Es verdad que las despedidas suelen resultar amargas, pero quizá si investigamos el porqué se produce cada una pueda alejarse ese manto lúgubre y verlas como un proceso natural e incluso de engrandecimiento.
Sí, dicho así puede resultar algo ingenuo, pero no lo es. Detengámonos un poquito en esto. Por ejemplo, cuando el niño o joven finaliza el periodo escolar debe despedirse de muchos de su amigos, por la sencilla razón de que cada uno decide emprender caminos distintos; así, no todos los compañeros optarán por ser médicos o abogados o administrativos o jardineros; cada uno elegirá la opción más acorde para él; sería de todo punto absurdo que todos eligieran ser jardineros, por ejemplo, ¿no? Así, esta despedida es absolutamente necesaria para poder cumplir el propio proyecto.
Muchas personas van apareciendo en nuestra vida y se van yendo cuando el papel que cada uno debía representar interaccionando con el otro acaba. Es verdad que a veces podemos seguir la amistad aunque se haya terminado el propósito que debía cumplirse, pero hay que entender que no siempre es necesario y que ahí está nuestra libertad de mantener contacto o dejar que las cosas discurran como se supone que deben de hacerlo.
Cada uno tenemos nuestro camino, y si llega el momento de la despedida, lo más inteligente será afrontarlo con una sonrisa y un deseo amoroso hacia quien anduvo con nostros por algún tiempo. Dejar la relación sin remordimientos, sin disgustos, sin malos recuerdos, sino con el agradecimiento por haber tenido la oportunidad de caminar juntos al menos por un tiempo. Además, no olvidemos que las despedidas son temporales pues estamos destinados a un ENCUENTRO.