jueves, 8 de mayo de 2008

Salvaje, el Guepardo - Primera parte

(Nota: Hace bastantes años nos sentamos mi sobrino -entonces un niño- y yo con la idea de escribir un cuento. Deseábamos hacer una historia común, y para ello le pedí que imaginara un animal, y, a partir de ahí, ir formando una historia. Como en aquel momento estaba interesadísimo en los guepardos, el protagonista no podía ser otro animal. Y así empezó este relato que deseo publicar aquí en dos partes para no cansar a los lectores.)

En la selva de África vivía un guepardo llamado Salvaje, quien, a pesar de su nombre, era muy pacífico.

Aunque el guepardo no es originario de la selva, lo cierto es que Salvaje, un día, decidió viajar, y, saliendo de la sabana que le había visto nacer, apareció en la selva totalmente desconocida para él, y le agradó tanto que decidió establecerse en ella.

Una mañana, al despuntar los rayos de sol en el horizonte, Salvaje salió a dar un paseo. En el camino se encontró con un mono que no tenía muy buenos modales, quien, interponiéndose en su camino, le dijo:

- “Oye, tú, como te llames; ¿es que no sabes que éste es mi territorio? ¡Fuera de aquí!”

El guepardo, que casi nunca tenía ganas de pelear, le dijo:

- “Me parece que te equivocas. Vengo aquí muchos días, y como yo muchos animales, y nunca se nos ha prohibido el paso.”

- “Pues ya lo sabes -replicó el mono-. A partir de ahora, éste es mi territorio y no permito que nadie entre en él. Vuélvete por donde has venido.”

Salvaje era un buen guepardo, lleno de paciencia para con todos, incluidos los monos impertinentes que pudiera encontrarse a su paso, por tanto, decidió hacer entrar en razón a este ser tan desagradable.

- “No creo que éste sea tu territorio, pero, aunque así fuera, no veo por qué puede molestarte mi presencia; al fin y al cabo, no hago nada malo, tan sólo paseo, y, si quieres, podemos hacerlo juntos y charlar un rato.”

- “Oye tú, como te llames; no te he pedido tu opinión. Vamos, lárgate.”

Salvaje, viendo que era imposible hacer entrar en razón al mono, decidió marcharse y cambiar de itinerario en sus paseos matutinos.

Ya atardecido, Salvaje se encontró con Mumpi, el elefante, quien se dirigió a él en estos términos.

- “¿Te has enterado de las últimas noticias?”

- “¿A qué noticias te refieres?” -preguntó el guepardo.

- “Pues a ese mono que pretende adueñarse de parte de la selva. ¿Habías oído algo tan tonto en tu vida? Dice que ésa es su tierra y que nadie puede entrar en ella. Esta noche habrá reunión para tratar sobre el tema. ¿Vendrás?”

- “Por supuesto; nos veremos esta noche.”

Salvaje se retiró a un lugar solitario cercano a un lago, donde solía ir a meditar con frecuencia. Al guepardo, la visión del agua le transmitía una paz maravillosa y pensó que aquél sería un buen lugar para aquietar su cerebro. La noche prometía ser trabajosa y era necesario estar bien despierto y evitar cualquier error.

* * *

Una vez que el sol se hubo ocultado, todos los animales de la selva acudieron al lugar de reunión. El ambiente era tenso, pues nadie estaba de acuerdo con la posición que había adoptado el mono.

El primero en tomar la palabra fue Mumpi, quien, después de informar a los que todavía no se habían enterado de la noticia, abrió un coloquio en el que todos podían participar intentando aportar soluciones que ayudaran a resolver el problema.

Los animales de la selva estaban realmente enfadados, y eso hacía difícil llegar a una buena solución. Por fin, Salvaje el guepardo tomó la palabra.

- “Me parece que cualquier violencia que podamos ejercitar no nos va a traer la solución.”

- “Entonces, ¿qué propones, Salvaje?” -preguntó Mumpi verdaderamente intrigado.

- “Muy fácil; este mono pretende que la selva es sólo suya y no quiere vernos a ninguno de nosotros caminando por ella; muy bien, si eso es lo que quiere, le daremos el gusto.”

- “Pero, ¿es que estás loco?”

Esta frase fue lanzada por todos los animales de la selva. No podían comprender el razonamiento del guepardo, y, aunque confiaban en su criterio, esperaron su respuesta.

- “Comprendo que os extrañe mi propuesta, pero veréis: el mono quiere hacerse dueño de la selva, y no comprende lo bonito del compartir. Creo que es un buen momento para enseñarle esta lección.”

Todos confiaron en el quepardo y aceptaron su sugerencia.