La carta de El Symbolon llamada El Sueño de la Bella Durmiente, también recibe el nombre de Inactividad. Vamos a irla descubriendo poco a poco.
Una mujer yace en un féretro de cristal a cielo abierto. Las rosas rodean su ataud y sobre ella, el cielo nos muestra numerosas estrellas y una luna menguante que anuncia oscuridad. Pero hay más en ese paisaje celestial, unas nubes de las que emergen dos manos; una más grande y protectora; la otra, más pequeña que pide auxilio. Y ahí está la clave de la carta. Nuestro personaje ha hecho aparentemente todo lo que podía, pero los resultados parecen no depender de sus esfuerzos; al menos, tal y como ella los concibe. Puede ocurrir que haya puesto sus deseos en un sueño inalcanzable o puede ser que sencillamente los resultados no dependan de ella, pero, cuando mira el paisaje, sólo ve un cielo negro que no augura nada bueno y, por tanto, cansada de la lucha sólo le queda dormir y dejarlo todo en las manos de Dios.
En el sueño reparador puede que encuentre las respuestas. Si deja paso a la intuición en vez de al constante hacer, podrían desvelarse soluciones que en una fase de vigilia no fue capaz de encontrar. A veces, el sueño ayuda a quitar las telarañas de la mente, cuando decidimos dejarlo todo en manos de quien mejor conoce nuestro bien. Gracias a la oscuridad, también aprendemos a no dispersarnos en los múltiples colores de la vida, colores que pueden deslumbrarnos tanto que olvidemos la meta real de nuestro sentir.
Los acontecimientos no siempre suceden con rapidez y hay que permitirles que tomen su tiempo. Mientras esperamos, lanzamos plegarias de ayuda; pero no de manera desesperada sino confiada, pues si uno ya ha hecho su tarea, ¿qué puede temer? Al despertar descubriremos si nuestros anhelos eran sólo un sueño o una realidad que por fin se ha materializado con el tiempo.