamos en una relación, queremos obtener respuesta. El silencio implica que la relación está bloqueada; el silencio constante implica que la relación ha terminado. Por tanto, la oración también es un modo de comprobar, si Dios está escuchando, si tu relación con el espíritu sigue viva.
Añado yo. Sé que Dios está escuchando aunque a veces no seamos capaces de oírlo. ¿Estamos dispuestos a hacerlo? ¿Estamos dispuestos a entenderlo no sólo con el lenguaje sino con multitud de señales en forma de amigos, ayudas, supuestos enemigos? Dios habla de forma misteriosa, ¿sabemos dirigirnos a Él y hacerlo parte de nuestra vida? Porque, nos pongamos como nos pongamos, querámoslo o no... Él forma parte de nuestra vida pues es nuestro Creador.

¡Que esta Semana Santa nos traiga la Paz y el Amor que tanto predicó quien hubo de someterse hasta la muerte y luego resucitó: Jesús!

miércoles, 21 de marzo de 2012

18 - LA FAMILIA

La carta en la que nos vamos a fijar hoy recibe el nombre de LA FAMILIA en el Oráculo El Symbolon. Quizá este título y una mirada precipitada al diseño pudieran sugerir algo que realmente no correspode a todo lo que esta carta implica. Vamos a verla detenidamente.

No, yo no creo que se nos muestre una pareja felizmente unida y con un hijo que ambos comparten ilusionados. No, definitivamente no es eso de lo que nos habla. Si nos detenemos más en las posiciones de los personajes, es probable que nos vayamos dando cuenta de lo que realmente muestra esta carta.

La mujer está arrodillada frente al hombre, ofreciéndole su hijo. El hombre, arrodillado también, pero no ante ella, sino ante el niño, parece deseoso de recibirlo. La escena, además, nos dibuja un río para hacernos ver el sentido emocional de esta carta.

Bien pudiera ser que éste no sea el padre biológico del niño, sino que es alguien que desea tener un hijo y acepta el de una mujer que ha decidido deshacerse de él.

Así que las cosas no son tan bonitas como parecían al principio, ¿verdad? Entonces, ¿cuál podría ser el mensaje de esta carta?

Cuando dos seres se unen, ya sea en una relación amorosa, en una relación de amistad, o incluso en un asunto de negocios, hay que tener en cuenta que de los dos personajes que buscan esa relación surge ineludiblemente lo que los autores de este Oráculo llaman "una tercera fuerza", aquí representada en la figura de un niño.

¡Cuántas veces no tenemos en cuenta esto y valoramos todo de manera independiente, sin percatarnos de esa tercera fuerza de la que no podemos desentendernos!

La responsabilidad ante los vínculos que se crean y sus frutos, sean éstos del carácter que sean, es uno de los mensajes más evidentes de esta carta. Cuando dos seres se comunican, además del y del yo surge una tercera fuerza que es más que la suma de los dos, una tercera fuerza que debemos tener muy, pero que muy en cuenta, en vez de abandonarla en unas manos distintas de las nuestras.

viernes, 16 de marzo de 2012

Los árboles que no nos dejan ver el bosque

Problemas,  problemas y más problemas. Situaciones que nos llenan de ofuscación porque nos falta perspectiva para comprenderlas y dilucidar posibles soluciones. Es verdad aquello de que los árboles no nos dejan ver el bosque, algo que refleja muy bien la carta Diez de Bastos del Tarot Rider Waite.

A la hora de la meditación, me sereno y espero. En mi mente aparecen los problemas, pero, ¿por qué?, ¿por qué tanto revoltijo? Quiero respuestas y no sé obtenerlas por mí misma. Pero entonces, nuevamente me sereno y poco a poco la respuesta llega en forma de imágenes llenas de significado.


Veo las copas de los árboles de un frondoso bosque. Es curioso; veo las copas de esos árboles pero no consigo ver más que las copas a pesar de estar sobre ellos. Es absurdo; si estoy sobre los árboles, con sólo cambiar la perspectiva, podría obtener otra visión más amplia que abarcara un espacio mayor.

Entonces, alzo la mirada por fin y miro al cielo. Justo en ese momento un hermosísimo pájaro con sus alas extendidas me confirma que puedo ampliar mi horizonte.


