Con las lecturas de Tarot, a menudo me doy cuenta de algo que nos afecta quizá más a los habitantes de un mundo bien surtido como el nuestro que a los que tienen la desgracia de carecer incluso de lo básico, y es lo siguiente: nuestra constante insatisfacción.
Sí, con demasiada frecuencia parece faltarnos algo y, sin embargo, con la misma frecuencia o más olvidamos valorar lo que sí tenemos y que normalmente constituye mucho más que aquello que nos falta.
Un cierto grado de insatisfacción es bueno puesto que nos ayuda a progresar, nos motiva para seguir avanzando y alcanzar nuevas metas; pero el problema está cuando alimentamos tanto ese sentimiento de frustración que termina por llevarnos a una excesiva decepción.
Es verdad que hay problemas, no podemos negarlo; es verdad que no lo tenemos todo al completo (además, ¿seríamos capaces de asimilarlo?); pero también es cierto que muchas más veces de las deseadas no sabemos apreciar lo que tenemos y nos buscamos más problemas de los que nos corresponden. Y cuando llego a este punto en mi pensamiento, me pregunto: ¿Será que no sabemos convivir con la felicidad?
Sí, con demasiada frecuencia parece faltarnos algo y, sin embargo, con la misma frecuencia o más olvidamos valorar lo que sí tenemos y que normalmente constituye mucho más que aquello que nos falta.
Un cierto grado de insatisfacción es bueno puesto que nos ayuda a progresar, nos motiva para seguir avanzando y alcanzar nuevas metas; pero el problema está cuando alimentamos tanto ese sentimiento de frustración que termina por llevarnos a una excesiva decepción.
Es verdad que hay problemas, no podemos negarlo; es verdad que no lo tenemos todo al completo (además, ¿seríamos capaces de asimilarlo?); pero también es cierto que muchas más veces de las deseadas no sabemos apreciar lo que tenemos y nos buscamos más problemas de los que nos corresponden. Y cuando llego a este punto en mi pensamiento, me pregunto: ¿Será que no sabemos convivir con la felicidad?