Como ya decía el filósofo en la Antigua Grecia, "Sólo sé que no se nada"; eso es bien cierto, pues saber, lo que se dice saber, muy poquito sé. No conozco las causas ni las consecuencias de la gran mayoría de las verdades del Universo; pero lo que sí puedo es vislumbrar alguna.
Por ejemplo, desde mi experiencia al consultar las diferentes cartas del Tarot, I Ching y demás, sé que siempre dicen la verdad, que no engañan; otra cosa bien distinta es que acierte siempre yo en su interpretación, aunque ésta con el tiempo se haga patente; y otra cosa también es que a veces, en ocasiones muy contadas, no quieran hablar, pero cuando lo hacen siempre dicen la verdad, y me pregunto: ¿cómo es posible esto? Y entonces pienso en múltiples posibilidades.
Una de ellas sería que nuestra mente sea mucho más poderosa de lo que imaginamos y perciba y emita en muchísima mayor medida de lo que podríamos suponer.
Otra sería que realmente existan seres por encima de nosotros con una perspectiva más amplia que la nuestra, y que decidan comunicarse con nosotros cuando así se lo pedimos o así ellos lo consideran.
Otra pudiera hablarnos de la existencia de una Inteligencia Universal a la que llamamos Dios, que no podemos alcanzar a entender pero que ella sí lo hace con respecto a nosotros, y que también tiene sus formas de comunicación con quienes deseamos escucharle, y con quienes ni siquiera lo intentan.
Y otra, por supuesto, podría ser la unión y combinación de estas tres fuentes. Pero lo cierto es que existen muchas cosas que desconocemos pero que vislumbramos a partir de los efectos.
Y entonces pienso en las hormigas, aquellas hormiguitas que cuando era niña veía cómo caminaban en fila llevando su comida al hormiguero, y cómo yo me cuidaba mucho de no pisarlas y dar un rodeo para evitar tal peligro. Y me veo como una de ellas. ¿Qué les sucede a las hormigas? Cuando llega la hora de salir del hormiguero, lo hacen de manera bien disciplinada para conseguir el alimento que satisfará las necesidades de todas. Salen todos los días a realizar su labor pero, sin que puedan entenderlo, de repente un objeto extremadamente grande y peligroso les dificulta el camino; ellas no entienden lo que es, pero sí conocen los peligros que les suponen. No entienden, ni siquiera pueden ver el verdadero origen de ese peligro; ellas sólo alcanzan a ver una sombra que se acerca de manera inexorable al lugar que han escogido para trazar su sendero. Ellas no saben qué se esconde detrás, pero nosotros sí, porque nosotros somos el origen de esa sombra que termina en un pie revestido de un fuerte y aterrador calzado para las pequeñas hormiguitas. Nosotros sí sabemos que detrás va todo un cuerpo con piernas, brazos, cabeza; ellas, no pueden verlo ni imaginarlo, pero ahí estamos nosotros aunque ellas no lo comprendan.
¿Y qué hay detrás de nuestro cuerpo y de nuestro entorno conocido? Como las hormigas, nada sabemos de cierto, pero sí podemos vislumbrarlo. Y eso es lo que me lleva a tener muy, pero que muy en cuenta, la metafísica de las hormigas en la que estamos inmersos sin ni siquiera saberlo.