¡Vaya bacatazo! Y tú que te creías tan seguro en tu trono, pero, sin saberlo cómo, te has resbalado y caído delante de él; y lo que es peor, delante de tu bufón que se cree mucho más listo que tú. Hasta el pajarillo parece reírse de tu traspiés y proclamarlo a todo el mundo. Menos mal que el león guarda la compostura y parece no haberse enterado de nada -o por lo menos, así lo disimula.
Pero no es para tanto; no deberías angustiarte así. A veces las caídas están ahí porque son absolutamente necesarias. Sí, se que cuesta creerlo, pero aunque te dediques a increpar a unos y a otros culpándoles de tu aparatoso resbalón, lo cierto es que de alguna manera estaba predestinado para que aprendieras a tomarte las cosas como son y no tan a la tremanda. Sólo ha sido un traspiés; no hagas un mundo de ello. Levanta la mirada y fíjate bien en el pájaro que, aunque tú hayas pensado mal de él, no está cantando tu desgracia, sino su propia alegría. No eres tan importante para él, y apenas te ve; lo único que ve el parjarillo es la Vida en su totalidad y canta porque su naturaleza se lo exige. Escucha bien; he dicho que "canta", no gime, ni llora ni despotrica; sencillamente canta.
¿Me escuchas? Sí, soy el bufón quien te habla. Ése que has contratado para que te diga la verdad y que a veces no quieres oír. Pero aprende de mi consejo. Nadie aprende a caminar sin caerse antes, así que no es tan tremendo; míralo como un estadio más del proceso que te dará nuevo conocimiento.
Y ahora, mírate a tí mismo. ¿No te parece divertida esa carita tan compungida que muestras? ¡Venga, hombre, riéte un poco! Sólo se trata de eso, que aprendas a enfrentar los errores con aplomo, gracia y elegancia. Y en vez de culpar al mundo de tus propios deslices, ríete en primer lugar de ti mismo, y ganarás en sabiduría.