miércoles, 22 de mayo de 2013

La maldición de Casandra

"La Vestal", por Frederic Leighton
Puede que algunos no sepan quién era Casandra. La leyenda nos cuenta que Casandra era una hija del rey de Troya, Príamo. Parece ser que a Casandra se le concedió el don de la profecía, pero ese don fue acompañado por una terrible maldición: vería la verdad, pero nadie la creería. Bueno, conociendo el final de Troya, queda claro que tuvo que ser muy doloroso poder advertir de las consecuencias de tantos desaguisados, pero ser al mismo tiempo completamente impotente para que los demás le hicieran algo de caso.

A veces sucede esto, y es doloroso. No es que quienes interpretan diversos oráculos tengan la certeza absoluta de que éstos son bien comprendidos por quien intenta traducirlos, pero, detenerse a considerarlos puede marcar una gran diferencia en las consecuencias de determinadas decisiones.

He aprendido a respetar y considerar lo que se pregunta con sinceridad. He aprendido a ser cauta y no pontificar, pero sí defiendo la búsqueda de ayuda. Y también he aprendido a aceptar que aquellos a los que se pretende ayudar decidan no escuchar, o incluso hacer justo lo contrario de lo que se les aconseja.

No me gusta que se nos trate como marionetas, y por tanto, no creo que haya que obedecer ciegamente ciertos consejos si no corresponden en absoluto con lo que uno piensa; pero también creo que saberse aconsejar y ponderar los avisos recibidos puede ser una gran muestra de sabiduría y humildad con buenas consecuencias.

A veces duele cuando se concede tanto crédito a quien dice conocer ciertas cosas, y tan poco a otros por prejuicios infundados -tanto en uno como otro sentido-. Se oye decir: "lo ha dicho el profesor don Fulano", y por tanto tiene que ser cierto. Pero desgraciadamente, ese profesor, al igual que la persona que de forma sincera navega a través del misterio puede no saber claramente de lo que habla. Poner en cuestión, está bien; pero saber escuchar lo considero primordial para luego ejercer el libre albedrío de manera más consciente.

Por desgracia, mucho me temo que la maldicion de Casandra no murió con ella. Escuchar y respetar ¿está a la orden del día?