Y así lo hago, como si fuera montada sobre este pájaro, o como si fuera otro pájaro igual a él,  observo cómo la imagen va alejándose y puedo ya contemplar, no sólo las copas de los árboles, sino mucho más allá: el paisaje en perspectiva.

Y es entonces cuando entiendo la lección:



Las preocupaciones, los problemas desaparecen 
cuando se enfocan con otra perspectiva.



lunes, 12 de marzo de 2012

Guerra de sexos

Resulta sorprendente que, en vez de buscar una unión y una comprensión, sean muchos los que se empeñen en establecer esta rivalidad entre los sexos que, por mucha liberación de la que se hable, parece enraizada en el interior de una gran mayoría.

Estudiosos de la psique humana han concluido muchas veces que todos, seamos del género que seamos, tenemos una parte de aquel con el que no nos mostramos. Es decir, los hombres tienen una parte femenina, y las mujeres albergan dentro de sí otra parte masculina. Por supuesto, no parecen estar en la misma proporción ambas partes, pero eso no puede hacernos olvidar que algo del otro sexo tenemos, y que, por supuesto, no está ahí para hacernos la vida imposible sino para ayudarnos en nuestro crecimiento. Entonces, ¿por qué odiarnos en vez de completarnos?

Me parece revelador este texto de Alejandro Jodorowsky que nos invita a la reflexión.

Una mujer que detesta a los hombres no se puede realizar porque, de manera inconsciente, odia la parte masculina de sí misma y no la puede integrar. Lo mismo le sucede al hombre que por un secreto odio a las mujeres rechaza su propia feminidad, no pudiendo completarse. Sólo alcanzamos la paz cuando nuestra mujer y nuestro hombre interiores se equilibran y manifiestan libremente.


martes, 6 de marzo de 2012

Las casualidades NO existen

Hace unos años tuve una experiencia que mucho me enseñó y que quisiera compartir aquí por la lección que pudiera aportar, así como me la aportó a mí. 

Una de mis amigas había decidido ir a pasar unos días con su hijo a la ciudad de Toledo y me invitó a disfrutar con ellos uno de esos días. Ni corta ni perezosa me metí en un tren de cercanías dispuesta a pasármelo muy bien ya que, entre otras cosas, esa ciudad tiene un encanto especial para mí.

Desgraciadamente, cuando el tren inició la marcha me di cuenta de que había elegido un asiento que iba en dirección contraria al sentido del tren; algo que me disgustaba bastante. Miré hacia atrás, y vi con alegría como uno de los asientos en la dirección adecuada según mi gusto estaba libre, así que rápidamente me cambié de lugar no fuera a adelantárseme alguien. 

Lo hice tan rápido que no me fijé en el hombre de unos 30 o 35 años que estaba sentado justo enfrente y me miraba con cara de sorpresa. Cuando me percaté de su presencia, y de su mirada, decidí que tenía que darle algún tipo de explicación, no fuera a creerse lo que no era. Así que le expliqué que no me gustaba el otro lugar porque iba en sentido contrario a la dirección. Sin dar palabra, aquel hombre joven me siguió mirando con cara de sorpresa, e incluso de cierta inocencia. Así que le repetí lo que sucedía, y él empezó a hablar de algo intrascendente. Fue de esta manera como pude detectar que no era español, y aunque hacía encomiables esfuerzos para hacese entender en mi idioma, lo cierto es que mucho éxito no tenía el hombre. Así que le pregunté si hablaba inglés, pero siguió con su perorata en lo que a su juicio era español (idea que yo no compartía). Como la comunicación se hacía difícil insistí y le pregunté de dónde era; y ahí sí tuve más suerte, porque me contestó que venía de Estados Unidos de América. Así que como, mientras no se demuestre lo contrario, en aquel país se habla principalmente inglés, decidí usar este idioma para entendernos algo mejor (mi inglés, aunque no bueno, era mejor que su español.

He de decir que su detalle al intentar hablar en el idioma del país en el que se encontraba le dio muchos puntos a su favor; pero tampoco hay que abusar y exigir un esfuerzo sobrehumano a quien está dispuesto a colaborar. Lo cierto es que mantuvimos una conversación muy animada y el viaje se pasó rápidamente.

