Como podemos ver, se nos muestra una figura colgada boca abajo en la rama de un árbol. Sus manos parecen atadas, su cabeza está rodeada de un halo dorado; y en cuanto a sus piernas están cruzadas de igual forma que la figura de EL EMPERADOR, en la carta IV, pero en esta ocasión, además de estar boca abajo, una está atada al árbol y la otra parece suelta en una espera tranquila a que los acontecimientos se desarrollen.
Aunque la carta en principio pudiera parecer no demasiado tranquilizadora, cuando nos fijamos en el aspecto de la figura no acabamos de intuir que se encuentre preocupada. Sencillamente se trata de alguien que entiende que para obtener algo en la vida también hay que saber sacrificarse, además de dar tiempo a las circunstancias.
En una lectura nos suele hablar de una cierta postergación de aquello que deseamos. Algo parece bloqueado y lo mejor que podemos hacer es tomárnoslo con filosofía y permitir que esta experiencia nos ayude a crecer interiormente. No olvidemos la luz dorada que rodea el rostro de nuestro personaje; la claridad de la mente y del espíritu así como de la intuición.
Ante los obstáculos o demoras con los que nos vamos encontrando en la vida, no hay que desesperarse sino que sencillamente hay que saber aguantarlos. Ése es, a mi juicio, el mensaje principal de esta carta.
Ante los obstáculos o demoras con los que nos vamos encontrando en la vida, no hay que desesperarse sino que sencillamente hay que saber aguantarlos. Ése es, a mi juicio, el mensaje principal de esta carta.