martes, 13 de enero de 2009

Concienciarse del propio cuerpo: Una forma de empezar a Meditar


Me gustaría abordar, con un poquito de detenimiento, el tema de la meditación. Creo que para muchos, la palabra meditar implica un esfuerzo enorme y una gran disciplina, empezando por la postura que uno debe de adoptar.

Sin descartar la importancia de los muchos pasos que pueden seguirse para realizar una buena meditación, a mí me parece fundamental sencillamente ponerse a experimentar con algo básico: nosotros mismos. Cuando un bebé está en su cuna, no busca nada más que su propio cuerpo y las sensaciones que le vienen del exterior; nadie le enseña los pasos, pero los hace porque su naturaleza así se lo pide. Creo que a veces complicamos tanto las cosas que nos alejamos de la base.

Con esto no quiero decir que las múltiples formas de meditación no sean una excelente ayuda; pero lo que sí digo es que, en ocasiones, al ver la técnica que parecen tener determinados individuos, el resto se asusta y no se dispone nunca a comenzar con algo tan sencillo como es c
onectarse de manera consciente con uno mismo y con la Vida.

Vamos a empezar de la forma más sencilla que uno pueda imaginar. Para ello, te recomiendo que te sientes en una silla, en un sofá o en un sillón. Que te mantengas relajado; es decir, con una postura cómoda; lo más cómoda posible, pero recta, no repanchingado en el sillón (ya me entiendes). Sin forzar, pero si desplomarse en la holgazanería.

Los brazos pueden estar sobre el reposabrazos, o bien sobre las piernas. Pero una vez que te sientas cómodo, olvídate de la postura y permanece en ella, sin esfuerzo.

Ante todo, sé natural; si te pica la nariz, te rascas; si llaman por teléfono, contestas; no hay nada anormal en sentarse serenamente. De eso se trata, no de acumular más tensiones pensando en si debo poner la pierna así o asá; estamos en el primer paso, ¿de acuerdo? Sólo ponte cómodo pero erguido, no deslabazado.

Te vas a dedicar un tiempo que puede estimarse en unos diez minutos. Eso no quiere decir que a los diez minutos exactos debas terminar y levantarte; o que a los ocho minutos no puedas dar por finalizado el ejercicio. Eso sí, es bueno decidir que uno va a estar aproximadamente ese tiempo; sin tensiones, sin agobios; con total naturalidad. El ser humano tiene su propio reloj interno que puede utilizar muy bien si lo desea (todos tenemos la experiencia de despertarnos justo antes de que suene el despertador, ¿no?). Si lo deseas, para ayudarte, puedes poner una música que dure aproximadamente ese tiempo; en los inicios, cualquier ayuda está permitida siempre y cuando no se convierta en una dependencia.

Cierra los ojos y céntrate por un poquito de tiempo en tu respiración. No la fuerces, no intentes que vaya a un ritmo o a otro, sencillamente disfruta de cómo el aire entra y sale por tus fosas nasales. En esto, demora muy poquito tiempo; tres veces o así.


Ya estás centrado en tu cuerpo. Lo has conseguido de manera muy fácil. Sólo has tenido que disponerte a ello, sentarte sosegadamente y observarte desde dentro.


Ahora, vas a irte fijando en diferentes zonas de tu cuerpo para sentirlas. Normalmente uno sólo siente el dedo gordo del pie cuando le duele, pero no es consciente del mismo si no sucede nada fuera de lo normal. Ahora, vas a darle la oportunidad a cada zona de tu cuerpo a ser reconocida por ti; por ese ser interno que se ayuda con el externo. Para ello, empezaremos por la cabeza, por el cuero cabelludo.

Fíjate, céntrate y siente tu cabeza. Si el pelo está suelto, notarás su suavidad; si lo llevas recogido, quizá te estés arrepintiendo de no haberlo dejado suelto; si el pelo ya no acompaña a la piel de tu cabeza, sentirás quizá que la piel tira o bien está relajada. Sea lo que sea, el objetivo primero es sentirla, y luego relajarla; no tiene que estar en tensión pues no tiene nada que hacer en este momento excepto disfrutar.

Vas bajando por tu frente, y a lo mejor sientes el entrecejo fruncido... ¿por qué?, no hay esfuerzo que hacer así que libera esas arrugas que tanto te cuestan y suaviza la frente... Los ojos... la nariz.... la boca... Puede que la boca está cerrada con fuerza y, entonces, sentirás la mandíbula encajada. Relaja, suelta la mandíbula y permite que la boca se abra muy ligeramente o que esté a un tris de hacerlo. Se trata de que no hagas fuerza, de que liberes; no hay nada que sujetar; permite que cada zona de tu cuerpo relice la función para la que fue pensada sin tú mediar en ello.... Las orejas... El cuello.

Cuando llegamos al cuello, es más que probable que lo sientas tenso, pero, piensa un poco. Ahora el cuello no tiene ningún esfuerzo que hacer excepto sostener la cabeza; algo para lo que está diseñado así que debe hacerlo sin tensión. Si hay tensión, seguro que es porque lleva más peso del que le corresponde; además de la cabeza, probablemente tenga que soportar el peso de los múltiples pensamientos, preocupaciones, miedos, controles... No, ahora no es el momento, ahora relaja, sólo debe sostener la cabeza, sin ninguna de sus complicaciones mentales, ¿lo consigues? Poco a poco, lo irás consiguiendo.

Fíjate ahora en tus hombros; tampoco tienen nada que sostener. Siente tus brazos, codos, antebrazos, muñeca, manos, dedos. A medida que te fijas en ellos, los vas sintiendo sin exigirles nada, así que se destensan.

Volvemos a la traquea.... seguimos avanzando por el torax y sientes la zona de tus pulmones, de tu corazón, de tu espalda dorsal... Si sintieras alguna tensión, limítate a dejarla experimentarse e ir acomodándose hasta que se deshaga...

Sigues descendiendo por el estómago.... llegas a la cintura... te fijas en la zona lumbar, tanto por delante como por detrás, la interior como la exterior...

Sigues por el vientre. No pidas nada, no exijas nada; sencillamente hazte consciente de que ahí está y que tiene sus propias necesidades sin que hallas tú de presionarlo; permítele que se destense poco a poco... Los genitales... Los muslos... las rodillas... las piernas... los tobillos... los pies... los dedos de los pies....

Acabas de recorrer todo tu cuerpo externo. Lo has experimentado conscientemente. Ahora, solázate un ratito en él; es tu más hermoso y cómodo vestido. Agradécelo y ámalo.

Permanece en ese estado por un tiempo. Y luego, inicia el camino de vuelta. Desde los dedos de los pies hasta tu cuero cabelludo. A medida que inicias el camino de vuelva, ve moviendo o "despertando" cada zona de tu cuerpo... Dedos, tobillos, piernas, rodillas, muslos... genitales... vientre... intestino.. cintura.. lumbares... estómago... corazón... pulmones... traquea... Dedos de las manos... muñecas.. antebrazos.. brazos.... Cuello... mandíbula... boca... oreja... nariz... ojos.. frente... cuero cabelludo...


Ahora, haz una inspiración consciente, y cuando lo desees.. abre tus ojos pausadamente.

¿Te sientes como este hermoso bebé? Si es así, enhorabuena; si no, no te preocupes porque, como él, terminarás por hacerlo: ¡¡¡no lo dudes!!!