A veces, el hecho de relacionarse está lleno de obstáculos y dificultades; uno intenta dar amor pero, o no se comprende, o no sé realmente lo que sucede, pero lo cierto es que las relaciones se resienten. En mi meditación llevé estos problemas a Dios, esperando una respuesta.
A la hora de meditar, las respuestas pueden venir de múltiples maneras. A veces lo hacen con imágenes simbólicas que, aunque en principio no sean entendidas al completo, con el tiempo van desentrañándose sus misterios. En esta ocasión, fue así como llegó la respuesta.
Ante mí, un terreno árido y cuarteado. Daba pena verlo. Estaba completamente seco y lleno de surcos profundos. Pero, de repente, una fina lluvia iba deshaciendo las heridas y el terreno se humedecía poco a poco. Comprendí que a veces las relaciones se secan por una falta de dulzura, por una falta de emoción (el agua son las emociones).
Pero, de repente, la fina lluvia se convertía en un fuerte aguacero; y, entonces, el terreno antes cuarteado, se transformaba en un confuso lodazal. Sí; a veces las emociones son demasiado intensas y eso tampoco ayuda a mantener las relaciones.
Más adelante, se veía una fuerte tormenta en el cielo, y cómo descargaba lluvia, truenos y rayos. Ahí comprendí que, en determinadas ocasiones, cuando el terreno emocional está demasiado seco y estancado, necesita un revulsivo para despertarse. Y ahí vienen esas disputas, esos disgustos, como llamadas de atención para recuperar la vía del amor antes de que se seque en exceso.
Las imágenes me habían mostrado diferentes aspectos sobre el uso y abuso de las emociones. No alejarse de ellas (terreno seco) pero tampoco hundirse en el terreno emotivo (el fango ante la lluvia constante).
Las imágenes me habían mostrado diferentes aspectos sobre el uso y abuso de las emociones. No alejarse de ellas (terreno seco) pero tampoco hundirse en el terreno emotivo (el fango ante la lluvia constante).
También me enseñaron esas imágenes que, en ocasiones, un revulsivo se hace necesario (la tormenta).
Y por último, volvía a aparecer la fina lluvia que daba paso a un hermoso río. El terreno, antes seco y cuarteado, era ahora hermoso y frutífero porque, gracias a la colaboración de todos los elementos, una hermosa vegetación iba creciendo.