lunes, 15 de septiembre de 2014

73 - LA CONFESIÓN


Todos cometemos errores; todos llevamos un peso en el alma que necesita ser liberado. A veces, sincerándonos con nosotros mismos podemos descubrir traumas, culpas, tristezas; y también podemos resolverlas. Pero en ocasiones se hace necesario verbalizar aquello que llevamos dentro. Y para ello podemos elegir a una persona que consideramos lo suficientemente sabia como para entendernos y aconsejarnos. En otras ocasiones, si hemos perjudicado a alguien, esa persona a la que debemos ir con nuestra culpa es la misma a la que hemos perjudicado. La cuestión es confesar lo que nos oprime el corazón en busca de consejo, y por supuesto, perdón.

Y eso no es ninguna señal de debilidad. Al contrario, reconocer y pedir perdón sólo pueden hacerlo las grandes almas que buscan el bien, para ellas mismas y para los demás también.

A veces somos aquel que se confiesa, y en ocasiones actuamos de confesores. Cualquiera de las dos tareas conlleva la misma dignidad, pues no permanecemos de manera constante en ninguna de ellas.

La confesión genera intimidad, humildad, liberación, sabiduría, reconocimiento de la verdad y aceptación de lo que somos y de lo que desearíamos ser. La confesión nos adentra en el camino de la sinceridad y por ello, el camino de la verdad.