Como ya dije en mi anterior entrada, en ésta voy a apuntar algo sobre lo que me inspira a mí el Libro de Urantia.
Puede parecer algo de sobra conocido, pero es cuando lo leo, especialmente cuando lo hago al aire libre y miro al cielo, cuando me puedo dar cuenta de la inmensa grandeza de Dios. Es decir, me aporta la sensación de reverencia hacia un Dios que excede cualquier cosa que uno pueda imaginar. Me inspira lo que una palabra inglesa parece decirme a mí: awe, una palabre que puede ser traducida como múltiples sensaciones: temor, sobrecogimiento, reverencia, asombro...; y que, para colmo, su pronunciación nos remite a un "ooooohhh" mayúsculo; y es que es ese "oh" lo que surge de mi corazón al vislumbrar un atisbo de lo que debe de ser Dios. Y es que por mucho que se nos diga y por mucho que cada uno se diga a sí mismo de manera racional, lo cierto es que siempre tratamos de etiquetar a nuestro Creador desde la perspectiva de una parte ínfima de la creación; y cuando digo ínfima, lo digo de verdad. Cuando leo el Libro de Urantia poco a poco, me doy cuenta verdaderamente de que la parte no puede entender al Todo, y mucho menos explicarlo, pero sí adorarlo.
Me aporta una perspectiva más acorde con la grandeza de una creación y de un Creador, de los que apenas conocemos nada, y eso me sobrecoge y a la vez me llena de alabanza.
En el Libro de Urantia, entre otras muchas cosas, se nos dice que existe no un Universo sino muchísimos más. Como ejemplo de los soles que existen en un determinado sistema o universo (hablo de memoria, y no soy de las que le quedan claras ni en la memoria todas las distinciones pero sí el fondo) se nos dice que serían comparables a los vasos de agua que podrían llenarse en nuestros océanos. ¿Alguien puede imaginarlo?
Pero además de esos Universos, se nos explica que básicamente existen dos tipos de creación: la creación ya dada desde un principio con su perfección ya alcanzada porque así fue creado, y la que sigue los caminos de la evolución. Por supuesto, nosotros estaríamos dentro de la línea evolutiva, aunque a veces nos creamos lo contrario; una línea que nos llevaría a un larguísimo camino por recorrer hasta llegar a la meta. Es curioso, pero nos creemos los amos del Universo, y parece bien claro que somos una motita de polvo dentro del nuestro, y mucho menos dentro del conjunto de todos. Sin embargo, a pesar de ello, se nos asegura que todo lo creado, sea grande o pequeño, sea enorme o ínfimo, recibe el mismo amor y dedicación del Creador. Y eso, tras el sobrecogimiento de nuestra nimiedad, me llena de confianza y alegría al saberme considerada digna, así como a todos los que comparten ese mismo camino de evolución.
Nos habla de un Dios que no sólo hace un mundo a nuestra semejanza sino que es capaz de hacer múltiples mundos y seres de diferente naturaleza, no necesariamente iguales a nosotros. Seres más perfectos y seres más imperfectos; seres que siguen una escala que les permite poder entender mejor o peor al origen de quien los creó.
Nos habla de un Dios que no sólo hace un mundo a nuestra semejanza sino que es capaz de hacer múltiples mundos y seres de diferente naturaleza, no necesariamente iguales a nosotros. Seres más perfectos y seres más imperfectos; seres que siguen una escala que les permite poder entender mejor o peor al origen de quien los creó.
Sé racionalmente que sólo puedo comunicarme con la parte de Dios que puedo más o menos entender, lo cual no quiere decir que Él sea eso, sino que se adecúa a nuestra percepción, y por tanto, a medida que vayamos ampliándola en nuestro camino de evolución, podremos conocerlo a Él en una mayor profundidad que ahora nos resulta inaccesible.
Sí, ya sé que esto, de alguna manera, siempre se nos ha dicho; pero siento que en el fondo no nos lo acabamos de creer, y nos vemos más como seres creadores de un Dios que como criaturas de Él. Somos nosotros los que vemos nuestro mundo sólo desde nuestra perspectiva; y el Libro de Urantia, sobre todo, me ha aportado poder intuir que hay otras perspectivas y no solamente la mía.
Me impresionó cuando en mi juventud un astrónomo explicaba que al fin y al cabo teníamos que darnos cuenta de que la visión que tenemos de nuestra galaxia sólo la tenemos desde dentro, y eso nos impide verla como realmente es. El Libro de Urantia, sin tomarlo al pie de la letra ni considerar que todo es correcto al cien por cien, me aporta esa visión desde el exterior, y eso para mí es muy esclarecedor.