martes, 25 de noviembre de 2008

Impotencia en el Symbolon: Meditando con las cartas del Tarot

A la hora de utilizar Cartas en nuestras meditaciones o consultas, tenemos que tener en cuenta que no todas hacen alusión a aspectos considerados positivos, como la alegría y el buen humor; sino que, también, aparecen cartas que aluden a situaciones consideradas problemáticas, defectos que hay que vencer, cuestiones que hay que resolver. Pero eso es lo importante, saber que se nos señalan estos aspectos menos deseados, precisamente, para que nos hagamos conscientes de su existencia y nos pogamos manos a la obra para resolverlos con la ayuda de Dios.

La IMPOTENCIA es una característica que no suele agradarnos nada. Son muchas las veces en que el ser humano se encuentra impotente; pero, a veces, esta impotencia es más una sensación que una realidad. Las Cartas del Symbolon de Peter Orban, Ingrid Zinnel y Thea Séller ofrecen muestras muy valiosas en este sentido.

La primera que vamos a ver es la denominada LA CARGA. Un hombre asciende con dificultad una montaña llena de pedruscos y flores con espinas. El hombre está encorvado por el peso de una piedra que acarrea a sus espaldas. En lo alto, un sol lo ilumina pero él no tiene fuerzas para darse cuenta de su luz, sino que sencillamente soporta el calor como una carga más.

¿Cuántas veces nos hemos sentido así en la vida? Hemos acarreado pesos, nuestros o de otros, como abrumadoras obligaciones que hay que sobrellevar y permitir que nos acompañen todo el tiempo. No somos capaces, muchas veces, de encontrar la solución, sencillamente porque ni nos detenemos a mirar otras vías. Se nos ha dicho que la vida es muy dura y hacemos caso a este criterio. También se nos ha dicho que cuando Dios cierra una puerta abre una ventana, sin embargo, nos cuesta muchisimo más asimilar este pensamiento.

Probablemente si este hombre dejara un momentito tan pesada piedra en el suelo, podría alzar su mirada y contemplar otros aspectos de su vida. Y, entonces, gracias a la potente iluminación del sol, incluso podría percibir un camino más suave para emprender su viaje y llevar la piedra hasta la meta de la mejor manera posible.

Nadie dice que la piedra, y otras más que sin duda van acompañándonos en nuestro camino, no sea real; pero para obtener éxito, hay que llevarla con maestría y elegancia; hay que concederse descansos que restauren nuestras fuerzas; y hay que buscar ayuda en el Cielo de donde viene nuestra fuerza.



La segunda carta recibe el nombre de LA DEPRESIÓN. Una palabra excesivamente de moda en nuestros días. Quien más quien menos vive sus momentos de total abrumación y encerramiento. De repente uno, bien por algún hecho que le marca, o bien por simple desidia, se encuentra abúlico, sin ganas de hacer nada, tan sólo de sentarse a mirar su propio ombligo y consumirse en tan triste empeño.

Ahí estamos, en la cueva de la tristeza, de la desesperación, de la falta de sueños e iniciativas. Y para colmo, en la roca de tan horrible cueva, vemos esculpidas imágenes que parecen retratos petrificados de nosotros mismos en un estado tan poco apetecible. Así, cuando uno levanta la vista (en los escasísimos momentos que lo hace), ¿qué es lo que ve?, su vivo reflejo de desesperanza, y la pena, entonces, se amplía.

Cuando el hombre, aunque sólo sea por puro aburrimiento, se decida a mirar al fondo de la cueva, descubrirá lo que ahora no sospecha; que en lugar de más oscuridad, existe la salida a la alegría. Pero para eso tiene que decidir viajar a su propio interior, reconocer con absoluta sinceridad qué le sucede, sin buscar amigos títeres que le devuelvan sus miserias como un triste eco; y, luego, volver la mirada en otra dirección para descubrir las nuevas y fascinantes rutas.


Y, por último, nos detenemos en esta carta llamada LA CAUTIVIDAD. Seguro que en alguna que otra ocasión te has sentido atrapado en un problema. Cuando uno se da cuenta de esta realidad, su primer impulso suele ser desembarazarse del mismo tan pronto como pueda; y al igual que hace esta triste figura de la carta, se dedica a tirar con fuerza de las rejas, sin percatarse de que con esta actitud lo único que hace es agravar la situación. ¿Por qué? Fijate bien.

La reja tapa una hermosa ventana de piedra cuidadosamente edificada. A cada empujón que la figura da a la reja, va agrietando las rocas de la base. ¿Conseguirá romper así la roca y salir de su poco amada cautividad? Puede que sí, pero, en este caso, lo más probable es que si fuerza mucho la situación lo único que consiga es romper su base y tener que afrontar un terrible frío nocturno... porque ¿es la reja el único problema de este Joker que ha perdido su sonrisa?

A lo mejor, el problema que lo acucia era necesario para darse cuenta de quién es él y cuáles son sus posibilidades. A lo mejor está ahí para que pueda darse cuenta de cuándo se pone él mismo en peligro por no saber actuar conscientemente. A lo mejor está ahí para que descubra el valor de la libertad; una libertad conquistada de manera adulta y no como una reacción exagerada y pueril.