viernes, 22 de junio de 2012

Fricciones y uniones a la luz de la Meditación

Sentada, busco la tranquilidad de la meditación para obtener alguna respuesta. ¿Cuál es el problema hoy? ¿Qué deseo plantear en mi meditación? Porque sí, hoy deseo una respuesta concreta que me ayude a entender el porqué de las desuniones, de los desencuentros, de los conflictos. Necesito encontrar el para qué de los mismos. Y busco la respuesta a través de la meditación.

Para ello, primero me siento con calma, planteo la pregunta y espero que venga una respuesta. Hoy ésta llega en forma de imágenes.

Veo como cae la lluvia sobre la tierra. A causa de ella, la tierra se transforma en lodo. No entiendo el significado de lo que veo pero no me impaciento, y sigo esperando a ver qué sucede.

Al observar la escena con más detenimiento, me doy cuenta de que más que simple lodo, lo que se ve es la unión de la hierba con la tierra. Por efecto de la lluvia, desaparecen los límites de lo que era por un lado simple tierra y por el otro briznas de hierba, para mostrarse unidos los dos elementos; deja de haber fronteras.

Y es entonces cuando empiezo a entender.

Las emociones, las aparentes tristezas logran despertar el nexo de unión que se nos ocultaba. Las emociones permiten que surja una mezcla nueva que hay que saber ver y valorar, en vez de despreciar.

En la meditación parecen decirme cómo a veces las lágrimas pudieran servir para provocar la unión y despertar el amor adormecido. También me aclaran que sería preferible llegar a ese estado sin necesidad de esta profunda crisis interna, y a menudo externa al estar implicados más individuos; pero la condición humana parece exigir algunos de estos momentos por nuestra propia obcecación.

Si valoráramos la unión de forma constante, no habría necesidad de que las dificultades se presentaran  para recordarnos su existencia y belleza.