Para seguir con el tema que había propuesto sobre las luchas y las batallas, me gustaría comentar estas otras dos cartas de EL SYMBOLON.
En primer lugar me gustaría detenerme en la llamada EL CRUZADO. Y por supuesto lo que aparece en primer plano es un Cruzado en pleno ataque con un magnífico caballo al que guía. Al fondo una ciudad destruida por los incendios provocados por una dura controversia. Justo delante del caballo vemos la imagen de una flor y la pregunta que surge en mí es: ¿sobrevivirá la flor o será pisoteada sin piedad por los cascos del corcel?
Vamos a detenernos en esta carta y desentrañar alguna cosa que podría sugerirnos.
El Cruzado es alguien que tiene una fuerte convicción, y es tan fuerte que considera su deber no sólo dársela a conocer a los demás, sino obligarles a aceptarla. Y ahí está el error, en ese ejercicio agresivo de la autoridad, olvidando que quien nos dio el ser nos dió también la libertad para explorarlo y desarrollarlo.
Pareciera una persona a la que le mueve el ímpetu juvenil e idealista que se cree en la razón, por más que aún le queden muchos años para ir desentrañando las cosas. Es impulsivo y con buenos sentimientos, pero debería controlarlos mejor y no dejarse llevar por la cólera y la ofuscación. Debería fijarse en esa flor, y darse cuenta de que con su fuerte agresión, en vez de salvarla (como pretende) podría destruirla sin piedad. Mostrar el camino, sí; imponerlo, no.
En primer lugar me gustaría detenerme en la llamada EL CRUZADO. Y por supuesto lo que aparece en primer plano es un Cruzado en pleno ataque con un magnífico caballo al que guía. Al fondo una ciudad destruida por los incendios provocados por una dura controversia. Justo delante del caballo vemos la imagen de una flor y la pregunta que surge en mí es: ¿sobrevivirá la flor o será pisoteada sin piedad por los cascos del corcel?
Vamos a detenernos en esta carta y desentrañar alguna cosa que podría sugerirnos.
El Cruzado es alguien que tiene una fuerte convicción, y es tan fuerte que considera su deber no sólo dársela a conocer a los demás, sino obligarles a aceptarla. Y ahí está el error, en ese ejercicio agresivo de la autoridad, olvidando que quien nos dio el ser nos dió también la libertad para explorarlo y desarrollarlo.
Pareciera una persona a la que le mueve el ímpetu juvenil e idealista que se cree en la razón, por más que aún le queden muchos años para ir desentrañando las cosas. Es impulsivo y con buenos sentimientos, pero debería controlarlos mejor y no dejarse llevar por la cólera y la ofuscación. Debería fijarse en esa flor, y darse cuenta de que con su fuerte agresión, en vez de salvarla (como pretende) podría destruirla sin piedad. Mostrar el camino, sí; imponerlo, no.
La segunda carta podríamos llamarla PREVENCIÓN o IMPEDIMENTO.
Supongo que, al contemplar esta imagen, a más de uno le vendrá a la memoria la Leyenda del Rey Arturo, pero con la salvedad de que precisamente de lo que se trata es de que él no es el Rey Arturo. Según la leyenda, sólo aquél predestinado a ejercer un determinado puesto en un tiempo concreto y una geografía determinada podría extraer la espada de la roca en la que se encontraba. Muchos lo intentaron, pero sólo Arturo lo consiguió, y ¿por qué? ¿Porque era más fuerte y más listo que los demás? No, necesariamente; pero sí era su destino convertirse en la persona que logró ser.
Y ésa es la lección de esta carta. Nos hace pensar sobre si el desafío que estamos dispuestos a correr es algo que nos corresponde o no. A veces, uno desea solucionar cosas, conseguir determinadas metas, y se pone a la tarea, incluso sin que nadie se lo haya pedido. Esta carta nos advierte de que sólo lograremos vencer, en el caso de que sea una tarea que nos corresponde; en otro caso, lo mejor será retirarse y ceder el puesto a quien está predestinado para cumplir con tal papel.
Supongo que, al contemplar esta imagen, a más de uno le vendrá a la memoria la Leyenda del Rey Arturo, pero con la salvedad de que precisamente de lo que se trata es de que él no es el Rey Arturo. Según la leyenda, sólo aquél predestinado a ejercer un determinado puesto en un tiempo concreto y una geografía determinada podría extraer la espada de la roca en la que se encontraba. Muchos lo intentaron, pero sólo Arturo lo consiguió, y ¿por qué? ¿Porque era más fuerte y más listo que los demás? No, necesariamente; pero sí era su destino convertirse en la persona que logró ser.
Y ésa es la lección de esta carta. Nos hace pensar sobre si el desafío que estamos dispuestos a correr es algo que nos corresponde o no. A veces, uno desea solucionar cosas, conseguir determinadas metas, y se pone a la tarea, incluso sin que nadie se lo haya pedido. Esta carta nos advierte de que sólo lograremos vencer, en el caso de que sea una tarea que nos corresponde; en otro caso, lo mejor será retirarse y ceder el puesto a quien está predestinado para cumplir con tal papel.