jueves, 10 de octubre de 2013

47 - LA MATERIA Y EL ESPÍRITU (El Symbolon)

Pues sí, parece que las cartas 45, 46 y ésta que hoy nos ocupa hacen meción a una cierta compra-venta; en un caso se trataba de la acumulación por miedo a la inseguridad; en otro de la compra-venta del amor; y ahora se trata este mismo tema enfocándolo hacia la espiritualidad o la religión. Alguno pensará que la espiritualidad no puede ni comprarse ni venderse, pero, desgraciadamente, no siempre es así.

¡Cuántas veces uno se acerca a determinadas instituciones religiosas o de diferente tipo de espiritualidad para comprar compañía, reconocimiento, perdón de sus culpas, y un largo etcétera!

Jesús siempre señalaba la importancia de mantener un contacto íntimo con el Padre, en vez de proclamarlo a voz en grito para recibir los elogios del resto de la comunidad. No, la espiritualidad no se puede comprar, y por supuesto tampoco vender. Cuando uno se acerca a determinadas formas externas de practicar sus creencias no debe de hacerlo para que los demás tengan una buena opinión de él, sino sencillamente para realizar un acto hermoso con el premio del propio acto y nada más.

Muchas personas se dejan admirar por su supuesto encumbramiento en determinados caminos, pero no debe de ser así. Por supuesto que pueden obtener reconocimiento, pero no deberían buscarlo, sino vivirlo en todo caso como resultado de su experiencia.

Existe un "mercado de espiritualidad", eso es algo que parece innegable, y uno debe de estar bien en guardia contra ello. En la buena forma de hacer las cosas en este terreno una vez más me encuentro con Jesús, quien no se dejó tentar en el desierto haciendo signos para recibir alabanzas del pueblo; pero que, sin embargo, no se escondía para hacer esos milagros cuando servían realmente para ayudar a alguien y no a su propio encumbramiento. Me gusta su reacción en el templo en contra de los mercaderes. Me gusta su forma de orar en la intimidad al Padre y el consejo que nos dio a nosotros para hacer lo mismo. No venderse, no significa esconderse, pero sí no dejarse llevar por el orgullo y, en determinados casos, incluso, por la avaricia o el poder. Esta carta nos cuestiona sobre la sinceridad de nuestra búsqueda y vivencia espiritual. Merece la pena tenerla muy en cuenta.