viernes, 2 de octubre de 2009

JESÚS: la intimidad de la oración y la necesidad de la instrucción



Como siempre he dicho, para mí JESUCRISTO es muy importante. Tanto que, lógicamente, me ha gustado conocer y valorar muchos aspectos de su vida. Por supuesto, los Evangelios, aun con sus silencios y posibles visiones personales, son la base para gran parte de ese conocimiento; o al menos, de la búsqueda del mismo. Y cuando los leo y medito sobre ellos, surgen muchos pensamientos en mi interior. Uno de ellos es éste que me gustaría compartir con vosotros.

Aunque no soy una erudita sobre el tema, sino que sencillamente busco información sobre aquello que me gusta, a partir de mis preguntas he ido desentrañando respuestas que me ayuden a encontrar la mía propia. Así me doy cuenta de algo que suele pasarse demasiado por encima, y es que solemos valorar la historia antigua con nuestros parámetros actuales, y eso no puede aportar demasiada ayuda. Como ya expuse en un artículo anterior, parece que los conocimientos que tenemos sobre la tradición religiosa judía provienen de un tiempo posterior a la etapa que vivió Jesús en la tierra. Es decir, hoy en día, por ejemplo, el rabino es alguien muy claramente definido en la comunidad judía, pero ¿era así en tiempos de Jesús? Parece ser que no. Y eso me lleva al centro de esta exposición: ¿qué aportaba Jesús en la religión de su época y con qué "estatus" se presentaba? Y eso me lleva a una pregunta mucho más importante para mí: ¿qué aporta Jesús en las comunidades religiosas o espirituales de nuestra época y de la suya?

Con respecto al estatus, no puedo saberlo con seguridad; es más, creo que nadie lo sabe; pero parece claro que no era sacerdote; y desde luego que no lo era con respecto a nuestros cánones actuales: es decir, un intermediario entre Dios y los hombres que realiza unas prácticas rituales determinadas. Yo creo que JESÚS era mucho más que eso.

A mi entender Jesús, ante todo y por encima de todo, era alguien que vivía lo que predicaba. No se sometía a normas vacías, sino al fondo real de las cosas; por tanto no iba de manera directa contra las prácticas pero sí contra la ausencia de sentido real al aplicarlas. Colocaba por encima de todo el amor, y luego el ritual si podia ayudarlo pero nunca cuando lo entorpecía.

Por otra parte Jesús vivía la comunión con el Padre, y esa comunión y esa esperanza era lo que quería transmitir a los demás. Él hablaba del Reino de Dios, creo que más como un estado a alcanzar que como un lugar meramente físico; sin descartar que pueda serlo, pues cuando uno ES, uno necesariamente ESTÁ.

Por tanto, creo que Jesús, era -y es- un Maestro que predicaba con el ejemplo. Es alguien que dedicó mucho tiempo a vivir a Dios, alguien con una fuerte base y que por ello podía compartirla. Y por eso enseñaba, para que los demás, aquellos que no habían podido dedicar aquel tiempo a la actividad de conocer y conectar con Dios, pudieran emprender el camino ayudados y motivados por sus explicaciones y por su ejemplo.

Parece que cuando entraba en las sinagogas de su tiempo (es importante matizar que hablamos de las de su tiempo) lo que hacía era enseñar, instruir: explicaba aquellas lecturas que se habían convertido en algo tan rutinario y a veces tan complicado por el lenguaje en el que estaban escritas que una gran mayoría no era capaz de comprender y, gracias a sus enseñanzas, quienes le escuchaban podían aplicar adaptada la Palabra a su vida diaria. Es decir, era -entre otras cosas- un Gran Maestro o Instructor Espiritual; un guía que sabía ir al fondo porque lo vivía.

Y por otra parte, además de esos encuentros multitudinarios o menos multitudinarios, pero donde todos los que acudían buscaban una meta común, también señalaba la importancia suprema del encuentro íntimo y no sólo público con Dios. Es decir, nos señala de manera inequivoca la necesidad de la oración personal e íntima.

Jesús practica y nos enseña la necesidad de la oración íntima, sin testigos, sin nadie alrededor: sólos tú y Él. Sólo de esa manera la persona puede seguir siendo una misma al entrar en comunión con muchos otros; de otra forma, sin esa fuerza que aporta el encuentro personal, puede correrse el peligro de extraviarse entre un mar de voces masificadas y no vivenciadas.

Jesús enseña a través de la palabra y de la acción. Jesús incide en la necesidad del tiempo íntimo de oración (llámalo meditación, oración, como lo desees, pero sabemos muy bien de lo que hablamos, ¿verdad?). JESÚS nos enseña a SER para poder obrar; en lugar de hacer justo lo contrario, obrar para quizá llegar a ser.


NOTA SOBRE LAS IMAGENES DE ESTE ARTÍCULO:


En primer lugar aparece un bellísimo cuadro titulado "JESÚS EN LA SINAGOGA", obra del pintor GREG OLSEN. Me gustaría puntualizar que tengo el permiso del autor para la reproducción de esta obra. Desde hace tiempo, veo en la red imágenes de Jesús que me parecen bellísimas pero de las que no conocía la autoría. Hoy, gracias a otro blog que publicó la imagen dando los datos, sé de dónde proceden y considero de justicia comunicarlo así. Por otra parte, el autor pide tres requisitos a la hora de mostrar sus imágenes; tres requisitos que cumplo y reproduzco a continuación por lo correctos que me parecen. Éstas son sus peticiones:

  • Nombrar al autor y reproducir el símbolo de copyright en la visualización de sus obras: ©. Por motivos técnicos, no me es posible hacerlo en su obra, por lo que lo hago aquí.
  • No modificar la imagen, a excepción del tamaño por razones obvias.

Mi agradecimiento al autor por tan bellos cuadros.

Sobre la segunda imagen, carezco de información pero la considero tan bella y apropiada que he decidido ponerla en mi blog; y si el autor no lo considera oportuno,, estaré encantada de conocer su nombre y hacerle el reconocimiento que se merece. Gracias