sábado, 25 de octubre de 2008

La Culpa... a raíz de vuestros comentarios

Vuestros comentarios sobre la culpa me han hecho reflexionar mucho sobre este tema que, nos guste o nos disguste, parece perseguirnos.

Como ya dije, en muchas ocasiones somos culpables; por lo menos en alguna ocasión. No siempre actuamos con buena voluntad, y ya sea con plena consciencia, con media consciencia o inconscientemente, lo cierto es que no siempre podemos estar muy orgullosos de nuestras actuaciones.

Pero una cosa es que nos sepamos culpables y reaccionemos de manera constructiva ante este reconocimiento; y otra muy distinta es que, o bien nos estanquemos en el dolor y, siguiendo un dicho expresado en
castellano antiguo decidamos "mantenella y no enmendalla", o bien que esa culpa consiga destrozarnos por el dolor que nos causa.

Yo creo que la culpa debe verse como una clarificación sobre lo obrado y como la posibilidad de corrección. Si no acabamos de estar a gusto con nuestra conciencia; lo lógico es que más que martirizarnos busquemos la causa y la reconozcamos. A partir de ahí podemos emprender el camino de corregir el mal cuando es posible (no siempre lo es); o bien realizar el bien en otros campos. De nada sirve llorar por las esquinas si volvemos a obrar mal, en vez de que nos sirva de aprendizaje de nuevas y buenas acciones.

Yo creo que existen culpas propias y culpas a las que nos adherimos por múltiples razones. La base suele estar en el amor, pero en un amor mal enfocado. Por ejemplo, y este tipo de situaciones se ven mucho en las Constelaciones Familiares, imaginemos que un familiar comete
una determinada maldad con plena conciencia (bueno, lo de plena conciencia siempre es relativo; con ello quiero decir que no lo hace de manera totalmente inocente). Sus familiares pueden actuar con cierto odio hacia ella (lo cual engendra una nueva culpa) o asumir el pecado de la misma por la pena y la vergüenza que les supone. ¿Con eso que se genera? Ampliar el daño.

En los casos en que el mal se ha obrado de manera totalmente inconsciente, sucede lo mismo; la persona que lo ha realizado y la allegada viven con tal pena la situación que se traspasan la carga y se "ayudan" mutuamente asumiendo la culpabilidad. ¿Con eso qué se logra? Demostrar que nos importa el otro, pero ampliar el daño sin curarlo.

Algo que deberíamos aprender a ver es a diferenciar el
pecado del pecador. Pensar que quien ha cometido una mala acción, con el desarrollo adecuado podría realizar varias buenas. Siempre me he preguntado, por ejemplo, cómo lograron convivir víctimas y verdugos tras las guerras (sin ir más lejos, los terribles problemas que tuvieron que provocar los extremismos nazis). ¿Puede un hijo de un fanático nazi amar a su padre? Creo que sí, y eso le puede llevar a dos posturas: o a hacerse él mismo como su padre por compañerismo, o a asumir con dolor y vergüenza la culpa cometida por su progenitor, lo que le creará un conflicto muy difícil de soportar. Mejor que cualquiera de estas dos posturas, ¿no sería mejor reconocer que uno quiere a su padre aunque no esté de acuerdo con él, y volcarse en acciones en beneficio de los derechos humanos como una contribución constructiva que lave el mal y desarrolle un mundo mejor?

Si algo tiene de bueno la culpa es que nos confronta con nuestra propia conciencia y nuestra ética; y, además, nos pone en el camino de las buenas acciones. Dolor, sí; pero el justo, el momentáneo... luego... ¡a seguir caminando irradiando esa mayor luz que aporta el reconocimiento!