lunes, 3 de noviembre de 2014

66 - LA TRISTEZA


La tristeza nos acompaña, probablemente más de lo que quisiéramos, pero así son las cosas; de vez en cuando nos asalta y tenemos que aceptarla. Pero para aceptarla también es importante que aprendamos a reconocerla porque muchas veces los sentimientos se enmascaran unos por otros y nos llenan de confusión. ¡Cuántas veces en vez de mostrar y reconocer nuestra verdadera tristeza mostramos enfado, apatía o depresión! 

Reconocer el sentimiento que experimentamos es el primer paso; pero a éste le sigue otro igualmente necesario: ahondar en el origen de la tristeza. Porque a veces uno cree que está triste por algo, y la realidad es que ha equivocado el foco de su atención, y la tristeza procede de otro lado.

Esta carta nos suele hablar de la tristeza experimentada por la soledad. Pero ya sabemos que una cosa es estar solo y otra muy distinta sentirse solo. Analizar la diferencia puede traernos la solución para liberarnos de la tristeza. Porque a veces uno mismo provoca un estado de soledad innecesario, y necesita descubrirlo.

Cuando el sentimiento de tristeza y desolación viene ocasionado por alguna relación personal, amorosa o de amistad, tenemos que ahondar en dos hechos importantes. Uno es que la otra persona nos deje solos porque así lo decida (la otra persona o el destino); o bien porque uno mismo viva esa tristeza por su propia insatisfacción o por un exceso de exigencia al otro que podría calificarse como fuerte dependencia.

Así son las cosas. No pocas veces la tristeza la genera uno solo por no permitir la libertad del otro. Y en esos casos está claro en quien reside la responsabilidad de un estado anímico tan poco apetecible: en uno mismo.