En la Carta número IV de los Arcanos Mayores, denominada EL REBELDE en el Tarot Zen, aparecen unos símbolos en los que conviene que nos detengamos.
Se trata de tres elementos que sugieren mensajes importantes. Por una parte tenemos la antorcha sobre la mano derecha de la figura; a su izquierda aparace el águila; y por último, entre los pies, una cadena con algunos eslabones rotos. ¿De qué nos puede estar hablando esta carta?
La antorcha nos habla de la luz del conocimiento. Por tanto, nuestro personaje parece alguien iluminado, una persona que se ha formado y que tiene un conocimiento que va a seguir y dar a conocer.
El águila es un símbolo de sagacidad y de poder. El águila sabe hacia dónde debe dirigirse y ahí se encamina con energía.
Y en cuanto a las cadenas, podrían ser esas limitaciones, esos estorbos de los que nuestro personaje está decidido a liberarse.
Por estos tres símbolos, podemos darnos cuenta de que la figura es un rebelde; tiene sus propias ideas, sabe cómo imponerlas, y además se deshace de las limitaciones. ¿Es todo esto positivo o negativo? Como todo en la vida, habrá que valorarlo en función de muchas cosas.
Es bueno tener claras las ideas, saber enfocarse y ser capaz de liberarse; pero todo eso, no lo olvidemos, lo podrá hacer en su totalidad la persona realmente iluminada, y querer tener la razón siempre no es una prueba de haber adquirido la sabiduría. Por otra parte, encaminarse hacia las metas está bien; darlas a conocer, también; pero no necesariamente imponerlas. Y en cuanto a la liberación, hay que saber entenderlo; una cosa es liberarse de esas ataduras que realmente son nocivas por ser equivocadas o por haberse quedado obsoletas, pero eso no tiene que servir de excusa para liberarse de lo que nos exige, sencillamente por puro egoísmo.
Todas las cartas hay que saber verlas en un contexto y ayudarnos de ellas para extraer más autoconocimiento. Las cartas nos ayudan a cuestionarnos nuestros actos y nuestros pensamientos. De esa manera, pueden muy bien enseñarnos, pero necesitamos estar abiertos a todas las posibilidades y no cerrarnos solamente a aquellas que nos interesen y nos confirmen en nuestras determinaciones, desechando aquellas que puedan sernos menos agradables pero seguramente igualmente instructivas.