Le toca ahora el turno a la carta número VII del Tarot Rider Waite, conocida como EL CARRO. Y como siempre, vamos a detenernos en la imagen y ver qué nos puede estar sugiriendo.
Casi toda la carta está ocupada por la figura de un joven con aspecto de triunfador. Tanto es así que lleva una estrella coronando su cabeza, y unas alas en el carro que él conduce. El joven, vestido con una armadura bien hermosa además de eficaz en la batalla, empuña lo que podríamos considerar un cetro (aunque también, ¿por qué no? una fusta para dirigir a los animales que deben tirar del carro). Sea lo que sea, lleva en su manos un símbolo de poder, de dominio, de autoridad; sobre sí mismo, pues si uno debe dirigir a los demás, primero debe saber dominarse a sí mismo.
El joven no parece sentir miedo ni mucho menos sino que emprende un camino con la seguridad interna de saber sortear los obstáculos, pero ¿será capaz de lograrlo?
El carro que dirige este joven parece bastante robusto. Casi podríamos decir que se asemeja mucho al trono del Emperador.
A diferencia del Tarot de Marsella, donde se nos presentan dos caballos tirando del Carro, aquí vemos dos esfinges, una blanca y la otra negra. Además de la sorpresa de este encuentro, uno se pregunta si realmente van a tirar del carro, pues parecen sentadas tranquilamente delante de él. Imaginamos que sí, que se pondrán en movimiento, una vez que el joven guerrero decida hacerlo. Y para obtener éxito debe saber dirigirlas a las dos hacia el mismo sendero.
Esta carta nos habla de la disciplina y la perspectiva de éxito que debe tener toda persona que se decida a poner en práctica un proyecto. Para que dicho proyecto tenga éxito, lo primero que se requiere es una confianza fuerte en lograrlo. Además, hay que moverse, salir de la ciudad que se ve al fondo representando lo conocido, para adentrarse en nuevos caminos. Y por último es necesario saber dominar las pasiones que puedan hacernos desviar del rumbo, y someterlas, por medio de la disciplina, a un buen y único fin.
En el Tarot Osho Zen, la carta número VII de los Arcanos Mayores, recibe un nombre muy distinto. Se conoce como "DARSE CUENTA" o "CONSCIENCIA".
El Tarot de Osho tiene muchas particularidades, y una de ellas es no ceñirse necesariamente al orden y significado del Tarot tradicional. Precisamente en esta carta podemos constatar muy bien este hecho.
En este Tarot diseñado por Ma Deva Padma, se nos muestra la figura de alguien que por fin despierta para descubrir la realidad. Para los orientales, el ser humano vive engañado por maya. Maya es la forma engañosa que tenemos de percibir el mundo, como si se tratara de un sueño (ya Calderón de la Barca habló de lo mismo). Uno vive tan dentro de esa "maya", de esa "ilusión", que muchas veces pierde contacto con la "realidad". Pero las cosas no pueden permanecer así siempre. Un día, ese ser humano (podemos ser cualquiera de nosotros) se despierta de la ilusión en la que ha vivido y comprende la verdadera realidad; ha llegado el momento de su iluminación. Entonces descubre que esa realidad no es tan complicada como podría suponer, sino que es una total y completa inocencia, reprentada aquí por un Buda niño. ¿Por qué temer la realidad cuando es tan bella?
Casi toda la carta está ocupada por la figura de un joven con aspecto de triunfador. Tanto es así que lleva una estrella coronando su cabeza, y unas alas en el carro que él conduce. El joven, vestido con una armadura bien hermosa además de eficaz en la batalla, empuña lo que podríamos considerar un cetro (aunque también, ¿por qué no? una fusta para dirigir a los animales que deben tirar del carro). Sea lo que sea, lleva en su manos un símbolo de poder, de dominio, de autoridad; sobre sí mismo, pues si uno debe dirigir a los demás, primero debe saber dominarse a sí mismo.
El joven no parece sentir miedo ni mucho menos sino que emprende un camino con la seguridad interna de saber sortear los obstáculos, pero ¿será capaz de lograrlo?
El carro que dirige este joven parece bastante robusto. Casi podríamos decir que se asemeja mucho al trono del Emperador.
A diferencia del Tarot de Marsella, donde se nos presentan dos caballos tirando del Carro, aquí vemos dos esfinges, una blanca y la otra negra. Además de la sorpresa de este encuentro, uno se pregunta si realmente van a tirar del carro, pues parecen sentadas tranquilamente delante de él. Imaginamos que sí, que se pondrán en movimiento, una vez que el joven guerrero decida hacerlo. Y para obtener éxito debe saber dirigirlas a las dos hacia el mismo sendero.
Esta carta nos habla de la disciplina y la perspectiva de éxito que debe tener toda persona que se decida a poner en práctica un proyecto. Para que dicho proyecto tenga éxito, lo primero que se requiere es una confianza fuerte en lograrlo. Además, hay que moverse, salir de la ciudad que se ve al fondo representando lo conocido, para adentrarse en nuevos caminos. Y por último es necesario saber dominar las pasiones que puedan hacernos desviar del rumbo, y someterlas, por medio de la disciplina, a un buen y único fin.
En el Tarot Osho Zen, la carta número VII de los Arcanos Mayores, recibe un nombre muy distinto. Se conoce como "DARSE CUENTA" o "CONSCIENCIA".
El Tarot de Osho tiene muchas particularidades, y una de ellas es no ceñirse necesariamente al orden y significado del Tarot tradicional. Precisamente en esta carta podemos constatar muy bien este hecho.
En este Tarot diseñado por Ma Deva Padma, se nos muestra la figura de alguien que por fin despierta para descubrir la realidad. Para los orientales, el ser humano vive engañado por maya. Maya es la forma engañosa que tenemos de percibir el mundo, como si se tratara de un sueño (ya Calderón de la Barca habló de lo mismo). Uno vive tan dentro de esa "maya", de esa "ilusión", que muchas veces pierde contacto con la "realidad". Pero las cosas no pueden permanecer así siempre. Un día, ese ser humano (podemos ser cualquiera de nosotros) se despierta de la ilusión en la que ha vivido y comprende la verdadera realidad; ha llegado el momento de su iluminación. Entonces descubre que esa realidad no es tan complicada como podría suponer, sino que es una total y completa inocencia, reprentada aquí por un Buda niño. ¿Por qué temer la realidad cuando es tan bella?