¡Felicidades, papi!
¡Me gusta compartir tu nombre;
¡Me gusta compartir tu nombre;
para mí es todo un orgullo llevarlo!
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| Estudio de Jean-François Millet |
La Reina de Hielo es una imagen que nos transmite tristeza pero, esa tristeza, ¿a qué puede ser debida? Vamos a reflexionar sobre esta carta.
Vamos a empezar por el dialecto gatuno. Los gatos son animales muy especiales que, aunque les gusta conservar su independencia, eso no quiere decir que no disfruten del cariño de los que le rodean ni que no busquen la comunicación con su entorno; pero, ¿cómo lo hacen? Fundamentalmente por el tacto. Sí, cualquiera que tenga gatos lo sabe; les encanta ser acariciados; incluso lo hacen ellos entre sí o bien buscan humanos a los que lamer con delectación pidiéndoles asimismo arrumacos para ellos. Eso sí, sólo cuando ellos así lo desean; no se te ocurra acariciar a un gato que está en contemplación o jugando alegremente con su pelotita de papel de estaño, porque entonces rehuirá tus caricias. El gato da y recibe... cuando él quiere.
¿Y los peces?; ¿qué sucede, concretamente, con los peces de acuario? En un alarde de imaginación, el autor considera que los peces que tenemos encerrados en nuestros acuarios no pueden ni saben ni quieren ser tocados, ni alabados, ni siquiera necesitan nuestra compañía; pero sí requieren algo fundamental, nuestra dedicación hacia ellos cuidándoles con nuestras acciones en su beneficio. Esos actos y favores que realizamos para ellos les son totalmente necesarios: limpiarles la pecera, ofrecerles comida..; en definitiva, realizar para ellos aquello que precisan.