Ya en mi juventud me gustaba la figura de San José. Y a él he acudido varias veces en ayuda; que, por cierto, me brindó. Es alguien a quien quiero mucho y por eso hoy me gustaría hablar algo de él.
Para mí San José es, entre otras muchas cosas, un gran maestro de fe, de acción y de propia iniciativa.
¿Por qué? Tal y como se nos habla de él en los Evangelios, parece que nos encontramos con alguien al que le suceden cosas que no acaba de entender y para las que busca explicación. Una vez valoradas las cosas se pone en acción; es decir, no reacciona sino que actúa.
En primer lugar, descubre que la mujer que va a ser su esposa está esperando un hijo, y él, después de mucho meditar, lo acepta. ¿Lo acepta por fe? Yo diría mucho más, lo acepta por amor: amor muy grande, amor a María, amor a quien viene, amor a la vida. No se opone. Es precisamente cuando busca una salida a esta difícil situación cuando, en sueños, se le explica que no debe temer ni sospechar de María, que lo concebido en ella es fruto del Espíritu Santo. Y lo acepta.
Probablemente, el matrimonio haya tenido que vivir bajo sospecha, pues los vecinos albergarían ciertas dudas; pero él continúa con el compromiso adquirido. Y salva a su hijo y a su mujer cuando ha de hacerlo.
Se nos dice que hubo de huir. No debió de ser fácil tener que buscar nuevos caminos, pero lo hace. Y cuando, una vez más, en sueños se le indica que puede regresar, acepta el consejo, pero (y eso es lo que llama poderosamente mi atención) lo pone en práctica una vez añadida su propia iniciativa. Decide dónde desea él establecerse; y confía en que su criterio será bien recibido por el Cielo.
San José, además de dejarse guiar, en mi opinión también aporta su propia iniciativa. Con el máximo respeto al cielo y a la tierra. Al fin y al cabo, si Dios lo había creado, parece lógico que San José también pensara que le había otorgado, asimismo, herramientas de raciocinio más que válidas para ponderar las cosas y ponerlas por obra.
Y Dios le ayudó. Muy probablemente porque, como dice el Evangelio, era bueno y honraba a su Creador creyendo en los dones que Él mismo le había otorgado.
Me gusta mucho San José. Es un hombre con dudas, que se hace preguntas, pero que, por encima de todo, busca el bien y actúa en consecuencia. Sin duda, tiene mucho que enseñarnos, y a mí me gusta aprender.
Para mí San José es, entre otras muchas cosas, un gran maestro de fe, de acción y de propia iniciativa.
¿Por qué? Tal y como se nos habla de él en los Evangelios, parece que nos encontramos con alguien al que le suceden cosas que no acaba de entender y para las que busca explicación. Una vez valoradas las cosas se pone en acción; es decir, no reacciona sino que actúa.
En primer lugar, descubre que la mujer que va a ser su esposa está esperando un hijo, y él, después de mucho meditar, lo acepta. ¿Lo acepta por fe? Yo diría mucho más, lo acepta por amor: amor muy grande, amor a María, amor a quien viene, amor a la vida. No se opone. Es precisamente cuando busca una salida a esta difícil situación cuando, en sueños, se le explica que no debe temer ni sospechar de María, que lo concebido en ella es fruto del Espíritu Santo. Y lo acepta.
Probablemente, el matrimonio haya tenido que vivir bajo sospecha, pues los vecinos albergarían ciertas dudas; pero él continúa con el compromiso adquirido. Y salva a su hijo y a su mujer cuando ha de hacerlo.
Se nos dice que hubo de huir. No debió de ser fácil tener que buscar nuevos caminos, pero lo hace. Y cuando, una vez más, en sueños se le indica que puede regresar, acepta el consejo, pero (y eso es lo que llama poderosamente mi atención) lo pone en práctica una vez añadida su propia iniciativa. Decide dónde desea él establecerse; y confía en que su criterio será bien recibido por el Cielo.
San José, además de dejarse guiar, en mi opinión también aporta su propia iniciativa. Con el máximo respeto al cielo y a la tierra. Al fin y al cabo, si Dios lo había creado, parece lógico que San José también pensara que le había otorgado, asimismo, herramientas de raciocinio más que válidas para ponderar las cosas y ponerlas por obra.
Y Dios le ayudó. Muy probablemente porque, como dice el Evangelio, era bueno y honraba a su Creador creyendo en los dones que Él mismo le había otorgado.
Me gusta mucho San José. Es un hombre con dudas, que se hace preguntas, pero que, por encima de todo, busca el bien y actúa en consecuencia. Sin duda, tiene mucho que enseñarnos, y a mí me gusta aprender.