lunes, 9 de febrero de 2009

Autoridad y Poder.- Meditando con las Cartas de El Symbolon

En la baraja de EL SYMBOLON, hay cuatro cartas en las que la figura principal es un Rey o un Emperador; en definitiva, alguien imbuido de un cierto poder. Ya en una ocasión anterior nos detuvimos en una de estas cartas, pero ahora me gustaría incidir en el tema estableciendo la relación entre estas cuatro diferentes imágenes que abordan aspectos distintos de mucho valor.

Para comenzar, aquí tenemos al ACTOR. El título, ya de por sí nos sugiere mucho. Es alguien que actúa como un Emperador sin tener que serlo necesariamente (puede serlo, puede no serlo). Lo importante es que ha decidido representar su papel con total convicción. Él se lo cree, y su propio autoconvencimiento puede ser una baza muy importante para convencer a los demás. Ahí está el público hipnotizado por la fuerza de este personaje; incluso un actor secundario al fondo no le quita ojo. El actor está representando bien su papel. El actor está "ACTUANDO"; no en el sentido de "engañando", sino en el sentido de "HACIENDO".

Pero no te confundas, aunque este personaje esté actuando con una profunda convicción; conoce muy bien la realidad; asume el papel con fuerza pero, no pierde nunca de vista eso, que se trata de un papel; no necesariamente de una identidad, sino de una actuación momentánea y precisa en la que está dispuesto a poner toda la carne en el asador para el propio beneficio y para el de los demás.

La siguiente carta que vamos a tratar se llama EL REY ENFERMO. Y sí, ahí tenemos a un hombre agotado, que se echa a domir con un libro cerrado en las manos. En la mesita de noche, los medicamentos encuentran un lugar sobre el que apoyarse. Mietras tanto, la silla sostiene el ajuar del Rey, sus símbolos de poder. La ventana está cerrada; la vela está apagada; y la cruz se muestra como un recordatorio de cómo afrontar el dolor.

El Rey Enfermo nos puede estar transmitiendo muchos mensajes. Uno de ellos es la necesidad de un retiro. El Rey ha tenido que batallar demasiado y necesita descansar.

Además, el libro y la ventana cerrada nos puede sugerir que necesita interiorizar. Ahora no es el momento de buscar soluciones intelectuales o esperar señales; sino que es el momento del recogimiento.

Ahora se muestra como un hombre de carne y hueso, no como una imagen de poder y autoridad; sino como alguien que necesita su tiempo para curar las heridas emocionales o de cualquier tipo.

Gracias a ese descanso, liberado de exigencias externas e internas, podrá reemprender la marcha con una lección muy importante ya aprendida: la PACIENCIA.

LA CAÍDA nos muestra a un Rey momentáneamente destronado. Se sentía tan seguro en su trono, gobernando sus ejércitos a la izquierda y sus súbditos a la derecha, que no podía imaginar ni por un instante que, en un momento determinado, todo podía desestabilizarse y caer estrepitosamente para mofa de los demás. Para colmo, su bufón se permite reírse de él y mostrarle su cara de estupefacción en un espejo. ¡¡¡Qué escarnio!!!

Pero el Rey, en vez de dolerse (pues no se ha hecho ningún daño real, es más la humillación que siente que otra cosa), debería aprender de esta caída y ver los símbolos. Miremos detenidamente. En su trono están los leones; la fuerza, la majestad. Pero también hay un pequeño pajarillo que emprende el vuelo cantando alegremente. Y es que uno no puede estar en constante pose de esfinge, aplicando normas y patrones a diestro y siniestro; uno necesita cantar y liberarse; disfrutar, en una palabra. A veces sentimos que si no hacemos nosotros esto o lo otro, las cosas no marcharán; pero a lo mejor, no estaría de más aflojar un poquito, antes de que la cuerda se tense en exceso.

Ahora el rey lo entiende; su bufón no se ríe de él; su bufón le muestra el lado divertido de las cosas; saber tomarse a la ligera incluso los reveses pues bien pudieran ser grandes bendiciones. Ahora el rey entiende que él también es su propio bufón, y ríe con él.

Y para terminar, una carta ya conocida en este blog: EL EGO. Se trata del mismo rey que veíamos en la imagen anterior, pero en esta ocasión sentado en su sillón y con los símbolos de autoridad en su mano. Al fondo, el campamento militar y la ciudad sobre la que reina. Tras él, la energía del sol iluminándolo, igual que lo hace en la carta anterior; porque al sol no le importa que uno se caiga o no.

En esta carta me gusta la sonrisa del rey. Sí, no se trata de alguien estricto hasta la obsesión, sino de quien sabe ser disciplinado y poner límites y orden cuando es preciso, pero no de manera arbitraria. El rey verdadero sabe vivir y deja vivir. Es verdad que a veces deberá mostrar una cierta severidad para defender determinados principios, pero eso, en lugar de amargarle o perjudicar a los demás, hará que la luz brille intensamente.