Esta carta parece que nos está diciendo de manera más que rotunda: "Ni lo intentes; esa espada no te pertenece". La carta suele ser un aviso de que estamos embarcándonos en una tarea que no nos corresponde. Ya conocemos la historia: la espada de Excalibur sólo podía ser arrancada de la piedra por su legítimo dueño, el futuro rey Arturo. No importaba la capacidad, la fuerza ni la pericia del guerrero; lo único necesario era ser la persona destinada para esa espada. Y así es, por muchos intentos que hagamos de mejorar situaciones, acceder a determinados triunfos, o cualquier meta que nos propongamos, si no está en nuestro destino no la alcanzaremos por mucho tesón y esfuerzo que pongamos. ¿Es esto un castigo? No, ni mucho menos; se trata sencillamente de la adjudicación de tareas a cada uno sin interferir en aquellas que no nos competen.
Aprender a discernir cuándo es el momento de poner nuestro esfuerzo en algo con la esperanza de alcancarlo, y cuándo desestimar ese esfuerzo por la convicción de que no está en nuestro camino su logro, es todo un arte que lleva toda la vida. Las cartas también pueden ayudarnos a valorar este estado de cosas, y aunque a veces puedan suponer un dolor momentáneo, a la larga evitarán males mucho mayores y de más larga duración.