martes, 8 de abril de 2008

Ante el dolor

Es fácil creer cuando todo nos va bien; al menos, a mí me resulta muy fácil. En esos momentos siento la necesidad de agradecer a Alguien las bendiciones recibidas. Sin embargo, ¿qué hacer ante el dolor? Muchas veces me he irritado y me pregunto si tengo o no derecho a ello, pero lo cierto es que me irrito porque, desde mi perspectiva, que es la única que me veo capaz de tener, no concibo el mal. Y entonces busco culpables, y lo más fácil es ponerle nombre y apellidos a ese culpable, ¿quién? ¿Dios? Claro que no podemos descartar otros culpables, ¿la Naturaleza? ¿las leyes de la Vida?. Y por supuesto que, ante todo, no podemos descartar a un culpable muy cercano: el ser humano. Sí, el ser humano puede realizar actos encomiables, pero también, para nuestra desgracia, las más viles perturbaciones. ¿Por qué?

Una de las razones podría encontrarse en que muchos hombres tienen un número de deseos que no parecen estar satisfechos, ante otros que sí los consiguen, y eso, a la fuerza, tiene que generar odio, rencor, envidia... Quien no tiene un techo, se pregunta por qué el no puede tenerlo y a su alrededor ve multitud de viviendas que otros disfrutan menos él. Quién no tiene el reconocimiento del amor, se pregunta por qué otros sí lo tienen. Todo esto nos debería hacer cuestionarnos sobre nuestro grado de responsabilidad ante las desgracias venidas de la mano del hombre, como por ejemplo los atentados criminales, los robos, las extorsiones. Pero también nos hace pensar sobre nuestra pequeñez e incapacidad para remediar situaciones.


Y es que hay más dolor; un dolor que aparece de repente... Un dolor que a veces es claro su origen, pero otras no tanto. ¿Y entonces qué? Además, ¿qué importa el origen?; lo cierto es que existe.
Y sí, nos queda el tema de Dios. Puede que a muchos parezca no interesarles esta razón, pero, ante el grado de irritación que se observa en quienes se declaran ateos cuando hablan de este Origen que niegan, considero de enorme importancia resolver esta cuestión. Una cuestión que lleva siglos esperando ser resuelta.

Y yo no puedo encarar directamente el tema de Dios cuando me enfrento al dolor. Por eso, porque me excede, porque pienso que el Creador de todos los universos y de quienes los habitan tiene que ser extremadamente grande (más grande que su Creación), me es imposible abarcarlo. Muchas veces se intenta hacer esto, pero creo que normalmente (porque no puede hacerse de otra manera) lo hacemos desde la perspectiva del ser humano, la única que conocemos... Y no nos olvidemos, el Creador de todo "no" es solamente humano.

Entonces, sólo encuentro una vía para acercarme a Él, y esa vía es la de un hombre para unos, un Dios para otros, que recibió en este mundo el nombre de Jesús.
Jesús entendió el dolor humano; y, en ocasiones, lo remedió.

Hoy he recibido una noticia muy dolorosa; ¿qué hacer? ¿Cómo conciliar el dolor con el amor de Dios? ¿Querrá Jesús aliviarlo?