¿Qué tenemos aquí? ¿Un niño enfadado? ¿Puedes reconocerte en él? En la carta de El Symbolón conocida como, EL DESFIANTE, EL TERCO, o EL QUE SE OPONE, podemos ver muchas cosas.
El niño se ha enfadado; rompe sus juguetes, los tira en actitud violenta y se marcha dando un portazo, mientras la madre, con sus brazos en jarra, espera su regreso. ¡Ya se le pasará! Y si no... ¡peor para él!
Los nubarrones en el cielo adornan este decorado dramático. Sí, la vida a veces no está por la labor de concedernos todos los caprichos que le pedimos, y por más malas caras que pongamos, no va a cambiar de opinión si ve que no resulta conveniente. Pero el niño no se detiene a pensar en lo que es o no conveniente sino sencillamente en lo que desea él en el momento preciso que lo pide.
Además, el niño, ante la negativa de la madre a ceder a sus requerimientos (puedes leer Vida, en lugar de "madre"), se siente dolido y falto de amor; piensa erróneamente que sus seres queridos le han abandonado al no ceñirse a sus demandas. Se ve solo, injustamente tratado, y ante la impotencia que siente sólo ve una salida: el enfado, el berrinche, la huida ruidosa para obligar a los demás a reaccionar; pues no hay que en gañarse, nuestro pequeño heroe no busca en absoluto abandonar el escenario, sino que sólo lo simula para provocar una reacción más acorde con sus deseos. Pero ¿conseguirá que los demás se pliegen por fin a sus demandas? A lo mejor resultaría más conveniente que este pequeñín enfurruñado que todos llevamos dentro cuando se nos impide la realización de nuestros deseos se parase a considerar en la conveniencia de los mismos.
Además, el niño, ante la negativa de la madre a ceder a sus requerimientos (puedes leer Vida, en lugar de "madre"), se siente dolido y falto de amor; piensa erróneamente que sus seres queridos le han abandonado al no ceñirse a sus demandas. Se ve solo, injustamente tratado, y ante la impotencia que siente sólo ve una salida: el enfado, el berrinche, la huida ruidosa para obligar a los demás a reaccionar; pues no hay que en gañarse, nuestro pequeño heroe no busca en absoluto abandonar el escenario, sino que sólo lo simula para provocar una reacción más acorde con sus deseos. Pero ¿conseguirá que los demás se pliegen por fin a sus demandas? A lo mejor resultaría más conveniente que este pequeñín enfurruñado que todos llevamos dentro cuando se nos impide la realización de nuestros deseos se parase a considerar en la conveniencia de los mismos.
El muchacho tendrá que terminar por reconocer que la Vida es mucho más sabia que él, y que muy probablemente este enfado permita, con el tiempo, que nuestro pequeñín se haga adulto de una vez.