viernes, 21 de noviembre de 2008

LOS TRES CAMINOS - Segundo y Tercer Camino


Desde el nuevo lugar de seguridad que había encontrado, rió, rió de buena gana ante aquel descubrimiento, y la esperanza volvió a anidar en ella. Y siguió avanzando. Volvió a escuchar las voces de los deportistas e imaginó lo que pensarían de ella, pero no le importaba, estaba disfrutando de su paseo.

Empezó a mirar con atención, y vio los árboles de tan variados colores. El otoño dejaba su hermosa marca en el suelo. Y entonces surgió otro camino. Era de gravilla y sobre él una alfombra de hojas lo hacía apenas visible. No habían terminado los problemas. Tras el éxito reciente, un nuevo desafío surgía. Las hojas podían ser peligrosas. Pero ella acababa de vencer una prueba y esta segunda que se le proponía no acabaría en derrota; ahora lo sabía. Ahora sí que lo sabía.

Cuando iniciara su primera aventura se vio inmersa en el problema y, aunque no sabía si saldría con bien o no del desafío, recorrió el camino; ahora las cosas habían mejorado, ahora sabía que podía vencer si caminaba con cuidado y mantenía la esperanza.

En esta segunda ocasión, sólo le quedaba aplicar sus conocimientos y actuar muy cuidadosamente. Incluso le dio tiempo a disfrutar de la experiencia. La primera vez había experimentado algo muy semejante al terror en alguno de los momentos, pero ahora sabía que podía lograrlo, podía llegar a un terreno más seguro.

Y así fue. La satisfacción resplandeció en su rostro. Aquella tarde estaba resultando muy fructífera. Había conseguido sortear ya dos dificultades. Sí, había hecho bien en salir aquella desapacible tarde. La naturaleza le había enseñado todo lo que necesitaba saber para sortear las dificultades de su vida. Por supuesto que había pasado por momentos terribles, pero ahí estaba, viva y dispuesta a emprender nuevos caminos. Ya conocía la experiencia. ¿Cómo pudo haberla olvidado? Había que cruzar el bosque para contemplarlo luego con perspectiva.

El segundo camino le había hablado muy claro; ella tenía recursos para sortear las dificultades, sólo hacía falta ponerlos en práctica y saber que siempre podría alcanzar la meta.

El día estaba siendo fructífero. Ahora disfrutaba contemplando los árboles, las fuentes, los estanques, todo era hermoso. Siguió caminando; el final del parque estaba ya cerca, y siguió caminando.

La salida era fácil, había dos caminos para escoger. Uno, el más cómodo, era el que siempre había tomado desde que lo visitaba. Pero entonces vio el otro. Estaba cubierto de hojarasca. No podía saber qué es lo que había debajo. ¿Tierra? ¿Grava? ¿Asfalto? Ya no importaba. Y sin pensarlo dos veces, tomó la decisión; el nuevo resultaba más atractivo para ella.

¿Por qué elegía ahora aquel camino desconocido y no el que, por conocerlo de antemano, podía depararle la seguridad reconfortante? ¿Por qué añadir una nueva emoción a aquella tarde en la que ya había puesto a prueba su valor? La respuesta acudió con más presteza de la imaginada: ¡¡¡la diversión!!! Ahora quería disfrutar con el placer de lo desconocido; ahora, por fin, sabía que contaba con todos los recursos para acometer su nueva tarea con éxito.


La naturaleza había hablado y ella había escuchado su voz.