Varias veces he mencionado a los bodhisattvas en este blog, así como he demostrado mi admiración por ellos. Para quienes aún no saben quienes son estos singulares seres, diré que se trata de aquellas almas compasivas dedicadas a aliviar y erradicar el sufrimiento del mundo, y que se niegan a entrar en el cielo o nirvana hasta que todos los seres puedan hacerlo liberados ya del sufrimiento, pues un cielo en el que pueda faltar uno de ellos no puede ser un verdadero cielo.
Por tanto, los bodhisattvas, movidos por esa enorme compasión que profesan, se dedican a realizar acciones generosas de ayuda. Sin embargo, hay algo muy importante a tener en cuenta: la compasión puede generar estados de fuerte aflicción si no van acompañados de sabiduría. Y ahí está el quid de la cuestión: la compasión debe de ser sabia. ¡Cuantas veces por querer evitar un sufrimiento menor colaboramos a que éste se haga mayor con el tiempo!
La forma de evitar caer en el sentimentalismo provocado por la consideración de emociones mal interpretadas es ejercitando y desarrollando la sabiduría. Si esto no fuera así, el cirujano se negaría a sajar la zona tumoral por miedo a hacer pupa a su paciente.
La sabiduría exige tiempo, trabajo y paciencia, pero es la mejor aliada para las almas compasivas.
La forma de evitar caer en el sentimentalismo provocado por la consideración de emociones mal interpretadas es ejercitando y desarrollando la sabiduría. Si esto no fuera así, el cirujano se negaría a sajar la zona tumoral por miedo a hacer pupa a su paciente.
La sabiduría exige tiempo, trabajo y paciencia, pero es la mejor aliada para las almas compasivas.