Cuando leo sobre Jesús, observo algo (entre otras muchas cosas) que me llama la atención: nadie dice de Él que sea un sacerdote, sino un Maestro.
Mis conocimientos sobre el mundo judío (y mucho menos sobre la ortodoxia de la época en la que vivió Jesús) no me permiten entablar un debate abierto, pero por lo que veo (teniendo en cuenta otros estudios) Jesús entraba en las sinagogas, oraba y explicaba; pero en ningún momento se hace mención sobre su pertenencia a la clase sacerdotal.
Mis conocimientos sobre el mundo judío (y mucho menos sobre la ortodoxia de la época en la que vivió Jesús) no me permiten entablar un debate abierto, pero por lo que veo (teniendo en cuenta otros estudios) Jesús entraba en las sinagogas, oraba y explicaba; pero en ningún momento se hace mención sobre su pertenencia a la clase sacerdotal.
Curiosamente la religión que ha surgido tras la muerte de Jesús ha ido dando preponderancia a la casta sacerdotal como una seguidora fiel de Jesús, precisamente cuando el propio Jesús no lo fue.
El sacerdote, desde tiempos históricos y en prácticamente todo tipo de religión, parece ser alguien que servía de intermediario entre Dios y los hombres. Los sacerdotes practicaban rituales aprendidos durante generaciones y que los demás no conocian ya fuera por no considerarse dignos de tal tarea, por desconocimiento o por desidia, delegando en otros dicha práctica. Además esos rituales, por ejemplo en Egipto, parecían ser exclusivos de la realeza, y los sacerdotes lo ejercían en nombre del rey por imposibilidad física de éste.
A mi me parece que, entre otras muchas cosas, Jesús nos enseñó que podíamos establecer un contacto directo y sincero con nuestro Padre (así llamaba Él al Creador).
¿Quiere esto decir que la labor del sacerdote entonces estaría invalidada? Creo que no necesariamente. El sacerdote es alguien que pasa muchos años preparándose, estudiando concienzudamente muchas cosas que los demás no tienen tiempo o interés para estudiarlas, y por tanto puede ser una gran ayuda para el resto de sus hermanos. Ha adquirido unos conocimientos que otros no poseen y los pone a disposición de todos para ayudarles en la tarea de la vida, y además colaboran en la hermosa obra de enseñar a cada persona a contactar directamente con su Creador por medio de la oración.
El sacerdote como instructor es alguien muy valioso. Instructor, ni siquiera Maestro, pues como dijo el mismo Jesús: "Pero vosotros no os hagáis llamar Rabbi, porque uno sólo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos" (Mt, 23,8).
El sacerdote, hombre o mujer, debe ser alguien entregado a la difusión de la Espiritualidad, una ayuda con no sólo conocimiento sino experiencia de aquello sobre lo que habla; aunque tenga dudas, aunque su fe flaquee de tanto en tanto, es una ayuda enriquecedora, pero sin olvidar que Jesús no fue sacerdote (al menos no parece haber constancia sobre ello) en el sentido en el que hoy se entiende este servicio.
El sacerdote, desde tiempos históricos y en prácticamente todo tipo de religión, parece ser alguien que servía de intermediario entre Dios y los hombres. Los sacerdotes practicaban rituales aprendidos durante generaciones y que los demás no conocian ya fuera por no considerarse dignos de tal tarea, por desconocimiento o por desidia, delegando en otros dicha práctica. Además esos rituales, por ejemplo en Egipto, parecían ser exclusivos de la realeza, y los sacerdotes lo ejercían en nombre del rey por imposibilidad física de éste.
A mi me parece que, entre otras muchas cosas, Jesús nos enseñó que podíamos establecer un contacto directo y sincero con nuestro Padre (así llamaba Él al Creador).
¿Quiere esto decir que la labor del sacerdote entonces estaría invalidada? Creo que no necesariamente. El sacerdote es alguien que pasa muchos años preparándose, estudiando concienzudamente muchas cosas que los demás no tienen tiempo o interés para estudiarlas, y por tanto puede ser una gran ayuda para el resto de sus hermanos. Ha adquirido unos conocimientos que otros no poseen y los pone a disposición de todos para ayudarles en la tarea de la vida, y además colaboran en la hermosa obra de enseñar a cada persona a contactar directamente con su Creador por medio de la oración.
El sacerdote como instructor es alguien muy valioso. Instructor, ni siquiera Maestro, pues como dijo el mismo Jesús: "Pero vosotros no os hagáis llamar Rabbi, porque uno sólo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos" (Mt, 23,8).
El sacerdote, hombre o mujer, debe ser alguien entregado a la difusión de la Espiritualidad, una ayuda con no sólo conocimiento sino experiencia de aquello sobre lo que habla; aunque tenga dudas, aunque su fe flaquee de tanto en tanto, es una ayuda enriquecedora, pero sin olvidar que Jesús no fue sacerdote (al menos no parece haber constancia sobre ello) en el sentido en el que hoy se entiende este servicio.
Me gustaría que hoy en día el sacerdote no diera tanta imporancia a su labor de intermediario “imprescindible” entre los hombres y Dios, sino más bien a su labor como maestro, o mejor dicho como instructor. Al fin y al cabo para mí la Buena Nueva es que puedo hablar con Dios directamente con un corazón sincero, porque Dios es un Padre cercano aunque nos cueste mucho verlo.
Existen muy buenos sacerdotes, entre ellos aquellos que me ayudaron aportándome luz y sabiduría, además de mostrarme su fe verdadera; tengo la enorme fortuna de haber conocido a este tipo de sacerdote. Personas entregadas que siempre estaban a disposición de quien los necesitara. Personas preparadas que pueden ayudarnos ante determinadas dudas, aunque uno sea el que deba elegir finalmente. No debemos olvidar que todos vivimos dentro del tiempo y que no todos podemos hacer las mismas cosas, sino que nuestra diversidad puede enriquecernos mucho si sabemos luego compartir los resultados.
El sacerdote como maestro me parece una gran ventaja para la sociedad, sobre ese otro intermediario que a veces, con el tiempo, puede terminar por alejarnos de Dios al considerar los demás que con nuestros propios medios nada podemos si no seguimos rituales específicos de salvación delegados en otros.
Instructores, guías, ayudas. Ésa para mí debe ser la tarea primordial de un buen o una buena representante del sacerdocio.