jueves, 7 de octubre de 2010

El don y el esfuerzo

Con demasiada frecuencia se escucha una valoración general sobre los dones que ciertas personas poseen y los que otros parecen no tener. Se da por hecho que algunas personas nacen bendecidas por los cielos con una determinada gracia especial, y, desgraciadamente, con gran frecuencia parece olvidarse algo que, sin desmerecer lo anterior, me parece que también debe tenerse en cuenta: que todo don conlleva un esfuerzo para ser plenamente desarrollado. Es decir, que, como el viejo aforismo ya indicaba, tenemos que admitir que no sólo se nace sino que además uno se hace, y eso es algo en lo que me gustaría profundizar un poquito más.

En primer lugar, ¿es verdad que unos tienen ciertos dones y otros no? Yo creo que en esencia todos tenemos esos dones, pero están ahí escondidos, en espera de tiempos mejores, incluso a lo mejor en espera de otras vidas; puesto que el problema no es tanto no tener los talentos de manera latente, sino en encontrar el tiempo material para desarrollarlos de manera patente. 

También es cierto que ciertos dones parecen mostrarse con muchísima más claridad y otros cuesta más tiempo y esfuerzo irlos descubriendo, aunque estén ahí, escondiditos pero ahí.

Y ahora llegamos al quid de la cuestión: el esfuerzo. Si, de nada sirve engañarse, por muchos dones que uno reciba, hay que desarrollarlos con esfuerzo, para mejorarlos, para sacarles todo el provecho que tienen en potencia. Me da pena cuando ese esfuerzo no se pone en marcha o cuando los otros lo menosprecian. Muchas personas hablan con cierta ignorancia de las capacidades de otros y de su facilidad para hacer las cosas, sin ahondar nunca en el esfuerzo que con toda probabilidad ha tenido que emplear la persona a la que admiran.

El ballet nos proporciona maravillosos ejemplos de esto. Quienes más se esfuerzan, quienes más trabajo han dedicado a la perfección de su arte, son los que bailan de manera "aparentemente" más fácil y poco complicada,  una sencillez cuya dificultad sólo valoran los que saben ver el esfuerzo que hay detrás de tan bella tarea. A algunos puede parecerle extraordinariamente fácil lo que hacen estos grandes bailarines  porque no ven externamente los resultados de su esfuerzo, como puede ser el temblor de los músculos que sí se aprecia en quien no ha dedicado tantas horas a perfeccionar su técnica.

Los dones deben ser agradecidos, por supuesto que sí; pero además debemos darnos cuenta de que si se nos han dado ha sido para  que la persona así bendecida se ponga en movimiento y desarrolle las gracias obtenidas. Se nos regalan cualidades para desarrollarlas. ¿Recuerdas la parábola de los Talentos en Mateo, 21, 15-29? Es muy reveladora.

No des por hecho la gratuidad de los dones; esfuérzate por desarrollarlos y ofrecer lo mejor de los mismos a los demás. Es hermoso que el don venga acompañado del esfuerzo, ¿no te parece?