A menudo sucede que, cuando uno se introduce en el mundo esotérico, busca, consciente o inconscientemente, una serie de confirmaciones sobre el sentido de la vida, sobre realidades desconocidas, así como experiencias del tipo "paranormal".
Creo que, en principio, esto no tiene nada de censurable; sería como poner en tela de juicio que alguien esté enamorado de su pareja sencillamente porque lo que le movió al principio fue su caída de ojos, o cualquier otro atributo que funcionó a modo de señal divina para ir al encuentro del verdadero amor. Lo censurable sería, en todo caso, quedarse ahí y no profundizar.
Creo que, en principio, esto no tiene nada de censurable; sería como poner en tela de juicio que alguien esté enamorado de su pareja sencillamente porque lo que le movió al principio fue su caída de ojos, o cualquier otro atributo que funcionó a modo de señal divina para ir al encuentro del verdadero amor. Lo censurable sería, en todo caso, quedarse ahí y no profundizar.
Antes de continuar, me gustaría tan solo hacer una puntualización sobre el término "esotérico" en contraposición con el "exotérico". Lo esotérico no tiene por qué hacer alusión a nada paranormal en el sentido que suele dársele, sino que se relaciona directamente con el mundo de lo interior; es decir, aquello no visible pero que está; mientras que lo exotérico nos remite al exterior, a eso más fácil de ver. Siguiendo con el ejemplo romántico del inicio, podríamos considerar al "amor" como el elemento esotérico; mientras que, pongamos por caso, "el anillo de matrimonio o alianza" podría muy bien servirnos de ejemplo de algo exotérico.
Bien, pues suele suceder que cuando uno se introduce por estos caminos internos, espirituales y profundos, se encuentra con "hechos milagrosos" que no puede negar. Así empiezan a aparecer "casualidades" de difícil explicación; por ejemplo, uno necesita desesperadamente una casita en la playa, y justo escucha la conversación de alguien a su lado que desea alquilar su casa pero no encuentra inquilino (no te sonrías; estas cosas pasan); uno está harto de pasearse con el coche sin lograr encontrar ni un huequito para aparcar, pero justo en ese momento, ante la desesperación pide una "ayudita" al cielo, y ¡zas! ahí está el sitio libre.
Incluso cosas más raras se han visto. Alguien necesita hablar con una persona determinada de un Centro Oficial pero desconoce el nombre del departamento y mucho menos sabe el nombre del encargado, aunque habló personalmente con él unos días antes; entonces abre la guía telefónica y contempla con estupor que los números telefónicos de tal centro ocupan nada más y nada menos que tres hojas completas; ante la desesperación, apunta uno de los cientos de números telefónicos y ¡oh sorpresa! habla justo con la persona buscada (no es un ejemplo de mi imaginación, sino que relato una realidad experimentada).
También ocurre que, de repente, comienza la meditacion y se lanzan preguntas y... ¡¡¡aparecen respuestas en la mente como si de un pensamiento telepático se tratara!!!; no se trata de "voces" sino de un pensamiento conciso, claro y concreto que no parece surgir de uno mismo.
Ante tal profusión de acontecimientos suele acontecer que, de repente, transcurrido un tiempo, llega otro en el que dejan de escucharse esas "voces" o "pensamientos" y uno empieza a preguntarse si todo fue un sueño, o si ha hecho algo malo y está recibiendo el justo castigo, o.... mil y una preguntas. De esto los místicos sabían mucho, e incluso alguno supo darle un nombre muy apropiado "La Noche Oscura del Alma". ¿Por qué sucede esto? A mí se me ocurren varias respuestas.
Hay una que sí pudiera tener que ver con nuestra "culpa"; al menos, con nuestra falta de disciplina y voluntad. Como las cosas parecen tan fáciles... sencillamente se dejan de hacer. Y, claro, no es de extrañar que si uno no pone de su parte, lo lógico es que no obtenga resultados. Por ejemplo, de nada nos sirve tener todo el salón excelentemente decorado, con multitud de adornos de diferentes colores, si dejamos la luz y las ventanas apagadas, ¿o no?
A veces también sucede otra cosa y es que las personas tan bendecidas por múltiples dones, empiezan a considerarse la fuente de tales efectos, en vez de meros receptores. Como si el micrófono decidiera ponerse a cantar él, en vez de dejar que sea el solista quien lo haga y él poder disfrutar de la gran aventura de permitir el paso de esa hermosa voz.
Pero a veces, ese "Gran Silencio" me parece a mí que tiene un significado mucho más profundo y que no tiene nada que ver con las carencias sino que es un regalo más de inmenso valor para el ser humano. Me voy a explicar partiendo, una vez más, de un ejemplo que me ayudó.
Hace mucho tiempo leí la novela "La Ciudad de la Alegría" de Dominique Lapierre; una novela que, por muchos motivos, me impactó fuertemente. Pero ahora voy a destacar un dato que se relaciona con lo que intento expresar en este artículo. Entre muchas otras cosas se cuenta cómo un joven médico, de buena y bien situada familia, decide buscar un sentido a su vida abandonando una clínica muy buena y de mucho lujo, para irse a una zona llena de enfermedad y pobreza. Es un idealista que se lanza a esta aventura de manera entusiasta, pero, con el paso del tiempo y la acumulación de miseria, llega un momento en el que ya no puede más y necesita un descanso. ¿Qué hace? Con el dinero ahorrado supongo y con el talonario de cheques de sus padres se puede permitir el beneficio de permanecer unos días en un hotel de superlujo recuperándose de tanta miseria y tomando fuerza para volver a aportar su granito de arena en la resoloción de la misma.
¿Qué me sugiere a mí esta historia? Que muchas veces nos permitimos el lujo de "jugar a ser pobres" porque sabemos que tenemos un talonario de cheques esperando a que lo usemos; sabemos que contamos con unos padres adinerados que, en caso de pedírselo, nos van a ayudar y sacar de la apurada situación. Y entonces, la pregunta que yo me hago es: ¿con esto qué hemos logrado demostrar?, ¿nuestra generosidad, nuestra compasión...? ¿No será más bien que lo que hemos probado es la existencia de nuestros padres, así como su generosidad y su poder?
Volviendo al tema que nos ocupa, me pregunto yo: ¿no será que este Silencio de Dios nos está poniendo a prueba a nosotros mismos, en vez de Al que no Tiene que Ser Probado porque Es? Y entonces se me ocurre que este Gran Silencio sea quizá una delicada forma de decirnos que confía en nosotros y que lo único que necesitamos es que cada uno de nosotros lo haga de igual forma en sí mismo y en Él. En muchos casos creo que el Gran Silencio es la Gran Prueba del interior de cada uno; de quien no se guía por deslumbramientos o intereses, sino de quien decide ir al fondo real, sea éste el que sea.
Creo que con el Gran Silencio se nos está permitiendo algo muy grande y generoso:
¡PROBARNOS A NOSOTROS MISMOS!