Al llegar a la estación, nos despedimos dándonos una oportunidad de nuevo encuentro. Le dije que yo no podía obligar a mi amiga y a su hijo a compartir el día con él si ellos no lo deseaban; y, por otra parte, él también tenía que decidir si quería hacer la excursión turística solo o acompañado, así que después de sugerirle que fuera a ver el Alcázar de Toledo lleno de símbolos militares (algo que él me había dicho que le encantaba), le propuse que si se sentía con ganas de pasar el día con nosotros y si mis amigos no ponían objecciones, estaríamos a la hora de comer en un determinado punto de la ciudad. Si todos acudíamos, pasaríamos el día juntos; y si no, habríamos disfrutado de un viaje en tren muy divertido.

Mis amigos estuvieron de acuerdo, y, puesto que él acudió a la cita, se puede concluir que el visitante americano también consideró positivamente el encuentro. Fue divertido visitar Toledo todos juntos, y a la vuelta en tren, ya solos él y yo, nuevamente tuvimos oportunidad de dialogar bastante.

Y ahí surgió la gran pregunta. El hombre se había dado cuenta de que mi amiga y su hijo no eran precisamente de la misma raza, y eso le llevó a preguntar por dónde se encontraba el padre; a lo que yo contesté  lo que sabía, que estaba en su país de procedencia.

Aquel hombre se endignó mucho y exclamó: "¡Pero cómo un padre puede abandonar a su hijo!"

Viendo su sorpresa, decidí explicarle la situación tal y como la madre me la había contado. Y le dije: "Espera, estás presuponiendo cosas de las que desconoces el origen. Voy a explicártelo. Cuando nació su hijo, se vio claramente que el país que mejores posibilidades podía ofrecer a su hijo era el de la madre, y decidieron que la madre y el niño volverían a éste, mientras que él, por no verse capacitado para vivir en un país distinto, permitiría, por el bien del niño, alejarse de él".

Tras unos minutos de silencio me confesó que él también tenía un hijo con una mujer de una nacionalidad y raza distinta, y que por fín, tras una dura lucha, había conseguido que en pocos días su hijo pasara una temporada con él por primera vez. Hizo otra vez hincapié en que un padre no debe de abandonar a su hijo.

La conversación siguió hasta unas preguntas que le hice, no sé muy bien por qué. Le dije: "Sin entrar en vuestros problemas de pareja, ¿es ella una mala madre?". "No, por Dios, es muy buena madre", dijo él. "Entonces -seguí yo-, ¿por qué quieres quitarle a su hijo?". Y él contestó: "¡Porque es mío también!"

Por supuesto no le faltaba razón pero había que ahondar más en la situación y le pregunté si conocía el idioma de su hijo; me contestó que apenas; y entonces se me ocurrió algo: "¿Por qué le exiges a tu hijo que se acerque a ti, y tú no haces el esfuerzo de acercarte tú a él sin desarraigarle?"

No sé si fue adecuado o no el consejo, pero lo que pretendía mostrar era la importancia de que ambos, en vez de pensar en ellos mismos y en lo que deseaban, pensaran algo más en las necesidades y gustos de su hijo, y buscaran una solución desde él y no desde cada postura particular.

Cuando llegamos a la estación de vuelta de nuestro día de viaje, él me dijo: "¿Sabes? Ha sido un día muy afortunado. Mis compañeros no querían salir y mezclarse con los "nativos" (y eso que una de mis compañeras de trabajo es española), pero yo decidí salir y mezclarme con el pueblo; y resulta que me encuentro a una "indígena" que me habla en mi idioma y con acento americano en lugar de británico; además me muestra un museo de soldaditos que me apasiona, y por último encuentro a una madre y a un hijo que reflejan la situción que vivo... ¿Sabes? Esta noche voy a tener que pensar mucho, pero que mucho, en todo esto y consultarlo con la almohada".

Pero él no era el unico que tenía que aprender una lección; yo también tenía varias gracias a esta experiencia, y, sin duda alguna, una muy fundamental que se me ha quedado grabada y da título a esta entrada es que:

Las casualidades NO existen.