lunes, 17 de marzo de 2014

59 - EL CASTIGO

¡Cuánto daño hace la necesidad de autocastigarse! Es como si el ser humano se considerase culpable de haber nacido y necesitara expiar semejante culpa aplicándose miles de castigos. Si bien es verdad que hacer sacrificios es necesario a lo largo de la vida, no así la autocomplacencia en el sufrimiento. Veámoslo con un ejemplo. Aquel que quiere alcanzar una cumbre, deberá disciplinarse para fortalecerse y conseguir un físico y una fuerza moral que le permita llegar a la cima; pero ése sería un sacrificio útil porque redundaría en una mejora tanto física como psicologíca. Sin embargo el autosacrificio compulsivo lo que pretende es una pérdida de salud física y que finalmente acabará por dañar también la propia psique.

Dañarse innecesariamente, ¿para qué? ¿Esa autocomplacencia en el castigo no podría estar encubriendo un alto grado de orgullo y vanidad? Asimismo, ¿no podría estar hablándonos de una autoestima inexistente? ¿Será más bien la necesidad compulsiva de obtener un perdón por una culpa tan grabada en el interior que sólo puede eliminarse a través del sufrimiento constante?

El valor no debería medirse por la cantidad de dolor que uno mismo puede autoinfligirse a través de rituales masoquistas o neuróticos; sino por la calidad de cómo uno afronta los retos que la Vida le va proponiendo sin que uno mismo deba atrituirse el papel de protagonista.

Cuidado con el autocastigo pues finalmente termina por pasar algún tipo de factura. ¿O acaso no resuenan en el oído mental de casi todos las voces de quienes reclaman justicia por castigos autoimpuestos con el consabido: "Con lo que yo he hecho por ti..!"? Lo que hagas, debes de hacerlo por amor, y no por compulsión. No lo olvides.