La Reina de Hielo es una imagen que nos transmite tristeza pero, esa tristeza, ¿a qué puede ser debida? Vamos a reflexionar sobre esta carta.
Nuestro personaje, a pesar de todos los lujos con los que cuenta, se siente desdichada. Al fondo, un hermoso palacio resplandece bajo el sol, pero ella permanece alejada de su hogar, mirando una flor congelada sobre su corazón y derramando una lágrima sobre ella. Bien; esa lágrima que derrama puede ser la solución que está buscando, pues al dar rienda suelta a sus sentimientos podría hacer resucitar la flor y liberarla del hielo.
Sí, la reina a veces ha pecado de un exceso de frialdad que ha convertido su corazón en un témpano de hielo; un hielo que contagia a todo el resto de su cuerpo, así como a quienes la rodean. Y luego se queja de su tristeza, pero no se ha parado aún a meditar sobre la posible responsabilidad que tenga ella en generar ese sentimiento.
La reina se ha aislado tanto para no sufrir, que ha terminado sufriendo. Si levantara su espejo y se viera en él, podría descubrir que la causa de su tristeza está en ella misma y en la frialdad de sus sentimientos. De eso trata el autoconocimiento; de ser capaces de mirar nuestro interior en nuestro espejo; y antes de echar la culpa al resto del mundo sobre nuestros males, ver si no hemos sido nosotros los verdaderos artífices de nuestras decepciones.
La Reina de Hielo nos trae el mensaje de que tenemos que despertar y ver que el mundo es más radiante de lo que imaginábamos. Además nos dice que de nada sirve protegerse del sufrimiento generado por los sentimientos, pues el dolor que nace de ellos nos da la medida de nuestro amor. La frialdad no aleja el sufrimiento, sólo lo disfraza y termina por hacerlo mucho mayor. La Reina, cuando se haya mirado al espejo descubrirá que tiene que llorar para poder abrir su corazón y así ¡resucitar!