lunes, 15 de diciembre de 2008

María y José- Parte II

Y aquí, por supuesto, empieza mi imaginación; pero, francamente, no me parece excesiva osadía a juzgar por lo poquísimo que parece saberse.

Imagino que el hecho de que una niña judía fuera dedicada al templo podía tener varios fines. En primer lugar, un ofrecimiento a Dios. Y en segundo y tercer lugar, una forma de fomentar en la niña una devoción y, a su vez, procurar la salvaguarda de su virginidad. No podemos olvidar el hecho de la importancia de la mujer en la custodia de la pureza de su estirpe. Si la niña era dedicada al templo, es de suponer que se cuidaba mucho este tema e, incluso, podía o bien elegirse marido para cuando tuviera la edad apropiada, o bien se concedía permiso para el elegido por la familia.

¿Qué podría hacer María en el templo? Probablemente lo que han hecho la mayoría de las mujeres en gran parte de las relilgiones del mundo conocido: tejer los lienzos, limpiar todo aquello que luego los sacerdotes habían de purificar, etc., etc.

Imagino que se fomentaba la devoción y que, probablemente, se les diera algún tipo de instrucción. Es más que probable que la Virgen María conociera y recitara salmos; pudiera ser que aunque no se les enseñara a leer sí se memorizaran textos leídos por los instructores. Yo creo que la palabra de Dios estaba en su boca.

Puedo imaginar que a las mujeres dedicadas al templo se les daría una instrucción necesaria para ejercer determinadas tareas. Es decir, probablemente no gustara una mujer absolutamente analfabeta, aunque quíen sabe. Pero lo que no podía era estudiar todos los textos sagrados; para eso estaban los hombres.

¿Y qué ocurre cuando alguien siente tanto deseo y tanta cercanía hacia su Creador? Que busca maneras de conectar con Él. Ya que una simple niña no podía ejercer rituales reservados a una casta especial de hombres; ya que una niña no podía leer las escrituras que con tanto celo se guardaban alejadas de sus manos, ¿qué podía hacer una niña que, probablemente, desde el principio sintiera afinidad hacia las cosas de Dios y, además, se las fomentaban pero sólo hasta ciertos límites? Creo que lo único que podía hacer era buscar a ese Amoroso Creador en todo lo que le rodeaba y en su propio interior. María parece haber optado por dirigise directamente a Dios. No le hacía falta nada más. Vivía más que estudiaba.

María, muy probablemente, se acostumbró al silencio y a no manifestar públicamente sus dudas, sino a dirigirlas directamente a su Dios. De esa manera pudo hacer crecer una espiritualidad no constreñida a ritos y escritos, sino basada en su propia experiencia (algo que su Hijo desarrolló a las mil maravillas).

Y así la niña María desarrolló una oración de cercanía que le hizo poder recibir mensajes directos de su Creador, bien fuera a través de señales, bien a través de ángeles, pero no parece que los recibiera por medio de instituciones que le abrían unas puertas mientras le cerraban otras.

El contacto directo con Dios pudo hacer que creciera en ella la confianza absoluta en Su poder. La concepción milagrosa sirve para demostrarlo. María no da explicaciones; si Dios lo ha dispuesto así, que así sea; ella está acostumbrada al silencio y a los hechos, no necesita elaborar ni discutir cientos de miles de teorías.


Ni siquiera parece que necesitara hacerle aclaraciones a quien se eligió como marido, de quien se nos dice que "era bueno". No se nos dan detalles de él, sino uno que los engloba a todos: su bondad. ¿Y qué puede hacer un hombre bueno ante un embarazo de su desposada en fecha nada conveniente?

José hace lo mismo que María, confía y obra rectamente. No quiere causar daño y asume los hechos. No sólo eso, se hace cargo animosamente y emprende el camino de protección de su nueva familia, la que Dios le ha o
torgado por tan extraños caminos. José tampoco discute; San José piensa, razona, ora, deja paso a su intuición, decide y actúa.

CONTINUARÁ...