viernes, 8 de agosto de 2008

Figuras en el agua

El baño estaba preparado, sólo faltaba añadirle el aceite espumoso que obrara milagros en la piel.

Era hermoso dejarlo caer en la bañera desde lo alto. Entonces, burbujas de espuma emergían desde el fondo y se disponían a cubrir el caudal de agua estancada.

El momento del baño constituía todo un ritual de placer. Una vez introducido el cuerpo en él, la mente se liberaba y emprendía un largo viaje ayudada por la serenidad que aportaba el líquido y cálido elemento.


Pero antes de emprender viaje, la vista se fijaba en la espuma que, poco a poco, iba separándose en formas diversas. De una completa unidad iban recortándose figuras sueltas que, a su vez, se remodelaban en otras nuevas hasta volver a perder sus contornos y fundirse nuevamente en una unidad.

La imaginación volaba aún más ante la visión de aquellas figuras. La mente y el sentido de la vista iban otorgando nombres a los contornos dibujados sobre el agua.

Al separarse una pequeña porción de espuma de la que había sido su origen iba adquiriendo una forma que la hacía semejante al dibujo de un caracol. Sobre él, otra figura iba desarrollándose; primero semejaba un rostro, más tarde se iba prolongando hasta alcanzar el contorno del abdomen unido al rostro y, por fin, el cuerpo entero de alguien adornado con una bonita melena corta iba tomando una mayor presencia.

Pero aún no había terminado su evolución. A medida que el agua se movía, de las espaldas de aquella figura parecían emerger unas esplendorosas alas, y quien pareciera hombre ya
había dejado de serlo para transformarse en hermoso ángel.

Debajo de él, e
l caracol también se había transformado y ahora se hacía más y más semejante a una morsa gigante. El agua no dejaba de moverse y a cada rato la espuma iba creando nuevas figuras una vez desdibujadas las anteriores. Al final todas volvían a unirse en una sola, la espuma original.

Al salir del baño, los pensamientos del viajero se hicieron más conscientes y quiso razonar. ¿Podría ser lo que acababa de experimentar la imagen de la vida? ¿Por qué no? Todos los seres podían venir de una misma fuente y ser lanzados a un caldo de cultivo primigenio en el que fueran desarrollando nuevas formas y maneras. Primero la unidad, luego el desmembramiento que confiere individualidad, y luego nuevamente la unidad original.

El viajero pensó que de la misma manera que había sucedido con la espuma, cada ser nacido podría ir transformándose en otro nuevo, y a partir de éste otros más surgirían en el universo. Y, dándole vueltas una y otra vez al cúmulo de figuras hechas y deshechas, concluyó que los seres podrían nacer no una sino múltiples veces y con muy diversos aspectos, para volver siempre a un origen común.

El viajero siguió cavilando. ¿No podría ser aquella experiencia una imagen que ayudara a comprender el misterio de la vida con sus posibles reencarnaciones? Formas y formas sucesivas procedentes de un mismo origen y con una meta común. ¿Quién podría negarlo? ¿Quien lo afirmaría? Y el viajero, contemplando su rostro en el espejo, hubo de esbozar una sonrisa.

* La pintura es obra de Frida Khalo, y su título es "Lo que vi en el agua"