miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cuatro de Oros (Rider Waite) y Cuatro del Arco Iris (Zen Osho): Meditando con las Cartas del Tarot





El Cuatro de Oros del Tarot Rider Waite, como todas sus cartas, tiene varias explicaciones y varios matices, pero vamos al sentido más general para meditar sobre ello. Como vemos en la imagen diseñada por Pamela Colman Smith, se nos muestra una figura, coronada por cierto, que sostiene como puede las cuatro monedas para que no se le escapen. Una la tiene en la cabeza, otra en sus brazos, y las otras dos las sujeta firmemente con sus pies. ¿Qué te sugiere esta figura?

Fíjate, se trata de alguien coronado; es decir, alguien bendecido, alguien que ya ha recibido muchos premios en la vida, sin embargo... aún no se fía. Tiene una necesidad tan grande de estabilidad que no se atreve a dejar de vigilar sus riquezas. Podría moverle un sano interés en principio; puede tratarse de alguien que ha tenido que luchar duramente por sus ganancias y que ahora teme perderlas; pero no debería echar en el olvido que HA CONSIGUIDO LAS GANANCIAS!!! ¿Qué puede temer entonces?

A lo mejor, al poner tanto esfuerzo en mantener las cosas como hasta ahora, se está olvidando de dar una oportunidad a la Vida, como ya se la dio cuando fue coronado. Precisamente esta persona debería saber que la Vida fluye de manera beneficiosa cuando no se la estorba. ¿No será hora de que sopese cómo consiguió sus logros y relaje tanta búsqueda desesperada de estabilidad?


Como casi siempre, en el Tarot Zen de Osho, el Cuatro del Arco Iris se fija en un matiz en especial, y en esta ocasión, el nombre que le da a la carta lo dice todo: EL AVARO. Ma Deva Padma nos muestra en su diseño a una mujer muy bien arreglada, que se apega a todas sus riquezas materiales. La mujer ha construido un muro para que nadie le arrebate aquello por lo que ha luchado, y mira con enorme desconfianza, vigilando para que nadie se acerque al fruto de sus conquistas y pueda arrebatárselas.

La mujer se ha equivocado; ha creído que atesorando riquezas materiales y custodíandolas conseguiría esa seguiridad que tanto ansía. Pero ha tenido que pagar un precio altísimo. En primer lugar, ha descuidado la búsqueda de la verdadera riqueza, ésa que ya Jesús nos decía que estaba en el interior y que permitía que un hombre vendiera todos sus tesoros para mantener la única perla verdadera.

Además, ha alejado la buena fortuna, pues las riquezas que no se siembran terminan por marchitarse; mientras que las que se comparten, crecen sin parar.

¿Y la compañia? ¿Quién puede estar con una persona tan desconfiada?

Piensa, medita, todas las imágenes atesoran una gran lección: una perla de sabiduría.